Reseña de la octava de la Feria “Jesús del Gran Poder”
Por Nochetriste
Las corridas de toros se llevan a cabo con animales que han cumplido los cuatro años. Se cree, desde ya hace más de ciento veinte años, que es esa la edad de madurez de un toro y en la que ya los animales de estas características han alcanzado físicamente su mayor expresión, tanto corpórea como cornea.
Quienes matan estos animales deben pasar por una ceremonia que se llama “la Alternativa”, en la cual dos alternantes, que ya pasaron por este trámite, les confieren dicho título, el de matador de toros. Uno en calidad de padrino y otro en la de testigo. A partir de entonces, quienes han pasado por “la Alternativa” matarán animales de cuatro o cinco años y en la jerga taurina se dice que ya nunca perderán el honor de ser matadores de toros.
Antes de esta ceremonia, quienes quieren llegar a ser matadores de toros, deben pasar por dos instancias previas. Novilleros sin picadores y novilleros con picadores. En el Ecuador por los pocos festejos que se dan en el país, la primera instancia es muy corta, solo hay tres novilladas sin picadores institucionalizadas en todo el año, son en Quito y hacen de prolegómeno la Feria que ahora vivimos.
Las novilladas con picadores, son en las que ya están aquellos que tienen algo que permite ver que pueden llegar a matadores de toros. En sí, significan el camino a recorrer para decidir si este es un camino de vida para los respectivos jóvenes. Normalmente, en estos espectáculos lo que más se ve son las formas en bruto de los aprendices de torero, además de la necesarísima voluntad y valor que necesitarán para llegar a matadores de toros.
Los novillos, es decir, los animales de tres años, normalmente son más fáciles que los toros, pues son más pequeños de tamaño y eso cuenta mucho sicológicamente y porque vienen y van con más alegría, reparan menos en los defectos de los toreros y en general son más alegres en su embestida.
Los toros con cuatro o cinco años ya son otra cosa, ellos, con las barbas en su sitio, piensan más, tienen otra mirada y demuestran en el ruedo que quien está delante debe estar preparado para su lidia.
Ayer, en la Plaza de Toros de Iñaquito se llevó a cabo la octava tarde de feria. Fue una novillada en la que toreaban dos españoles y un ecuatoriano. Este último es una de las promesas del Ecuador y en Quito se le esperaba con enorme expectación. Los novillos eran de Trinidad y uno de Mirafuente, todos de encaste Domecq. No ayudaron a los toreros y con pocas excepciones la tarde resultó aburrida y tediosa.
Los novilleros dejaron otra impronta de la esperada. El ecuatoriano fue lesionado por su segundo novillo en los ligamentos de la rodilla, por lo que la expectación se quedó en la enfermería. Y los dos españoles esbozaros posibilidades, sin dejar esas estampas de jóvenes que quieren llegar a pesar de todos los impedimentos que les pone la realidad; que echan rodilla en tierra si el animal no colabora; que entre quites vistosos, naturales o derechazos destellan futuro; que matan a los animales con total entrega, arriesgando, casi inconscientemente, todo lo que les queda de vida.
Ayer vimos una lesión y dos españoles de escuelas taurinas, que no salen del molde. Que imitan y no crean, que siguen y no guían, que tranquilizan y no ilusionan.
Ayer vimos una novillada flojita para dos españoles flojitos y un ecuatoriano que tras un año de esfuerzos, suyos y ajenos en España, se encontró con la mala suerte y nos dejó el sinsabor de la expectativa tardía.
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