sábado, 1 de diciembre de 2007

Una cuestión de fe/ Esteban Ortiz Mena


PEQUEÑOS COMENTARIOS SOBRE EL TERCER FESTEJO DE LA FERIA DE QUITO “JESÚS DEL GRAN PODER 2007"

Por Esteban Ortiz Mena

Los toros son una cuestión de fe. Y para entender la fe, hay que profesar un culto.

Héctor Abad Faciolince, comenta en una novela maravillosa (El olvido que seremos, libro de lectura obligatoria que recomendamos fervientemente) que en asuntos de religión, creer o no creer no es sólo una decisión racional. La fe o la falta de fe no dependen de nuestra voluntad, ni de ninguna misteriosa gracia recibida de lo alto, sino de un aprendizaje temprano, en uno u otro sentido, que es casi imposible de desaprender. Si en la infancia y primera juventud se nos inculcan creencias metafísicas, o si por el contrario nos enseñan un punto de vista agnóstico, o ateo, llegados a la edad adulta será prácticamente imposible cambiar de posición. Los niños nacen con un programa innato que los lleva a creer, acríticamente, en lo que afirman con convicción sus mayores. Es conveniente que sea así, pues qué tal que naciéramos escépticos y ensayáramos a cruzar la calle sin mirar, o a probar el filo de la navaja en la cara para ver si corta de verdad. Creer a ciegas lo que le dicen los padres es una cuestión de supervivencia, para cualquier niño, y en eso caben los asuntos de la vida práctica como también las creencias religiosas. No creen en fantasmas o en personas poseídas por el demonio quienes los han visto, sino aquellos a quienes se los hicieron sentir y ver (aunque no los vieran) desde niños. No creen en toros quienes no han experimentado esa transformación metafísica al involucrarse en una faena, ver un par de banderillas y contagiarse del espectáculo.

El Fandi, como cura en procesión, logró con sus sermones mas adeptos. Seguramente, hasta convertidos. Los niños en los tendidos contagiados del rito; en las calles muchos más poniendo banderillas con la alegría de un juego bien aprendido. Cortó dos orejas, una a cada toro, lo que le valió ser cargado a hombros y salir por la Puerta Grande. El santo en andas y los niños adorando al rehiletero.

Lo mejor El Juli, que toreo para los conversos. Mientras El Fandi captaba adeptos, con El Juli los confesos hacían la confirmación.

Y todos salimos contentos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

HOLA ESTEBAN:
ME GUSTO EL ARTICULO SOBRE LA FE TAURINA. SER TORERO ES COMO SER CURA, ES DECIR, HAY QUE IR A CONVERTIR A LOS INFIELES. BIEN DICES QUE EL FANDI GANA CONVERSOS Y QUE EL JULI LOS CONFIRMA.
TE FALTO UNO: PONCE. EL NOS DIO LA PRIMERA COMUNION (O LA SEGUNDA) A LOS QUE, COMO YO, YA LA HABIAN HECHO CON MONSTRUOS COMO PACO CAMINO, PEDRES, DIEGO PUERTA, DOMINGUIN Y OTROS DE LOS AQOS SESENTA.
VAYAMOS A MISA DE NUEVO.

JORGE