sábado, 29 de diciembre de 2007

El toreo, patrimonio ecológico (II)/ Santi Ortiz


Por Santi Ortiz

6toros6, No. 586

La existencia del toro de lidia y su evolución se deben a que existe el toreo. Pero, además, es conveniente sumar a este argumento los siguientes aspectos: los cuidados que el toro exige, su manejo, su alimentación e higiene, suponen una especialización y unos gastos de todo punto imposibles de soportar sin las corridas de toros a las que se destina. Ni su rendimiento cárnico ni cualquier otra producción a que hipotéticamente se le pudiese dedicar haría viable su cría y existencia.

Sin corridas no hay toros. Métanselo en la cabeza aquellos que en su idílico paraíso de cartón piedra, tipo Walt Disney, juntarían en el mismo redil a la hermana oveja y al hermano lobo, o al león y a la cebra, para que, juntos, viviesen felices e ignorantes del papel que en la cadena trófica les tocó jugar.

300,000 hectáreas de dehesa

Gracias a la fiesta brava la especie “toro de lidia” no sólo no ha desaparecido sino que goza de una abundancia que para sí quisiera la inmensa mayoría de las que, salvajes o en domesticidad, pueblan nuestra península. Actualmente, entre las cuatro asociaciones que acogen a los criadores de reses bravas, se computan 678 ganaderías, que cada año hierran 60,000 cabezas, entre machos y hembras. Pero, además, el toro bravo vive a sus anchas la mayor parte de su vida. En libertad juega, crece, lucha y se desarrolla disponiendo de extensiones de terreno que lo diferencian radicalmente de esos otros que se hacinan en granjas o establos, privados nada más nacer de espacio, luz, hierba o de sus instintos más elementales.

A excepción del tremendo momento de su lidia y muerte, el toro bravo, en cambio, vive en la libertad de la dehesa haciendo posible, de paso, uno de los hábitats más ecológicos que pudiera soñarse. Sólo la Unión de Criadores de Toros de Lidia –una de las cuatro agrupaciones de criadores de bravo- destina a la cría de reses más de 300,000 hectáreas de terreno de nuestro país; superficie que la cría del toro protege de la alteración y destrucción a que se ha visto sometida la mayor parte de nuestra geografía rural.

¿Qué es lo que pretende entonces la facción del ecologismo que aboga por la supresión de las corridas de toros? ¿Qué el toro desaparezca? ¿Qué la cabaña brava actual quede reducida a algún superviviente pudriéndose en la cerca de un zoológico o a unas cuantas cabezas mantenidas en la reserva de un terreno improductivo? ¿Qué se pierdan, con él, el habitat y los ecosistemas naturales que subsisten gracias a su crianza?... Qué futuro piden para el toro, ¿el mismo que ha extinguido al oso de los Pirineos o la cabra hispánica, el que convierte al lince ibérico en el felino más amenazado de extinción del mundo?, ¿el que llena de orgullo a los ecologistas porque ya han conseguido de este último siete crías en cautividad?...

Yo, que me he enfrentado al toro en la plaza, que me he atrevido a matarlos con una espada y un trozo de tela, que los he amado y los he temido, que por su causa he sufrido y gozado y me he visto colocado por ellos cien veces al borde del abismo o de la gloria, jamás desearé al toro un final semejante.



Resumamos: la fiesta de los toros es la que mantiene vivo al bovino bravo, la que, lejos de abocarlo a la extinción, lo convierte en la especie de un mamífero más abundante, protegida y cuidada que existe en nuestro entorno; la que preserva como ninguna otra actividad agropecuaria los ecosistemas naturales relacionados con su cría. Es, por tanto, y como sosteníamos al principio, el bastión más importante de nuestro patrimonio ecológico.

Siendo así, el ecologismo no tiene motivos para abominar de la fiesta de los toros. Las razones de los que, pretendiendo erigirse en ideología, exigen su abolición hay que buscarlas, pues, en otro ámbito, concretamente en el menos científico y más resbaladizo de la moral, paredaño en tantas ocasiones con la simple y llana beatería.

El toreo, patrimonio ecológico (I) / Santi Ortiz


Por Santi Ortiz

6toros6, No. 585/ 13 de septiembre de 2005

La fiesta de los toros encarna un bastión capital del patrocinio ecológico de España, pese a la condena que la sección beata del ecologismo militante ejerce contra ella. Quiero precisar que es tan sólo una parte del “movimiento verde” y no todo él quien, desde el analfabetismo de su brújula rota, la emprende contra nuestra fiesta sin reparar siquiera que con ello no hace sino tirar piedras contra los principios que dice defender.

Me parece oportuno insistir en que es una parte y no un todo el conjunto del ecologismo quien enarbola la enseña antitaurina porque, de lo contrario, parecería que nuestra crítica condena a un movimiento que estimamos absolutamente necesario para salvaguardar el planeta de los abusos y depredaciones que sobre él viene practicando el hombre en nombre de la civilización y del progreso. Su encomiable trabajo ha hecho posible que la ecología pase a formar parte del sentido común de la gente y que su referencia sea obligada tanto en los programas políticos electorales como en el discurso público de los empresarios.

De aquella romántica aventura que llevó a docenas de idealistas a bordo de un viejo barco atunero hacial el paraíso del archipiélago de las Aleutianas con el disparatado propósito de frenar las pruebas atómicas estadounidenses, hasta el compacto entramado de tendencias diversas y asociaciones de toda índole que configuran el espectro del ecologismo actual, han pasado más de treinta años. Gracias a su encomiable esfuerzo, el ecologismo se ha convertido en el eficaz guardián y controlador de la complicada problemática del medio ambiente, jugando un papel importantísimo de la desaceleración de las centrales nucleares, el crecimiento de las energías alternativas, la educación ambiental, la defensa del litoral, el control de vertido y de la polución atmosférica, la denuncia de los alimentos transgénicos, el reciclaje de residuos, la conservación de la naturaleza y la defensa de la biodiversidad. Nadie que piense en estos problemas con un poco de perspectiva de futuro puede dejar de agradecerles por su pelea por evitar que leguemos a las generaciones venideras un planeta agonizante y esquilmado.

El ecologismo utópico

Sin embargo, por los pasillos de este ecologismo científico y real transita otro de tremebunda idiocia; un ecologismo utópico negado a contemplar la realidad del mundo en que vivimos; un ecologismo elitista, mesiánico e “iluminado” tremendamente refractario a las críticas internas o externas, en cuya concepción de un mundo mejor parece que estorbamos los humanos: es la sección beata del hermanó hurón y la hermana pantera, el que convierte la ecología en un fanatismo casi religioso que antepone el supuesto “derecho” de un pago, una cobra o un orangután al de la propia especie humana. Esta versión franciscana de la Arcadia ecológica me parece de una execrable hipocresía además de una solemne estupidez, ya que, aferrándose con obstinada irracionalidad a opciones inviables, atenta contra la credibilidad del ecologismo real, lo desprestigia y hasta entra, a menudo, en contradicción con los fines que en teoría pretende conseguir. Por ejemplo: propugnan ser contrarios a la desaparición de las especies, pero no encuentra una manera más efectiva de hacer desaparecer la del toro de lidia –a la que dicen proteger- que tratar de abolir las corridas de toros. La razón no es sólo porque sin ellas la inutilidad del ganado bravo y el elevado costo de sus cuidados y manejo conducirían a su desaparición, sino porque gracias a la existencia del toreo el toro de lidia no ha desaparecido de la Tierra.



La raza bovina provista de bravura es una variedad zoológica arcaica que, como el resto de especies vacunas mansuelas o domésticas proceden del Bos primigenius, animal de fiera agresividad al que los alemanes llamaban auerochs y nosotros conocemos por uro a partir de que Julio César latinizara el vocablo. Este toro salvaje, que encampanaba su amenazante testa a lo largo y ancho de Europa, no logra superar como especie viva el final de la baja Edad Media, aunque haya documentos que prueban la existencia en el siglo XVII de un reducido número de cabezas en un bosque situado a medio centenar de kilómetros de Varsovia. Allí muere, en 1627, la última vaca de la especie, como hace unos meses, en los Pirineos, la última osa autóctona que nos quedaba.

El toro, superviviente ibérico

Es un enigma aún no resuelto por qué los descendientes bravos del uro desaparecieron de Europa y del resto del mundo y no de España. He aquí un problema para los ecólogos y los zoólogos –sean favorables o contrarios al espectáculo taurino- están obligados a tratar de esclarecer. Alguna que otra teoría de poco peso existe al respecto, como la defendida por el escritor Pepe Alameda en un ensayo surcado por importantes inexactitudes históricas, según la cual el toro bravo no desapareció de España en la Edad Media porque tanto moros como cristianos procedieron a criarlo para su respectivo entrenamiento bélico.

Sin embargo, pese a las tinieblas de su origen, dos hechos son innegables: uno, que en los últimos cuatro siglos la conservación del toro de lidia español se debe, primero a las fiestas de toros de la nobleza, y, luego, a las corridas de a pie; y do, que el actual toro bravo es un producto seleccionado por el hombre a través de los siglos para la lidia en la plaza; un animal, pues, que no es fruto de la selección natural que lucha por la vida propicia en la mayoría de las especies, sino de los criterios de selección que los ganaderos han venido practicando con él a lo largo del tiempo en su búsqueda del toro idóneo para la lidia.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

En torno a la trascendencia... /Juan Sebastían Roldán


Por Juan Sebastián Roldán

Discurso pronunciado en Las Ventas al finalizar el curso de periodismo 2007 que organiza todos los años la Fundación Joselito



Un de las preguntas que nacen de la sensibilidad de aquellos seres humanos que hoy suenan en la historia de nuestros pueblos, gira en torno a la trascendencia.

Al tener la certeza única de la muerte, los indefensos seres humanos a quienes la vida iluminó conla razón y el sentir, nos preguntamos cómo dejar escrito en piedra nuestro recuerdo, pues ese es el único recoveco de nuestras finitas vida que desafiará al paso del tiempo.

En este mundo de inclementes contradicciones, que elogia los lujos y los excesos, la desigualdad, el egoísmo y la avaricia, existe un mundo al revés en donde nacen seres humanos que ven a los ojos a la muerte, le guiñan un ojo y la desafían a carcajadas,a aturales, a medias verónicas. En ese mundo vivo, en ese mundo siento, sobre ese mundo les hablo ahora mismo.

Nuestros héroes se visten de luces, y en consonancia con los principios de la armonía, toman de la natural embestida los vestigios sonoros para dejarnos en el pecho la conjunción de sentimietos que conmueve nuestra afición.

Y si poco aliento nos quedase, las embestidas hondas, serias, concientes de su pronta muerte; los momentos de desengaño, de emancipación de un animal que pareciese venir para hacer la revolución, terminan por levarnos al hades para que de la mano de Caronte, tomemos el viaje largo por el río Aqueronte y veamos nuestras vidas despacio, parando en los olés, en las embestidas de un toro bravo; sintiéndolas nuevamente.

En este nuestro mundo al rvés, los héroes del pasado no mueren, los toreadores que vinieron con la intensidad del Nessum Dorma de las partituras de Puccini, aguantan el pasar del timpo y se reencarnan en quienes han nacido para vibrar con los Stones, en los que hicieron la revolución de París en el 68.

Morimos los comunes, sobrevive el arte y la revolución.

Un curso como este no ha sido el aprendizaje de técnicas, de adornos, de perifoneos que parecen comentarios. Hemos visto pasar seres apasionados que nos hablan de lo que sienten, de sus fondos y las formas que los acompañan. Han habido de los otros,claro, de los que creen que presumiendo llegan a quienes los escuchan, pero esas voces sonorísimas se desvanecen y quedan los sentires, nos llevamos los sentires, la profundidad y el compás.

Cuando crucemos el océano de vuelta, ya no nos atreveremos a quemar las naves, serán los colores y la alegría de nuestras americanas fiestas las que nos traerán mil veces de vuelta.

Si hemos de relatar lo que uno de esos inmortales hace enl cara del toro en nuestras plazas deberemos releer mil veces a Bergamín y citarlo:

Esa música, ese cante,
ese meodioso eco que escuchamos con los ojos y con los oídos vemos,
esa soledas sonora de musicales silenciosos
ese inaudito
invisible saber y sabor del tiempo
esa ilusión del sentido,
saber y sabor toreros
que en Vázquez, Romero y Paula,
quintaesencia del toreo.

En un mundo en el que la murte es temida, llorada; hay hombres y mujeres que la miran a los ojos y dejan que el arte se tome sus existencias, para construir el significado de la palabra trascendencia.

Mi padre es uno de ellos, hoy con su perdón debo citarlo en la plaza de toros de las Ventas, en la catedral del toreo, porque sin la locura de su afición y la claridad de su sueños yo no habría tenido la suerte de vivir este mundo maravilloso de los toros. Sin su mano y su ejemplo no habría entendido que cualquier acción emancipatoria nos enaltece en el tiempo. Como emancipadoras son las embestidas de un animal que se niega al engaño. De él me quedan la verdad y la dignidad , de algunosde Ustedes compañeros, profesores, Sofía... un recuerdo que vivirá conmigo hast que Caronte se decida y me saque de paseo nuevamente.

viernes, 21 de diciembre de 2007

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Filosofía de las corridas de toros/ Javier Ponce


Exposición efectuada en la Casa Humboldt, con motivo del debate sobre la Filosofía de las Corridas de Toros. Quito, jueves 21 de noviembre de 1996

Por Javier Ponce

Occidente solo conserva dos de sus grandes ceremonias paganas: el carnaval y las corridas de toros. La primera para rendir tributo a la vida, la segunda para evocar la muerte.

Cada pueblo, guarda sus pequeños rituales, algunos solemnes, otros cotidianos, pero los que señalamos, son los únicos que tienen una gran dimensión.

Los dos van por distintos destinos. El carnaval, ligado a la vida hace el elogio de la carne y la orgía. Los toros, ligado a la muerte, se viste de austeridad y límites. El primero en la medida en que es vida, acoge en su seno todo lo que el modernismo y el post-modernismo le va proponiendo, se convierte en un alucinante collage de lo contemporáneo, se abre a todos los contagios y a todos los fetiches, es un inmenso fresco del mundo en cada instante, un gigantesco sarcasmo de un fin de siglo. El segundo, en la medida en que muerte se acoge a la tradición, se convierte en el ejercicio de la nostalgia, desecha los excesos y cuando éstos ocurren –recordemos al Cordobés- lo vive como un paréntesis, como un pecado. Porque la renovación taurina –no soy un experto en esto pero estoy pensando en Juan Belmonte- viene de la propia tradición.

Al primero, le zahieren los moralistas. Al segundo los ecologistas. Me parece que los dos pierden la perspectiva de lo que es el hombre, sujeto a esa extraordinaria paradoja vida- muerte. Los dos por igual exigen un equilibrio imposible, porque el hombre en sí es una locura, es una manifestación de la naturaleza que no se explica, que se resuelve en un misterio y en una alucinación: la muerte. El hombre ha crecido en el ejercicio constante del desequilibrio. Ha visto proyectarse su imaginaria a horcajadas de todos los excesos del cuerpo. Ha entendido su sobre vivencia en la tierra en lucha con la naturaleza. Esa es la fatalidad del hombre, negarse para existir, violentarse para gozar, morir para explicarse, y resulta curioso que el propio hombre quiera cambiar este destino. No tengo ganas de polemizar con los ecologistas pero soy pesimistas, desencantado, con respecto a todo esfuerzo por reprimir o desviar el destino trágico de los hombres.

Por lo demás, las ceremonias son necesarias. Nos ayudan a entender la historia y la eternidad. Elevan al nivel del símbolo todo lo inexplicable. Y el hombre necesita exorcisar lo inexplicable.

El toro es la metáfora de una energía que viene del fondo de la eternidad. La firmeza del toro se explica en si misma, no por fuera de él. El es la furia de la propia naturaleza. Y este no es un conocimiento exclusivamente occidental. En las viejas culturas andinas ya está presente. Es el Yaguar fiesta, el combate entre las dos fuerzas más extrañas de la naturaleza: el toro y el cóndor. El toro ligado a la tierra, el cóndor ligado al aire. Los dos simbolizando esa constante relación conflicto- equilibrio entre todos los elementos substanciales: la tierra y el aire, el agua y el fuego.

Una de las manifestaciones más tristes de este fin de siglo, es el intento por vanalizar los mitos inmemoriales, los conflictos profundos, las ceremonias substanciales. Son los intentos por volverlo todo homogéneo, incoloro, todo con un solo sabor, a coca cola talvez, todo higiénico y purificado. Y las grandes ceremonias como el carnaval y la corrida de toros se alimentan de su radicalidad. Quitémosle a la fiesta del toro la muerte y la habremos convertido en una Kermesse escolar, quitémosle al carnaval el pecado de la carne, la sensualidad y el erotismo y la habremos convertido en una mascarada, algo parecido a la jura de la bandera o a las procesiones del Niño Jesús, ni siquiera sería la dramática procesión de Semana Santa, donde la muerte es el eje del ritual cristiano.

La fiesta de los toros no es una exposición canina, es la lucha del hombre y el animal que tiene siglos de historia, una lucha que la civilización occidental ha ido pacientemente reglamentando para conservarla.

En la corrida de toros se escenifican algunos de los mayores sueños y espantos del hombre. Esa constante contradicción entre la nostalgia por lo social y lo gregario de esa existencia individual que vive el torero en el centro del espectáculo. Es una metáfora de la soledad. Las corridas mueren con el sol en la tarde y es la proximidad de una noche larga, en la que el torero ha de vivir la exultación del triunfo o el silencio del fracaso. El trofeo es la propia víctima, el toro, reivindicando el más antiguo principio del derrotado, hacerlo suyo, en devorarlo incluso, en algunas civilizaciones. Allí nacen los héroes de la comunidad, no los del poder, los de la cotidianidad, los del barrio que les vio nacer y les recordará morir.

Comienza como una fiesta y concluye como una fúnebre despedida de clarines. La plaza es circular, las puertas se cierran y el lugar se convierte en el círculo de la fatalidad. El hombre hace gala de su sabiduría con la capa y las banderillas y al espectáculo solo le queda una esperanza: la fiereza del animal que burla al hombre.

¿Podríamos imaginarnos un hombre desnudo de mitos y de ceremonias?

¿Un hombre que no intente jugar con la muerte, para entender que la muerte juegue finalmente con el?

Yo no puedo imaginar ese hombre. Me parece que cuando aquello ocurra, estaremos cerca del fin de la humanidad, mucho más cerca que cuando se cumplan los vaticinios de los ecologistas.

Finalmente, yo propondría una sociedad defensora de los hombres, en un país en el que 20 personas han sido quemadas en 1996, en brutales ceremonias que ocurren al margen de la justicia.

domingo, 16 de diciembre de 2007

LA FIESTA BRAVA, UNA CUESTIÓN DE TOLERANCIA Y RESPETO/ Sara Lucía Aulestia


Por Sara Lucía Aulestia
(12 años)

Los toros son un tema muy polémico. Por eso muchas veces se transforma en un tema de pelea. Lo que muchos se preguntan ¿cómo puede la gente ir a un espectáculo como ese? Pero lo que los taurinos nos preguntamos es ¿cómo puede la gente no ir a los toros? Por otra parte la gente dice que es una cultura que no se puede entender. También se dice que los toros no son arte y mucha gente pregunta ¿cómo pueden decir que los toros son arte? Es ahí cuando los taurinos hacemos otras preguntas ¿se puede definir arte? ¿se puede entender a Stornaiolo? Aunque no se entienda el Islam no se puede decir que no es cultura y aunque no se entiendan los cuadros de Stornaiolo no se puede decir que no son arte. Pero nos guste o no tenemos que respetar cualquier manifestación de arte o cultura.

En este como en todos los temas existen muchos mitos y verdades y como en todo hay que saber distinguirlos aunque a veces nos resulte confuso. Algunos mitos son por ejemplo: que a los toros se liman o cortan los pitones antes de que salgan a la plaza, lo que es una mentira. Porque si el toro está así es rechazado por la autoridad de plaza y devuelto a la ganadería. Ya que los toros antes de salir al ruedo pasan por chequeos veterinarios para comprobar que están en buen estado. Otro mito muy común es que a los toros se les pone vaselina o alcohol en los ojos para que no vean bien, pero esto es una gran mentira, pues a lo que más miedos le tiene un torero es a un toro que no ve porque en vez de ir contra la muleta o el capote va contra el cuerpo. Además se dice que a los toros se les golpea con sacos llenos de arena. Pero si analizamos esto, ¿para qué le sirve esto al torero? ¿para que el toro no embista y el no se pueda lucir? y ¿para qué le sirve al ganadero? ¿es acaso para que la gente crea que sus toros son malos? Pues entonces esto es otro mito porque a nadie le interesa que el toro sea golpeado. Otra cosa que se dice es que a los toros se les lima las pesuñas para que les duela al correr pero otra vez pregunto ¿para qué les sirve al torero y al ganadero? Entonces ésta es otra de las muchas mentiras que hay. Además no sé si han notado que en todos los mitos que hemos mencionado hay que acercarse al toro y manipularlo como si fuera cualquier animal doméstico. Ésta es otra prueba de que todos los mitos anteriores son falsos por que tratar con un toro de lidia es igual o peor que con un león.

Entonces hemos desmentido unos pocos mitos aunque quedan muchos más. Pero en conclusión, no por no entender algo significa que no es digno de respeto, y cuando queremos afirmar algo tenemos que saber bien lo que decimos, también cuando nos dicen o cuentan cosas. Porque no todo hay que creerlo no vaya a ser que un mito nos juegue una mala pasada y se haga pasar por verdad. Pero más allá de creer en mitos o no tenemos que aprender a respetar y tolerar las cosas aunque no nos gusten. Porque esa es la base de una sociedad: el respeto y la tolerancia. Y así como los taurinos respetamos a los antitaurinos , también exigimos respeto.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Sobre animales y otros asuntos/ Francisco Aguirre Andrade


Por Francisco Aguirre Andrade
(interpretó el papel de “Jesús” en la película “Qué tan lejos…” de Tania Hermida)

Me agarraron en curva y firmé. Ahora me siento obligado a escribir sobre las salvedades de esa futura posible legislación; se trata de una legislación contra el maltrato a los animales y su salvedad son las prácticas simbólicas y rituales de la tradición.

Más allá del valor doctrinario o dogmático que pueda tener una práctica ritual para una comunidad de creyentes, tiene el valor cultural universal de la lectura simbólica posible sobre la vida y el mundo así como el revivir mediante actos los fundamentos de la conciencia de existir.

Rito, según varios estudiosos, entre ellos el padre Marco Vinicio Rueda, (lo escuché en una clase), significa símbolos en acción.

Las raíces de la palabra símbolo son: sin= juntar y ballein = lanzar. Juntar lo que fue lanzado. Una señal nos remite a un drama pasado: cósmico, evolutivo, histórico.

Muchos ritos han salido del ámbito religioso y se los encuentra en el arte, el circo, el deporte, etc., éste es el caso de la corrida de toros. Sé que por esta afirmación, habrá quienes me corten el saludo y quienes me griten en la calle.

Aquí, cuando digo que han salido del ámbito religioso, hablo de religión en los términos convencionales que hoy se entienden: religión = doctrinas, dogmas, instituciones jerárquicas; y, no en los términos primigenios que nos habla de religar, volver a unir, volver a ligar, perspectiva desde la cuál, éstas prácticas nunca han dejado de tener un fondo sacro, a veces son reminiscencias leves y a veces son actos superiores en intensidad y efecto a los que el mundo moderno de la diplomacia y la superficialidad conciben como religioso. El desafía y el juego cuya maestría consiste a veces en extender el tiempo de lo inevitable por los misterios de la pasión, hay quienes hablan del milagro del tiempo eterno.

Es poco lo que sé de toros, casi nada.

Sé que es quizás la única ceremonia viva de enfrentamiento entre la geometría y la fuerza que aún pervive en occidente. El peso promedio de un toro de lidia es de ochocientas libras, con la fuerza que despliega el dolor de un animal herido es con la que se enfrenta el torero, por eso; si bien es desigual la relación entre el toro y el torero, es también una desigualdad bastante relativa. El toro tiene un radio de visión corta, casi recta, no ve a los lados y, el arte del torero consiste en situarse en los bordes de la visión del toro, de manera que el toro en los momentos de gran cercanía vea a la capa y no el cuerpo del torero, es una danza con la muerte.

Una persona puede caminar cien metros sobre una franja de treinta centímetros de ancho, pero si al lado y lado de la franja en la que camina hay precipicios, la caminata se convierte en una prueba de temple.

El toro es negro como la representación universal de lo desconocido, como la fundición del todo. El torero lleva un traje de brillos como el sol, la razón y el pensamiento ha sido universalmente relacionado con la luz, también porque la cabeza es´ta en la parte superior del cuerpo como el sol, la luna y los astros en la parte superior del cielo. A veces el torero lleva un traje negro con plateado, allí sólo está la música interna de la sangre ante el cataclismo de la muerte mientras dure la fuerza enfierecida. Muerte del toro o del torero, vence la luz del entendimiento humano, el cálculo convertido en geometría corporal o la fuerza del destino y los acontecimientos, la fuerza del animal herido.

No digo que las corridas de toros no sean crueles y es legítimo que haya gente que a más de no gustarle prefiera su desaparición. El problema de la oposición a una práctica tradicional es que fácilmente puede trasladarse a otras que forman la esencia de identidad y afirmación cultural de diversas colectividades: los sacrificios de la religión Yoruba, mal llamada santería y las limpias, curaciones y diagnósticos de la medicina tradicional indígena que se realizan con cuyes, por poner otro ejemplo.

Podríamos hablar también del sacrificio del gallo, con el que se inicia o se iniciaba (no tengo información reciente) el carnaval de Guaranda para fertilizar la tierra con sangre y saludra el regreso del Inca; dicen que cuando murió Atahualpa cantó un gallo y que por eos gallina en quichua se dice atillpa o atallpa.

En el Azuay existen también ritos de sabre como el gallo pitina de Cumbe o el sacrificio del toro en Girón. Creo que no sólo es necesario respetar sino también proteger todos los registros de la cultura humana: ritos, libros, lenguas y lenguajes.

Un ritual es revivir un drama ancestral, histórico o mítico, un segmento del tiempo en la conciencia. La ritualización de la vida permite también que la agresividad o potencial enemistad entre los pueblosy las personas, se canalicen en juegos acordados. Creo que suprimir una práctica ritual esté o no en envoltura religiosa es tan criminal como quemar un libro. Hablo de ritos que si son entre seres humanos deben ser practicadas por acuerdo mutuo y si son en acción con la naturaleza no pongan en riesgo el equilibrio ambiental. Si eso ocurre, el reemplazo de prácticas y su evolución hacia otro tipo de signos, debe darse dentro del concierto vital de quienes comparten ese universo simbólico y serán las estructuras políticas de cada tradición simbólica, consejos de ancianos, por ejemplo, las fundamentales para la reelaboración de prácticas y nuevas interpretaciones.

Volviendo a los toros: cada vez que he hablado de esto, me topo con personas que tienen una posición al respecto, lo cual es muy respetable, pero se niegan a oír un pensamiento distinto al suyo, al igual que en otros tiempos había gente que se negaba a oír explicaciones científicas opuestas a los dogmas religiosos o que no se atrevía siquiera a pensar en el derecho a ejercer de manera libre la sexualidad; esto todavía sucede mucho y se niegan a ver en los toros, todo lo que no sea crueldad o barbarie; los símbolos, pese a ser el sustrato de la conciencia parece que no son tomados en cuenta.

De lo que sé, la corrida de toros más antigua tal como hoy la conocemos (corríjanme si me equivoco) data de alrededor del año 1300 de nuestra era, arqueología viva de setecientos años. Suprimir las corridas de toros, sería suprimir un gran trozo de historia; si esto sucediere, que no se reedite la inquisición y se proteja por lo menos el registro fílmico, gráfico y literario de este patrimonio, que no corra la suerte de valiosos documentos destruidos por la negligencia o la información sobre el mundo prehispánico perdida para siempre por la brutalidad de los conquistadores amparados en lo que consideraban la misión divina de eliminar la idolatría.

El toro en el burladero nos remite la Minotauro en el laberinto.

Creo que las corridas de toros, se han vuelto el chivo expiatorio de una mala relación del ser humano con la naturaleza.

Se sabe que se crían pollos forzados a crecer en tres semanas, más o menos, lo que de manera natural deberían crecer en cuatro meses; viven hacinados en espacios chiquititos que casi no les permite moverse y con los picos cortados APRA que no se maten entre ellos.

La destrucción de los hábitats naturales es la principal causa de la desaparición de especies, las transnacionles, los grandes poderes y la alienación del ciudadano común que cree que ser alguien en la vida es tener dinero, estatus o las dos cosas, al precio que sea, son quienes más atentan contra el equilibrio y la armonía natural.

En Cuenca hay una bandada de loros, escapados del cautiverio, volvieron a ser salvajes y vuelan de lado a lado de la ciudad, su existencia y continuidad depende también de que no se talen ciertos árboles.

Se deben proteger árboles de determinadas edades y especies y creo que debe ser una decisión urgente, a manera de ordenanzas, hasta elaborar una ley de patrimonio natural urbano; las autoridades deberían dictarlas ya porque no faltará quién aproveche el tiempo para llenar de cemento todo lo que alcance y construya rentables sitios de estacionamiento a costa del oxígeno, la sombra, el espacio y la reproducción de las aves que son a su vez difusoras de semillas.

Árboles de determinadas especies y edades tienen que ser considerados de valor patrimonial y debe prohibirse su corte, estén o no en propiedad privada.

Volvamos a los toros.

El toro de lidia vive como rey hasta el día que va a morir, podría vivir si le dan el indulto, lo cual en las reglas del toreo sucede muy pocas veces pero cuando así pasa es apoteósico. Desde otra altura, sería la reconciliación de la razón con el destino.

Me adelanta a los contraataques repitiendo y reafirmando algunos preceptos base de este escrito.

Se me dirá que validar una expresión por el hecho de haberse mantenido en el tiempo sería como validar el maltrato a las mujeres por ser una práctica de la tradición ancestral; a eso respondo que los ritos, las representaciones, los juegos, la fiesta con un guión básico, vienen de la cultura, repercuten en ella y tienen la posibilidad de modificarla, de moderar comportamientos desbordados al dar un tiempo y un espacio para desbordarse y hacer que los torrentes de la pasión y el deseo fluyan por canales; es decir, es dentro de ese juego de representaciones donde podrán cambiarse ciertos referentes guías de la conciencia.

Si todos los tratos buenos y malos fueran representados, ritualizados y ubicados en un tiempo y un espacio, es posible que la violencia cotidiana disminuyera considerablemente.

La guerra acordada en el Solsticio de Verano entre comunidades indígenas andinas, bajo la forma del Inti Raimi o San Juan, además de hacer un tributo con sangre a la generosidad de la tierra, puede también exorcizar un año de potenciales disputas. Creo que la sociedad contemporánea adolece, entre otras cosas, de un espacio y un tiempo de trastorno en la que el ser pueda romper la represión y desatar todas sus fuerzas lúdicas y creativas.

A tiempos sacros como el carnaval, se los intenta suprimir en nombre de la civilización (léase formatos y horarios, cordialidad burocrática y ausencia sentimientos fuertes), del orden, del trabajo, de la razón, de la urbanidad o del francesísimo derecho a no ser tocado; derecho en el que yo también creo, pues la sociedad contemporánea es lasciva por su alto grado de represión sexual, además, nadie tiene derecho de infringir dolor a otra persona sin su consentimiento y nadie es quién para transgredir los hábitos particulares de cercanía física de las distintas culturas; en nuestra cultura urbana del extremo occidente, los límites de cercanía física son bastante imprecisos, cambian constantemente por las relaciones interculturales y varían mucho entre regiones e individuos. Sería importante hacer un examen sincero de nuestros gustos y predilecciones: qué tanto son nuestras y qué tanto prestadas son nuestras afirmaciones y posturas. A mí me gustan también los juegos en que tocamos, despertamos animales dormidos, formamos una gran masa de calor o somos parte del flujo plácido de una elevación colectiva.

Creo que la oposición radical a las corridas de toros obedece de manera inconsciente más que a un rechazo a los tratos crueles contra los animales, a un sentimiento anti español y sobre todo a una necesidad de distanciarse de los signos de una clase feudal terrateniente de la sierra ecuatoriana; rechazo por demás legítimo y justificado si revisamos nuestra realidad cotidiana e histórica. Sin embargo, suprimir una expresión de la riqueza simbólica de una cultura por identificación con una situación histórica partiucular, por dura o injusta que sea, es una acción fóbica irracional que atenta contra los derechos particulares de la diversidad cultural humana; de allí, a perseguir a los oficiantes religiosos afro americanos o a los médicos tradicionales indígenas hay un paso y, esto, solo depende del sector social que detente el poder.

Unos crecen con el desafío y otros con el pacto o la contemplación y todo eso compone la riqueza patrimonial de la diversidad humana.

Creo que es legítimo que donde no ha habido tradición taurina no se la instaure, si esto significa violentar las bases cosmogónicas que han formado un tipo especial de sensibilidad en un particular conjunto humano; pero, donde sí existe la tradición (hoy llamada afición) sea España o Quito está bien que se la mantenga. Dirán cómo así en Quito si en América ni siquiera habían esos toros, yo respondo: tampoco había Cristianismo.

La afirmación de los derechos culturales se tiene que equilibrar con los derechos universales de libertad individual y colectiva. El derecho de las colectividades a no ser aplastados por los grandes poderes: trasnacionales, estado, poder clerical, ideología dominante, etc., y el derecho de los individuos a no ser aplastados por la colectividad a la que pertenecen.

Las oposiciones entre colectividad e individuo, dinamismo revolucionario y tradición, razón y placer no son irreconciliables sino más bien complementarias y necesarias en el desarrollo de futuras síntesis de las que se nutrirá la cultura humana.

Las fobias hacia el otro no han hecho más que sepultar información y referentes de lo que luego la historia y las nuevas generaciones lamentan mucho.

Es posible que ocn el tiempo desaparezcan las corridas de toros, la cultura siempre cambia, es posible que en un futuro próximo nuestra alimentación principal sea a base de insectos.

Hoy por hoy, nuestra cultura contemporánea es esquizoide, comemos carne pero nos espanta ver sangre; sin embargo, alguien tiene que matar los animales para que podamos comer y así la discriminación entre seres humanos se perpetúa. Creo que si comemos carne (yo sí como carne, por si acaso) debemos, aunque sea una vez en la vida, pasar por la experiencia de matar una tórtola y comérnosla, por poner un ejemplo.

Hay en múltiples ritos ancestrales las claves para reestablecer nuestra relación ancestral con la sangre, quizás así dejemos de creer que los alimentos emergen mágicamente del supermercado y que los pesares y desafíos que producen el pensar en la vida, el amor y la muerte se arreglan con un fármaco.

Quizás en otro tiempo habrá otros caminos para recordar que tenemos un entendimiento luz para hacerle el quite a la muerte mientras la respiración no descanse. La representación es conjura y dominio de las fuerzas, si no hubiéramos descubierto los misterios del canto y de la danza, es posible que al final de nuestro cada día terminara en orgía o en asesinato. Mucho le debe la paz del mundo, al juego, al rito y a la fiesta.

Confío en la seriedad de palabra de quienes me pidieron la firma y que de verdad contemplen estas salvedades tradicionales si queremos ser coherentes con un principio de respeto a la diversidad de la cultura.

América es el único continente extendido de polo a polo y, nosotros, estamos en la mitad de este gran territorio. La lucha continental por el laicismo, la educación científica, los derechos civiles de los pueblos, colectividades e individuos, implica también el respeto a toda expresión cultural y religiosa adoptada libremente por quien la practique siempre y cuando no atente contra la integridad de otro individuo, de otro conglomerado humano o del medio ambiente común.

Tiene, todo el continente americano, que convivir las estructuras simbólicas nativas con las estructuras simbólicas sincréticas y con las particulares y diversas estructuras simbólicas del Ecumenio. Nuestra ilustración depende de la cantidad, calidad y diversidad de estructuras simbólicas que dominemos, en las que nos movamos y con las que nos relacionemos.

Estas estructuras simbólicas están en la palabra hablado o escrita, en la representación, en los ritos, en los juegos, en los sistemas, en los íconos; todos estos son fuentes de información, memoria y pasión. Destruirlos es destruir conocimiento, un crimen de lesa humanidad como lo es el que comete el sistema capitalista al botar toneladas de alimentos al mar para mantener precios, si estos excedentes alimenticios fueron entregados a los sectores empobrecidos y necesitados de la humanidad estarían aliviando la vida a un sector humano excluido de comprar y consumir y por tanto no afecta a ningún mercado.

El mundo es capaza de ponerse de acuerdo para destruir un país en una semana, pero no es capaz de ponerse de acuerdo para aliviar a un continente del hambre.

Conservar las fuentes de información es tener la posibilidad de vivir, de sobrevivir o sobrellevar las crisis sucesivas que la evolución nos presente.

No creo en la rivalidad entre tradición y ruptura creo que ambas se necesitan y se vigorizan mutuamente. Creo necesario incorporar referentes culturales diversos y múltiples que hagan contrapeso y provoquen reflexión y distancia frente a un bloque ideológico dominante que se muestra como único; hay que recuperar y fortalecer los saberes, visiones de la vida, encuadres existenciales, caminos interiores individuales y colectivos (hay sueños y delirios colectivos) priorizando, como en una correcta política ecológica, el fomento a lo que se encuentre en condiciones frágiles y en peligro de desaparecer. Junto con eso creación y recreación libre, expansión de la potencia lúdica e la libertad de la creación artística.

Toda visión del mundo merece ser expresada y no sólo se expresa con palabras, hay el rito la fiesta y toda representación. En la expresión de la diversidad se encontrarán y contrapondrán relaciones distintas con la realidad, y prevalecerán o se harán dominantes las que sigan empantanando con el universo interno de las personas.

Se ataca una especial relación con el reino animal, por ser especial es un producto elaborado de la cultura, por lo general desde la vivencia urbana de quien su única relación con la naturaleza es la de sus funciones orgánicas, no quisiera pensar que los militantes de causas que consideran ecológicas, no tengan la elemental coherencia de separar la basura ni la conciencia del recurso biológico básico que se desperdicia al no hacerlo: oxígeno, humus, alimento, vivienda para la fauna.

Ojalá las fuerzas del mercado dejen de dominar las dinámicas humanas pero mientras eso no suceda, la raza de toros de lidia dejaría de existir si se suprimirán las corridas de toros. Sería respetable que los detractores de las corridas de toros compraran toros de lidia y les dieran una vida digna, como lo que intentaron hacer militantes ecologistas al comprar tierras en Mindo e impedir el paso de la O.C.P. (Oleoducto de Combustibles Pesados), ahí se chocaron contra el poder del estado y los compromisos económicos del comercio internacional y de algún modo se evidenció lo amarradas que están las leyes a los irracionales condicionamientos del dinero.

En este mundo hay de todo, tanto a nivel de pueblos como de individuos, nuestros cromosomas contienen información múltiple y contraria. Hay pueblos que requieren del contacto con la sangre para recordar el valor total de la vida, otros en cambio tienen como tabú el matar animales y son vegetarianos desde hace milenios. La cultura cambia y oponerse a los cambios es oponerse a la evolución, pero los cambios que no se dan por una dinámica interna propia que de algún modo son impuestos y presionados desde el exterior tienen efectos contraproducentes a más de la brutalidad que implica una destrucción indiscriminada que acaba por igual con lo decadente y oscurantista como con lo bello y digno de continuarse.

Todas las formas de mirar el mundo y de comulgar con él tienen derecho a existir y expresarse, reprimir cualquiera de ellas es atentar contra el derecho a no ser discriminado.

Es lícito declarar territorios libres de corridas de toros, pero no donde hay una tradición de eso. En nuestro continente a más de la información autóctona que debe ser visualizada, fortalecida, afirmada y asumida, están los sincretismos simbólicos del mestizaje y las diversas y particulares cosmovisiones de los múltiples y diversos pueblos que en esta tierra habitan.

Mi apuesta es que podamos vivir todos.

Sé que es un tema bastante complejo y da para largas discusiones. No quisiera que un desacuerdo puntual como éste bloquee un proceso de relación entre quienes formamos un amplio espectro de posturas críticas al sistema dominante. Muchos cabos quedan sueltos y ofrezco posteriores entregas para profundizar detalles.

sábado, 8 de diciembre de 2007

El fin de la ducha caliente/ Esteban Ortiz Mena


PEQUEÑOS COMENTARIOS SOBRE EL ÚLTIMO FESTEJO DE LA FERIA DE QUITO “JESÚS DEL GRAN PODER 2007"

Por Esteban Ortiz Mena

Yo creo que los libros lo escogen a uno y no al revés, como se cree…

La mañana del 6 de diciembre de 2007 traía una mezcla de sensaciones. Era el último día de Feria. También estaba cansado: el trajín de nueve días intensos es agotador. Por eso, esa mañana, algo aletargado escogí un libro al azar (que terminó escogiéndome a mí). Me lo llevé a la cama porque tenía frío y sobre todo porque me quería volver a acostar. Son esos días en los que alargamos el momento de levantarnos, como si existiera un mundo paralelo del cual no quisiéramos salir: el de los sueños.

Al repasara las primeras hojas encontré un dialogo del personaje de la novela (un estudiante en París que pasa las penurias de vivir lejos y en condiciones precarias, pero dignas) con el cual me identifiqué: “El abono trimestral de la piscina había sido una importante inversión de mi parte, pues costaba 120 francos, pero una ducha caliente cada día era lo único que podía devolverme a la vida”.

El valor de una ducha caliente, dice Santiago Gamboa en El síndrome de Ulises, va más allá del precio o del chorro de agua que cae y se convierte en la sensación placentera que da sentido a la vida.

Los días de toros son esa ducha caliente que es, también, lo único que nos podía devolver a la vida. Que no es eterna (ni la vida, ni la ducha). Es como La tregua que Mario Benedetti da en su novela a su personaje principal: “Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistí a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era sólo una tregua. Ahora estoy otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más”.

Esa tregua de felicidad: los toros.

Así vivimos los taurinos, de tregua en tregua, en búsqueda de nuestra felicidad. Esa ducha caliente de nueve días… que ya se acabó.

Por cierto, esa tarde, en el primer toro… la enormidad de César Rincón. Quizás ayudó a que la tregua sea un poco más larga y el sabor a fin de fiesta, mucho más placentero.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Las novilladas de toros/ Nochetriste

Reseña de la octava de la Feria “Jesús del Gran Poder”

Por Nochetriste

Las corridas de toros se llevan a cabo con animales que han cumplido los cuatro años. Se cree, desde ya hace más de ciento veinte años, que es esa la edad de madurez de un toro y en la que ya los animales de estas características han alcanzado físicamente su mayor expresión, tanto corpórea como cornea.

Quienes matan estos animales deben pasar por una ceremonia que se llama “la Alternativa”, en la cual dos alternantes, que ya pasaron por este trámite, les confieren dicho título, el de matador de toros. Uno en calidad de padrino y otro en la de testigo. A partir de entonces, quienes han pasado por “la Alternativa” matarán animales de cuatro o cinco años y en la jerga taurina se dice que ya nunca perderán el honor de ser matadores de toros.

Antes de esta ceremonia, quienes quieren llegar a ser matadores de toros, deben pasar por dos instancias previas. Novilleros sin picadores y novilleros con picadores. En el Ecuador por los pocos festejos que se dan en el país, la primera instancia es muy corta, solo hay tres novilladas sin picadores institucionalizadas en todo el año, son en Quito y hacen de prolegómeno la Feria que ahora vivimos.

Las novilladas con picadores, son en las que ya están aquellos que tienen algo que permite ver que pueden llegar a matadores de toros. En sí, significan el camino a recorrer para decidir si este es un camino de vida para los respectivos jóvenes. Normalmente, en estos espectáculos lo que más se ve son las formas en bruto de los aprendices de torero, además de la necesarísima voluntad y valor que necesitarán para llegar a matadores de toros.

Los novillos, es decir, los animales de tres años, normalmente son más fáciles que los toros, pues son más pequeños de tamaño y eso cuenta mucho sicológicamente y porque vienen y van con más alegría, reparan menos en los defectos de los toreros y en general son más alegres en su embestida.

Los toros con cuatro o cinco años ya son otra cosa, ellos, con las barbas en su sitio, piensan más, tienen otra mirada y demuestran en el ruedo que quien está delante debe estar preparado para su lidia.

Ayer, en la Plaza de Toros de Iñaquito se llevó a cabo la octava tarde de feria. Fue una novillada en la que toreaban dos españoles y un ecuatoriano. Este último es una de las promesas del Ecuador y en Quito se le esperaba con enorme expectación. Los novillos eran de Trinidad y uno de Mirafuente, todos de encaste Domecq. No ayudaron a los toreros y con pocas excepciones la tarde resultó aburrida y tediosa.

Los novilleros dejaron otra impronta de la esperada. El ecuatoriano fue lesionado por su segundo novillo en los ligamentos de la rodilla, por lo que la expectación se quedó en la enfermería. Y los dos españoles esbozaros posibilidades, sin dejar esas estampas de jóvenes que quieren llegar a pesar de todos los impedimentos que les pone la realidad; que echan rodilla en tierra si el animal no colabora; que entre quites vistosos, naturales o derechazos destellan futuro; que matan a los animales con total entrega, arriesgando, casi inconscientemente, todo lo que les queda de vida.

Ayer vimos una lesión y dos españoles de escuelas taurinas, que no salen del molde. Que imitan y no crean, que siguen y no guían, que tranquilizan y no ilusionan.

Ayer vimos una novillada flojita para dos españoles flojitos y un ecuatoriano que tras un año de esfuerzos, suyos y ajenos en España, se encontró con la mala suerte y nos dejó el sinsabor de la expectativa tardía.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El difícil arte de insultar/ Esteban Ortiz Mena


PEQUEÑOS COMENTARIOS SOBRE EL SÉPTIMO FESTEJO DE LA FERIA DE QUITO “JESÚS DEL GRAN PODER 2007"

Por Esteban Ortiz Mena

Insultar con altura, siempre es difícil…

En un país en el que es cada vez más fácil ser víctima de insultos, también es cada vez más difícil sentirse ofendido. Las circunstancias son tantas como insultos puede haber.

¿Quién no ha sido insultado? Ahora el irrespeto es tal que ya no se considera ni edad ni condición ni género. La falta de moral y caballerosidad genera que el intento por humillar no tenga límites. Cuántas veces mujeres se ven vejadas por diversas causas sin que exista un mínimo de respeto. Por eso, nadie merece ser insultado.

A más de la dificultad por ofender, también existe una falta de originalidad. Hablando estrictamente, casi nada ofende ya de veras y los taxistas, buseros, algún ignorante que va a los toros a insultar al Presidente de Plaza y otros insultadores profesionales se ven en apuros ante el desafío de encontrar las palabras justas.

Puede ser por costumbre o por la falta de originalidad que ya no nos inmutamos con dichos y expresiones que también van evolucionando. Los términos cambian intentando sorprender y llegar con la verdadera fuerza de una humillación. Ahora a nadie se le ocurre expresarse con un anacrónico ¡mequetrefe!; un débil ¡cuadrúpedo! o un infantil ¡cuatrojos!.

El insulto DEBE ofender. De la variedad clásica de insultos graves, ¡hijo de puta! ha perdido mucha eficacia, quizá por la cada vez más alarmante falta de respeto a la madre, por lo que no nos inmutamos con el sentido de la expresión. En cuanto a ¡imbécil!, ya no hay nadie que se lo tome en serio; es más, no es raro su uso como apelativo afectuoso; ¡cretino! que tuvo tanta fuerza en el pasado, ha caído en desuso, y otro tanto hay que decir del popular y antaño ofensivísimo ¡desgraciado!. Sobre el término “idiota”, “estúpido” y similares hace tiempo que se consideran romos y en exceso subjetivos y otros como “pillo”, “canalla”, “miserable”, “cerdo” y “bobo” sólo pueden salir de alguien tremendamente ingenuo o arcaico.

¿Qué sucede? ¿Es que ya nadie se sorprende por nada? O, por el contrario, ¿se ofende la gente tanto como siempre, pero la ofensa no llega ya a través del insulto directo, demasiado primitivo para nuestro tiempo?

En fin… ayer en la Plaza de Toros Quito ocurrió algo de esto.

Una corrida de toros es un espectáculo popular, cultural y de altura. Por eso, lo ocurrido no tiene nombre. Aunque discrepemos con la Autoridad, aunque creamos que haya fallado en sus decisiones, esto no nos da derecho a faltar al respeto a quien ostenta un cargo público. Si nos opusiéramos a otras decisiones, viviríamos en un estado de anarquía al cual, bajo ninguna circunstancia, quisiéramos llegar. Una vergüenza el episodio protagonizado por el máximo representante de la Cámara de Comercio de Quito.

No se preocupe señor Presidente de Plaza, el festejo fue muy malo y usted no tiene la culpa. Suponemos que este sujeto debe de tener educación básica y debe de carecer de los más elementales principios de torería como para no entender que así son las decisiones en una Plaza, aunque no estemos de acuerdo. La instigación y la calumnia son delitos, así que siga usted haciendo lo que tiene que hacer, y no se junte con delincuentes. Estoy convencido de que tiene todo el respaldo de la afición que va con altura a una plaza de toros a disfrutar de lo que ocurre en el ruedo y que también se siente ofendido por la actitud prepotente de un sujeto que quiso tener protagonismo en un espectáculo donde los únicos protagonistas son toro y torero.

Estoy seguro de que los epítetos calumniosos no fueron los suficientemente originales como para sentirse insultado.

La vulgaridad destruye cualquier tipo de arte. Y del resto nada, absolutamente nada…

martes, 4 de diciembre de 2007

La tarde definitiva/ Nochetriste


Reseña de la sexta tarde de la feria "Jesús del Gran Poder" 2007

Por Nochetriste

Los toros de la ganadería de Baltasar Iván son famosos por su bravura y sus bellas formas. En una pared de dicha ganadería se lee: "Los toros de Baltasar son chiquitos y bonitos pero bravos a rabiar". En la sexta tarde de la feria de Quito parece que los ancestros no iluminaros a sus crías, pues la novillada de la ganadería de Santa Rosa- proveniente de Baltasar Iván- no llenó las expectativas que los aficionados que fueron a la plaza tenían de ella.

En la fiesta taurina cuando los toros, los máximos actores de plaza no ayudan a los toreros, cuando no entran dentro de los miles de matices que hacen que digamos que han ayudado para un triunfo- bravura, codicia, nobleza, clase, toreabilidad, transmisión son algunas de las condiciones que debe tener un toro en su embestida para poder decir que ha ayudado- por mucho que hagan los toreros de turno, nada pasará.

En la tarde del 3 de diciembre toreaba un novillero ecuatoriano del que queremos hablar. Viene de familia taurina, dicen que tenía un tío que sabía de toros lo que pocos en este país, que llenaba las tertulias con su gracia y vivía entre toros y noches. Ese tío podría haber sido profesional, dicen también, pero la vida lo puso en otros senderos y ahora dos de sus sobrinos quieren hacer del mundo de los toros su forma de vida. Martín Campuzano se llama uno de ellos y su ejemplo le sirve a este escrito como demostración de lo duro que es el mundo de los toros en el Ecuador.

Para llegar a torear en la plaza de toros Quito quienes quieren llegar a ser toreros, deben hacer todo lo imposible por torear. En Ecuador se dan toros en todo el país, en contra de lo que cree la mayoría de la gente. Desde Lago Agrio hasta Valencia Quevedo; desde Loja hasta Esmeraldas; desde Puyo a San Miguel de Bolívar.

En todos esos sitios habrá estado Campuzano este año y en muchos más. Por las condiciones de esos festejos, habrá cobrado poco menos que los gastos que le costó trasladarse y pernoctar en dichos lugares. Además de viajar, las condiciones de esas novilladas o festivales son profundamente distintas a las de torear en Quito, Ambato, Riobamba o Guayaquil –las plazas más importantes y tradicionales del país-, porque no hay enfermerías en las plazas portátiles que se montan, porque los toros que van allá no brindan garantías la mayoría de las veces y porque los kilómetros desgastan y los triunfos duran menos de media hora del viaje de regreso, pues ninguna de estas tardes significa nada para crecer taurinamente de cara a las grandes empresas del país.

Además, nuestros toreros deben pagar por matar toros en las plazas de tienta de ganaderos que decidan venderles animales de poca confianza, enfermos o con defectos que les impidan lidiarse en público.

Así llega Campuzano, con todas las cartas puestas en Quito. Y cuando en el coso de Iñaquito no puede ser, cuando los toros no ayudan o los toreros están en una tarde desafortunada las perspectivas se complican a futuro. Si en la feria
"Jesús del Gran Poder" la cosas no se dan como se esperaban, habrá que esperar un año al menos para esbozar alguna esperanza.

Pepe Moral que compartía cartel, es español, en similares circunstancias que Campuzano, pero nacido en las iberias. Este año toreó y triunfó en Madrid después de haber toreado, en el mes de mayo ya, veinte novilladas. Cerró la temporada con más de cincuenta tardes y se fue de Quito con el mismo resultado que Martín. La gran diferencia es que él regresa a un país que acoge más de tres mil festejos al año y seguramente Moral entrará entre los que se acomodan y reconocen a estos- un festejo en Quito por ejemplo- como pequeños fracasos.

Campuzano, nuestro compatriota, hoy habrá dormido hasta tarde, escondiendo en las sábanas la frustración de irse sin gloria. Su vocación- porque para dedicarse a esto hay que ser casi un súper hombre- es la que dirá si se despierta y ya tiene en la cabeza otras posibilidades taurinas o si, como tantos otros compatriotas que pudieron llegar alto, repara en que ser torero en el Ecuador, con tan pocas oportunidades, es una utopía que no tiene sendero conocido.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Lágrimas en una tarde de Domingo/ Esteban Ortiz Mena


PEQUEÑOS COMENTARIOS SOBRE EL QUINTO FESTEJO DE LA FERIA DE QUITO “JESÚS DEL GRAN PODER 2007"

Por Esteban Ortiz Mena

Extraño esa capacidad de llanto y alarido. Correr con lágrimas en los ojos sin que importe nada más que el lamento (y los motivos que lo producen) es algo que asombrosamente olvidamos con el tiempo… por eso se vuelve necesario llorar.

El toreo es tan grande que desborda lo que sentimos, nos llena tanto el alma que logra humedecer nuestros ojos con mucha facilidad. En los toros, las lágrimas brotan sin explicación, por generación espontánea, cuando lo que se ve (y se siente) llega a los sentidos.

Por eso, el toreo es un ejercicio espiritual que carece de sonidos cuando brotan los sentimientos. Así lloro en silencio Diego Rivas. Ejercicios de intimidad única, porque sólo el torero siente la inmensidad de lo que genera; y solo el espectador vive la intensidad de lo que esta viendo. Fueron cuatro orejas y todo le salió bien. Hasta las lágrimas.

Es que los toros están hechos de momentos y a mas intensidad, mas profundos se vuelven; más calan en nuestros sentidos. Ahí aprendí que en eso radica el arte: en revolver los sentimientos y llorar. “Los sentimientos son pensamientos en conmoción” decía Unamuno… pues en eso también, porque el pensar es un sentir y “la emoción del toreo, para el que lo hace como para el que lo ve, nace de ese pensamiento conmovido” (Bergamín José, La música callada del toreo, ed. Tuner, Madrid 1994, p8.)

La entrega y el pundonor bien descrito: esos es Domingo López Chaves. Por sus lágrimas y sus cojones… por las nuestras también. La verdad genera emoción cuando se describe de manera honrada. Tanto, que lágrimas brotaban cuando emocionados veíamos torear y también cuando fue golpeado por un toro. Las gotas de sangre y de lágrima son las mismas pero de diferente color. Muchas veces también lloramos sangre, aunque no lo notemos.

Porque fue la tarde de Domingo… y con un solo toro, aprendimos grandes lecciones de vida. Intensas e irrepetibles.

Fernando Claramunt dice que los toros “me han ayudado a comprender que, por la práctica repetida de una conducta irracional y apasionada, descubre uno mejor la distancia entre los sueños y la realidad”, haciendo que podamos vivir con “intensidad momentos irrepetibles e inolvidables”.

Llorar, como la torería, es un complemento del pensamiento conmovido que cuando brota en una plaza, nadie que así lo sienta, lo puede contener.

Fue un festejo de lágrimas y emociones. Sí, eso fue lo que pasó una tarde de domingo…

domingo, 2 de diciembre de 2007

El gusto por el humo de la chimenea/ Esteban Ortiz Mena


PEQUEÑOS COMENTARIOS SOBRE EL CUARTO FESTEJO DE LA FERIA DE QUITO “JESÚS DEL GRAN PODER 2007"

Por Esteban Ortiz Mena

Lo mejor de la tarde de hoy: una chimenea. Conversación agradable frente a unos leños encendidos con toreros que se quitan el traje que les cubre de héroes y se vuelven aficionados. Las luces del traje se transforman en destellos brillantes de luz de chimenea ardiendo sabiduría y anécdotas a través de una conversación agradable.

Las palabras iban y venían: se cruzó por el camino Oscar Wilde, volvíamos al toro bravo, pasando por la comparación de la utopía con el horizonte que hace Eduardo Galeano (me enteré que la utopía es como el horizonte: cuando damos esos primeros diez pasos, nos damos cuenta de que queda diez pasos más lejos. Por eso es importante, porque nos motiva, al menos, a seguir caminando), lidiando faenas intensas, hasta la belleza del lugar donde nos encontrábamos.

La chimenea tiene ese poder misterioso de aglutinar. El calor abriga, así como las palabras bien dichas: fueron varias faenas las vividas, escuchando sobre encastes, descubriendo como se puede torear sin toro conversando.

La casa de unos ganaderos generosos, a pesar de la preocupación por la preciosa corrida santacolomeña que lidian el día de mañana, que nos recibieron con las puertas abiertas. Estaban los toreros españoles que los torean, sin ambages ni tapujos. Las mejores tertulias son espontáneas, a la salida de una plaza…

Por cierto, los toros de la tarde de hoy... Luego de tanto, hasta me había olvidado que hubo corrida.

De lo de hoy, “na´ de na´”… me quedo sin duda, con las enseñanzas que se impregnan a la piel como el humo de la chimenea.

Ya veremos mañana…

sábado, 1 de diciembre de 2007

Una cuestión de fe/ Esteban Ortiz Mena


PEQUEÑOS COMENTARIOS SOBRE EL TERCER FESTEJO DE LA FERIA DE QUITO “JESÚS DEL GRAN PODER 2007"

Por Esteban Ortiz Mena

Los toros son una cuestión de fe. Y para entender la fe, hay que profesar un culto.

Héctor Abad Faciolince, comenta en una novela maravillosa (El olvido que seremos, libro de lectura obligatoria que recomendamos fervientemente) que en asuntos de religión, creer o no creer no es sólo una decisión racional. La fe o la falta de fe no dependen de nuestra voluntad, ni de ninguna misteriosa gracia recibida de lo alto, sino de un aprendizaje temprano, en uno u otro sentido, que es casi imposible de desaprender. Si en la infancia y primera juventud se nos inculcan creencias metafísicas, o si por el contrario nos enseñan un punto de vista agnóstico, o ateo, llegados a la edad adulta será prácticamente imposible cambiar de posición. Los niños nacen con un programa innato que los lleva a creer, acríticamente, en lo que afirman con convicción sus mayores. Es conveniente que sea así, pues qué tal que naciéramos escépticos y ensayáramos a cruzar la calle sin mirar, o a probar el filo de la navaja en la cara para ver si corta de verdad. Creer a ciegas lo que le dicen los padres es una cuestión de supervivencia, para cualquier niño, y en eso caben los asuntos de la vida práctica como también las creencias religiosas. No creen en fantasmas o en personas poseídas por el demonio quienes los han visto, sino aquellos a quienes se los hicieron sentir y ver (aunque no los vieran) desde niños. No creen en toros quienes no han experimentado esa transformación metafísica al involucrarse en una faena, ver un par de banderillas y contagiarse del espectáculo.

El Fandi, como cura en procesión, logró con sus sermones mas adeptos. Seguramente, hasta convertidos. Los niños en los tendidos contagiados del rito; en las calles muchos más poniendo banderillas con la alegría de un juego bien aprendido. Cortó dos orejas, una a cada toro, lo que le valió ser cargado a hombros y salir por la Puerta Grande. El santo en andas y los niños adorando al rehiletero.

Lo mejor El Juli, que toreo para los conversos. Mientras El Fandi captaba adeptos, con El Juli los confesos hacían la confirmación.

Y todos salimos contentos…