miércoles, 30 de septiembre de 2009

El mito de Curro Romero/ Ignacio de Cossio


Conferencia pronunciada por el escritor, periodista y crítico taurino Ignacio de Cossío con motivo de los Cursos de Verano de la Universidad de Almería, celebrado el pasado miércoles 8 de Julio de 2009 en la Plaza de Toros de Roquetas del Mar, junto al historiador y cronista José Luis Suarez Guanes y al taurino y mozo de espadas del gran Faraón, Gonzalo Sánchez "Gonzalito".

¡Señoras y señores! Buenas tardes y gracias a todos por acompañarme un día tan especial. En primer lugar quisiera felicitar al Ayuntamiento de Roquetas de Mar en su Área de Educación y Cultura, a la Universidad de Almería y a la empresa de la Plaza de toros de Roquetas de Mar, especialmente en la figura del diestro Víctor Zabala de la Serna, por concederme la posibilidad de encontrarme aquí en la ciudad de Roquetas del Mar y ante los universitarios almerienses para hablarles del maestro Curro Romero.Curro Romero, es el último torero de leyenda, de personalidad arrolladora, mitificado hasta la misma linde de la mitología taurina. Su toreo tan lleno de garbo, señorío y empaque ha sido imposible de explicarse del todo, resulta difícil catalogarlo, encasillarlo por su forma de interpretarse, no es sevillano, no es agitanado sino más bien rondeño pero no totalmente, era personalísimo, inconfundible, irrepetible como la esencia de Romero, Curro Romero sin más.Llegó al toreo por el camino de la necesidad, que no es otro que el que alimenta el espíritu de los valientes. Nace, en el seno de una familia humilde y obrera que pastorea ganado tras la guerra civil en el Cortijo de Gambogaz propiedad del General Gonzalo Queipo de Llano, y allí mismo guardando vacas, ovejas y cochinos escucha los primeros olés de su vida, arrastrados por el viento, que desde la Maestranza le llegaban con el río. A los catorce años de edad cuando siente la necesidad de escapar de ese mundo que le rodea, se adentra en el planeta de los toros, un territorio que no le era menos familiar por otra parte pues su padre era un buen aficionado e incluso tenía un tío paterno que llegó a torear de becerrista en la plaza de toros de Sevilla. Con el apoyo de los suyos y el paso de unos años comienzan los tentaderos que le permitirán debutar de luces con éxito en la Pañoleta el 25 de Julio de 1954; y dos meses más tarde hacer lo propio con caballos, concretamente el 8 de septiembre en la ciudad de Utrera, actuando con Juan Gálvez, Paco Corpas y Ruperto de los Reyes, recogiendo un sonoro triunfo. Su carrera se toma un descanso a la vuelta de su actuación en Barcelona el 1 de enero del siguiente año para incorporarse al servicio militar en la Maestranza de Artillería de Sevilla sito a escasos cien metros del Coso de Baratillo. Una vez licenciado y con la recomendación de su apoderado Antonio Chaves, nieto de “Camero” – el que fuera picador con Joselito, y con la intermediación de Diodoro Canorea-, logra debutar en Sevilla, el 26 de mayo de 1957, sustituyendo al herido Juan García “Mondeño”.La tarde de su presentación en Sevilla y especialmente la faena realizada al sexto novillo de la tarde de nombre “Radiador” de Benítez Cubero, causó un impacto mayúsculo entre los aficionados que pronto comienzan a comparar su personalísimo empaque y majestad con el mismísimo Reverte o Antonio Fuentes.En su primera etapa surge el Romero más puro, el más clásico, el más belmontino, fiel a la mejor tradición de los toreros de los años treinta. Si Paula fue el sueño del Pasmo, Curro es su sonrisa, la alegría, el disfrute del arte. Toreo cien por cien natural, aunque, sin el dramatismo ni el barroquismo gitano, se convirtió de repente en la sombra del toreo flamenco en pro de esa cruzada que se dió en llamar por y para el arte.Recordemos los versos del poeta valenciano Rafael Duyos:¿No hay guitarra que te cante?¿No hay soleá que te nombre?¿No hay son de palmas que digaLo lento de tu capote…?En aquellas fechas puede decirse que nació a la vez el movimiento más leal que ha existido alrededor de la figura de un torero, cuasi una religión, más conocido como el “currismo”. De Sevilla se extendió a todo el país formando legiones enteras de aficionados que le siguieron, lo esperaron y se deleitaron con su buen toreo desde entones hasta hace casi nueve años en donde decidió retirarse definitivamente tras un festival toreado en La Algaba, contando con sesenta y seis años de edad; y cuarenta y dos años de profesión a sus espaldas.El paso de Curro Romero en la historia de la tauromaquia ha sido trascendental pese a demostrar una irregularidad considerable en su trayectoria profesional. Las tardes gloriosas se intercalan con las más decepcionantes, descubriéndonos hitos y cifras que nos hacen romper cualquier otra estadística conocida, lo de Curro era imprevisible, tenía que estar muy seguro que el toro tenía condiciones ya que para su forma de interpretar el toreo requería de un toro bravo que siempre obedeciera hasta el último tercio y eso según el maestro apenas salía muy de tarde en tarde.A lo largo de su extensa carrera se puede afirmar que el estilismo y la personalidad arrolladora de Curro Romero, unido a un gran oficio y una buena técnica a su servicio para abreviar con el toro que no le convenciera y finiquitar al complicado, le convirtió en un erudito taurino, con él cada fracaso le daba tanto caché como a los demás los éxitos, convirtiéndose aún durante sus tardes negras en todo un héroe popular.En el recuerdo de aquellos años se conservan faenas memorables como la de su debut en la plaza lisboeta de Campo Pequeño, en donde se entretuvo en dar cuatro vueltas al ruedo mientras que los capitalistas al finalizar el festejo se lo llevaron a hombros hasta el hotel situado a cinco kilómetros de la plaza. Tan solo Manolo dos Santos en su despedida y Curro Romero en su debut novilleril han logrado salir a hombros por la plaza portuguesa. Curro deja tras de sí toda una manifestación de partidarios y detractores, que se afianzan con el tiempo, heredándose de padres a hijos. Su toreo no deja a nadie indiferente, genial en todo y por todo, hermanado con el Divino Calvo, Rafael El Gallo en aquello de hacer de la improvisación inspirada por los sentimientos toda una religión. Nunca se sabía que iban a hacer, ni el cómo ni el porqué. Capaces de todo y de nada. De armar un alboroto o formar la marimorena. De triunfo increíble o de fracaso impensable. De dos orejas y rabo o toro al corral. Siempre distintos y únicos de un día para otro.La alternativa no se hace esperar y la toma sin pena ni gloria el 18 de marzo de 1959 en Valencia contando como padrino Gregorio Sánchez y testigo Jaime Ostos, el toro tocado en suerte del Conde de la Corte se llamó “Vito”. Otra actuación En el Domingo de Resurrección en Málaga le preparan para su vuelta a la Feria de Abril en Sevilla. Esta sería la primera de sus cuarenta ferias abrileñas interrumpidas en las que tomó parte el camero.La tarde de 26 de mayo de aquel año frente al novillo “Gallego” de Peralta, realiza una de sus mejores faenas. Las fotos de la efeméride delatan un toreo de cante grande, de mucha entrega, de compás abierto, de pierna adelantada, de manos muy bajas, arrastrando el capote a lo Curro Puya.Antonio Díaz-Cañabate notario de excepción del triunfo de Curro con el de Contreras afirmó tras su actuación maestrante:“Ya ví a Curro Romero. Sevilla es la tierra del duende. El duende es lo misterioso del arte flamenco. Curro Romero vino a la Feria y el duende lo acompañó escondido en el capote embrujado, en la muleta. Y no fue Curro Romero. Fue el duende el que toreó ¿Quién si no es capaz de ensoñar unas verónicas como las que vimos al duende que cosquilleaba a Curro Romero y que se abrieron en el tercer toro...como rosas? ¡Pues vaya por las rosas!, que se metieron en el aire transformadas en prodigiosos lances por la magia del duende inspirador (…) Y en el sexto…era al anochecer. El sol, en cielo aún, pero no en la Maestranza. Luz de crepúsculo incipiente. Luz desmayada de Sevilla en abril. Y el duende brincando en la muleta de Curro Romero. “Vamos pa el toro, que esta muy güeno”. Y el duende, quietecito en la muleta dijo por lo bajines: ¡Allá va el misterio! ¡Allá va el arte! Los tres pases por bajo, asombrosos, se quedaron como tres esculturas de manos griegas. (…) Y a la salida me tropecé a Curro, calle Adriano adelante en alto de la multitud, mientras el duende se quedó en el ruedo, dormido sobre tres pases asombrosos, almohada de la gracia.Gregorio Corrochano no se queda corto tampoco y remata faena el mismo día:“Curro Romero bordó el toreo, según dijo una linda mujer de mi vecindad; pintó el toreo, dijo un hombre; esculpió el toreo, opino yo. Porque es verdad que tenía primor de bordado; es verdad que tenía colorido de paleta de pintura; pero también es verdad que la pintura tenía relieve, y eso ya es escultura. Tenía son de armonía y composición; por eso cuando sonó la música en la faena yo no sabía si tocaba la banda de la plaza o salía el pasodoble de la muleta de Curro Romero; de aquellos primeros pases tan precisos, tan limpios, tan medidos, que parecía que el toro empujaba la muleta con su aire, sin lograr alcanzarla con las astas…”Sevilla no dejaría de disfrutar con su arte en otras tardes apoteósicas como: la del sobrero de Clemente Tassara en el año 60 en donde la afición afirmaba que se marchaba un torerazo llamado Manolo González y que llegaba él con aire fresco; la tarde en solitario con los seis toros de Urquijo del 66 en donde le otorgarían ocho orejas, único espada hasta el momento que logrado obtener tantos trofeos en la Maestranza; otra faena a otro toro de Urquijo en el 67; la tarde del 68 frente a distintas ganaderías; la del 80 frente a un toro de Carlos Núñez; o la del toro de Martín Berrocal en el año 72 en donde cortó 3 orejas y se negó a salir a hombros. Cinco que bien pudieron ser seis Puertas del Príncipe atesora nuestro Curro de su paso por la Maestranza.Curro es una realidad que nos afecta desde muy pronto a todos, recordemos a D. José María de Cossío en sus últimas palabras rescatadas de su Disertación final de los toros en su último tomo del Tratado Técnico e Histórico de Los Toros publicado en 1961, al terminar pronosticando una realidad muy próxima:“Hay un diestro de Camas, Curro Romero, apunta, y ya más que apunta, todo el embrujo el toreo sevillano, con un son menos jubiloso y un aire más grave, pero no menos depurado y atractivo. (…) Curro Romero pertenece a esa especie de toreros artistas que produce Andalucía, puede decirse que por la gracia de Dios. La calidad de su toreo es extraordinaria y, aún en tardes menos afortunadas, perceptible por los verdaderos aficionados. No busca el éxito en excentricidades ni nuevas suertes, sino la personalidad que presta a los eternos lances de la lidia" .Curro Romero en aquel entonces contaba con tan sólo veintiocho años de edad y dos de alternativa.Por aquellos primeros años sesenta le cogen mucho los toros y le hieren de suma gravedad. Era una quimera, se decía torear con aquella pureza a cualquier toro. En la segunda etapa, Curro sufre, una auténtica trasformación estética, comienza la reencarnación de Cagancho basado en un toreo más suave, más frágil y menos grave. El arte de Romero nace en las yemas de los dedos nadie mece la verónica con tanta suavidad, con tanta dulzura un lance se convierte en una pura caricia. Los pies asentados en la arena, el pecho fuera, siempre vestido como un príncipe y luego como ligaba uno y otro lance de punta a punta de la plaza. Desde una trinchera a un cambio de manos todo en él parecía realizado sin esfuerzo aparente. La hondura de la primera época se transformó en empaque, cadencia y arte.El poeta montañés Gerardo Diego nos desvela el secreto de su verónica caló:Lenta, olorosa, redonda,La flor de la maravillaSe abre cada vez más hondaY se encierra en su semilla.Cómo huele a abril y a mayoese barrido desmayo,esa plaza de desgana,ese gozo, esa tristeza,esa rítmica pereza,campana del sur, campana.La confirmación en la capital se confecciona con un cartel netamente sevillano: Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez y Curro Romero con toros de Eusebia Galache, se celebra el 19 de mayo de 1959 y se suspende durante la lidia del tercer toro, tras una lluvia persistente. No hay opción de ver a Romero pero la empresa repite cartel el 20 de septiembre del mismo año y Curro lo borda con un sobrero de Aleas de nombre “Regatero”.Cañabate nos relata con entusiasmo la faena al día siguiente en el Diario ABC:“Los espectadores abrieron los ojos nada más ver los dos ayudados por alto iniciales de la faena de Curro Romero. Espatarrado, cimbreante el cuerpo, cargando la suerte con majeza y empaque. Y de aquí para adelante. Una faena de toreo puro. Una faena llena de hermosura, la sin igual hermosura del toreo clásico realizado y realzado con la arrogancia, la finura, y el temple de un muchacho con gran planta de torero. Naturales con la derecha. El solo adorno de dos molinetes. ¡Pero qué molinetes! Lentos, lentísimos, suaves rítmicos, armoniosos. Se despertó Curro Romero y tan luminoso fue su despertar que el crepúsculo vespertino parecía un amanecer. El amanecer del toreo puro, casi siempre nublado por las nubes de lo monótono, de lo vulgar. Mató de una estocada, le concedieron una oreja y salió a hombros”. En Madrid con esta primera salida a hombros adquiere un cartel inmejorable, siempre con máxima expectación, en donde se le ha esperado y querido mucho. Allí sumaría siete de las ocho Puertas Grandes que pudieron ser pues también se negó a salir a hombros otra tarde en Las Ventas. Desglosemos sus apoteósicas salidas venteñas: la del 59 con el mencionado de Aleas; la de la faena al arellano del 62; la tarde en la corrida de la Prensa con los alipios en el 63; la tercera salida a hombros en el año 65, dos más en el 66 con toros de Antonio Pérez de San Fernando y la del 67 con el famoso “Marismeño de Benítez Cubero junto a Camino y Puerta. Curiosamente el día antes de la faena al citado “Marismeño” en el mismo escenario se dejó un toro vivo de “Cortijoliva” que resultó muy manso en el primer tercio y que por discrepancias presidenciales acabó el diestro sevillano detenido y conducido al calabozo. Más tarde en el año 73 es cuando se niega a salir a hombros tras una gran faena de dos orejas a otro toro de Benítez Cubero, inexplicablemente.Otra de sus gloriosas faenas y posiblemente la mejor de todas, según el cronista Vicente Zabala Portolés, se produjo en el Corpus de Granada el 23 de Junio de 1973, como así nos la relata con verdadera pasión el genial cronista madrileño desde el coso de Los Cármenes:“Las manecillas se habían detenido para ver torear. Y los gitanos del Albaicín rompieron a cantar por lo grande, y los de la Peña Platería lloraban como niños, y los jardines morunos se deshacían en fragancias, y los gorriones inmovilizaban el vuelo justo sobre la plaza de toros, y las gargantas enronquecían perdiendo la noción de los olés, y se sentían las sonantas, y Rafael llamaba a Chicuelo invitándole a que se asomara a los palcos del cielo…”Para Curro Romero el torear es un ejercicio del espíritu, es parte de su vida, es la fuente de su inspiración diaria en donde solo hay majestad y armonía, allí parece detenerse el tiempo, ya no se trata de torear despacio sino de perder la noción de la realidad y trasportarnos con él a imágenes del pasado. Curro frente al espejo de su cuarto de camas cuando toreaba de salón con el capote de su tío; Curro en la soledad silbante del artista entre los pinares de Aznalcázar a primera hora de la mañana, en el color de sus trajes en donde el verde se extiende como un arco iris desde el verde botella, mar, manzana, pistacho, lago hasta su talismán aceituna, transformado en música celestial cada pase con sus únicos instrumentos: el capote y la espada, haciéndonos a todos más presente ese aroma y esa esencia de romero.Decía Vargas Llosa que nunca había visto hacer el amor a tanta gente y al mismo tiempo que cuando toreaba el Curro Romero en la Maestranza. Algo de seducción hay en su toreo embriagador, mágico y silencioso. El escritor peruano nos recordó que el toreo es un espectáculo que se desdobla: el del torero y el del amor compartido y exhibido sin vergüenza, el del espada cuyas acciones y desplantes se ven enriquecidos por la calidez del sentimiento que, como un efluvio, mana de los tendidos hacia el albero, incitando al diestro a triunfar, a doblegar a su adversario, y el del artista que, potenciado por el mimo y el halago, por la fe y el cariño que suscita, se empeña y multiplica. Curro Romero nunca se traicionó a él mismo y a su personal toreo, siempre supo esperar y nunca se quedó a medias cuando el toro lo merecía; en definitiva que no pensó a lo largo de sus muchos años en activo en otra cosa que en los toros. Su afición desmedida posiblemente fue el secreto de su notable éxito y fama. Él nos enseño la fuerza del toreo con su diminuto capotito y muleta, especialmente a la diestra en un mundo en que además y todavía continúan todos corriendo sin pararse.En su tercera y última etapa valía el precio de la entrada por sólo verle hacer el paseíllo con aquella elegancia heredada de Lagartijo, que hasta en las tardes más aciagas nadie como él tenía aquella dignidad torera hasta abandonando la plaza llena de almohadillas.En el recuerdo de aquella época tres tardes felices, la faena de los naturales en San Sebastián en el año 73; una grabada a fuego a cámara lenta en la retina de muchos aficionados dibujando cuatro derechazos eternos ligados en redondo vestido de canela y azabache al toro “Caraderosa”, de Garzón en las Ventas junto a Antoñete, celebrada el 7 de junio de 1985, en aquella ocasión tras el triunfo de Antoñete todos salieron hablando de Curro, como lo haría….; y otra la faena llena de empaque en el año anterior al toro “Flautino” de Gabriel Rojas en Sevilla, un lunes de farolillos con sabor a resurrección romerista y otra gran faena.Todos en mayor o en menor medida nos identificamos con él, nos hizo sentir compañero en la derrota y triunfadores junto a él ante el éxito. Puede decirse que fue una parte de nosotros mismos, a Curro hay que quererle, no hay mas remedio. Los anticurristas han sido los más fieles y los que más le han amado y es que, como me contó en alguna ocasión una gitana en Triana, es una chispa lo que hace ser distinto a los demás. El ser más grande, el revelarse contra lo rutinario. Curro Romero lo ha sido no solamente en la plaza sino en la calle, como así lo hemos podido comprobar quienes hemos tenido la gran suerte de haberlo conocido de cerca, ya no podemos verlo de otra manera, el representa nuestro último mito del toreo, la última leyenda viva. Muchos años de gloria para el único faraón vivo del toreo.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cicatrices y alternativas/ De purísima y oro


De niño vi cicatrices que recorrían muslos. Boquetes de pitones como volcanes secos sin vida. El cuello rasgado al final de un pase de pecho en Sevilla. Y luego la leyenda de cada cornada me era contada como una jarcha de sangre y cloroformo e inoportunidad. Bilbao: habitación de hotel: una taleguilla rota, una circunferencia más o menos la moneda de un duro, que rompe la seda grosella, dejada velozmente sobre la cama por un mozo de espadas que regresa como un escudero al hospital y abandona el vestido del guerrero mientras yo me encierro y me pruebo la chaquetilla de oro. Veo a Morante ahora mirar sus cicatrices, lejos de aquella actitud miedosa y blanda, de aquella cornada también de Sevilla y el cartucho de pescao. Morante sabe que la geografía que visita hace tiempo, tiene voces y astas que parten los muslos. Ese toreo suyo que como en los versos de San Juan de la Cruz: salir sin ser notado, se agarra al suelo, se aploma y se hunde, nos lleva a esa mísitca inexplicable de su capote. No es extraño que Morante visite en agosto el sol helado del quirófano por andar rondando ese lugar flamenco y eléctrico, donde plantar la silla y palmear: jugar al arte. Fuera de aspavientos, polvo y zapatillazos. Lo pensaba viendo a Morante en una fotografía, seguir el sendero de su cicatriz, el mapa cerrado de la sangre, con una camiseta negra, el pelo revuelto como Camarón, un corazón rojo, las letras de Nueva York. Quizá por eso soñé hoy con una plaza circular de Nueva York, que era como un ruedo de modernidad y rascacielos donde Nora me espera comiendo un helado blaco. Un kiosko que no vendía más que libros de Julio Valdeón y un hombre rubio vestido de novio que bajaba las escaleras del metro. Será la semana llena de zozobras, reapariciones y alternativas, de coches averiados y también rayados por niños que no saben torear de salón. Será que reaparece Morante el miércoles en plena meseta y le veremos a portagayola, mientras un hombre se encierra en el campo de sus pensamientos, prepara la silla, sueña con esa maestranza asturiana, se viste de luces, coloca las estampas sobre la mesa imaginaria de la soltería antes de trenzar el paseíllo líado del amor.

lunes, 14 de septiembre de 2009

LOS HEREDEROS DEL PATRIMONIO CULTURAL DE LA TAUROMAQUIA


La Tauromaquia es una manifestación cultural que durante siglos ha construido un patrimonio material e inmaterial reconocido por todos los pueblos del mundo. Este reconocimiento se expresa cada año con la presencia de cientos de miles de turistas de todas partes que asisten a las plazas de toros a presenciar este espectáculo y que consumen cualquier género de objetos relacionados con la Fiesta que se llevan como “souvenir” a sus lugares de origen.

Durante los últimos cuatro siglos la Tauromaquia ha ido evolucionando hasta el espectáculo que vemos hoy. Es ésta una realidad incontrovertible, como lo es también que la Tauromaquia nació en el Mar Mediterráneo y se extendió hasta el Mar Caribe, del otro lado del Atlántico, donde se practica y proyecta con extraordinaria intensidad desde los mismos años del descubrimiento de América.

El patrimonio de la Tauromaquia se ha ido constituyendo inveteradamente, muchos se han dejado la vida en ello, y está integrado por las prácticas, técnicas, ritos, liturgia taurina, usos y costumbres que se han transmitido de generación en generación, en un proceso evolutivo y modernizador que la ha llevado a ser reconocida como una de las bellas artes.

Son parte de éste patrimonio los instrumentos con que se practica el arte de torear, capotes, muletas, espadas, algunas de ellas templadas en la mas antigua tradición del forjamiento del acero, y muy particularmente, esas obras de orfebrería que son los vestidos de torear, realizados por sastres de toreros, un oficio que en muchos casos también se transmite de generación en generación.

Igualmente integran éste patrimonio los espacios donde la Tauromaquia se practica, las plazas de toros, algunas de las cuales son verdaderos monumentos arquitectónicos de siglos pasados y del presente, así como los espacios o dehesas donde se cría el toro de lidia, ese animal único en su especie, con cientos de miles de hectáreas dedicadas a su crianza, autenticas reservas ecológicas y ambientales, sus cortijos, sus plazas de tientas, etc.

Finalmente conforman éste patrimonio los museos taurinos que son visitados por miles de personas en cualquier parte del mundo, y mas específicamente, lo integran las innumerables obras de arte que se han realizado sobre el tema taurino en las mas diferentes expresiones de la cultura, la pintura, la escultura, la literatura, la música, la poesía, el cine, el cante, el baile, la publicidad, etc. Tantas que no serian suficientes el Museo del Prado y el de Louvre juntos para albergarlas.

Muchos de los artistas o literatos, filósofos, sociólogos o antropólogos que se han acercado a la Tauromaquia para inmortalizarla con sus obras han encontrado en ellas altas cotas de su expresión artística o intelectual. Goya con su Tauromaquia, Federico García Lorca con su Llanto por Ignacio Sánchez Mejias, Ernest Heminway con su Muerte en la Tarde o su Verano Sangriento, la Tauromaquia de Picasso y el Güernica, con el toro como testigo, Fernando Botero con su Obra Taurina, y así muchísimos más. No en vano García Lorca la calificó como la fiesta más culta del mundo.

Pues bien, ese patrimonio lo hemos heredado quienes amamos esta fiesta, tanto profesionales como aficionados. Algunos de éstos herederos continúan engrandeciéndola, los toreros perfeccionando el arte de torear, los ganaderos criando el toro mas apto para la lidia de hoy; también continúan exaltándola los artistas que la siguen pintando, esculpiendo, musicalizando, convirtiéndola en poesía, en lírica, en música, en literatura, en definitiva en arte.

Otros herederos, como los aficionados, que tanto la disfrutamos, podemos tener frente a dicho patrimonio dos actitudes: la de actuar como herederos displicentes e irresponsables, no comprometidos, en cuyo caso ese patrimonio corre serio riesgo de perderse, o por contrario asumir la actitud del heredero responsable, que si bien no puede hacer nada por incrementar ese patrimonio, si puede hacerlo por defenderlo, mantenerlo y conservarlo.

Y éste justamente es el compromiso que solicitamos a quienes podemos hacer algo para que la Tauromaquia pueda ser reconocida definitivamente, de una manera formal por la Unesco, como un bien que es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Muchas gracias.

Williams Cárdenas Rubio
SGT de la Asociación Taurina Parlamenteria
Palacio del Senado
23.06.09

domingo, 6 de septiembre de 2009

El currismo como rebelión/ Antonio Burgos

Antonio Burgos

¿ Dónde están ahora los que lo hacen tema de sus chistes, los que lo zahieren con sus burlas, los que hacen pronósticos sobre cómo han de ser los carteles del año 2000, los que dicen que cuando le hagan un monumento su escultura habrá de estar en Camas y la del toro en Santiponce? De los que decían que nuestro Curro Romero de nuestra alma, nuestro mito, nuestro héroe contra el tiempo, estaba acabado, ¿qué se hizo? Venga, venga, hablen ahora, después de la gesta de Málaga con el toro de Gabriel Rojas, que los que estuvieron en La Malagueta todavía están por la calle, toreando tal como salieron de la plaza, tratando de perpetuar en el tiempo esa escultura de arena que es siempre el recuerdo de una faena redonda, envolvente, perfecta, genial, como dicen que fue la del ídolo de nuestro culto.
Sí, esto del currismo es un culto como otro cualquiera, es una fe, que se alimenta de revelaciones luego contadas por los profetas y evangelistas, como fue el camino de Damasco de la feria de Málaga.
En mundo cada vez más laico y agnoticista, quedamos los curristas con el convencimiento de que somos una secta de una religión en retroceso, que es justamente la negación de todos los ideales de nuestro tiempo. Vivimos en una sociedad donde los que triunfan son los valores justamente contrarios al dogma estético y ético del currismo. Ahora triunfa y es mayoritariamente aceptado todo lo que supone el éxito fácil, a favor de corriente y de los gustos mayoritarios del público. En un mundo informatizado y tecnificado, triunfa lo seguro, lo que tiene más probabilidades de éxito.
Todo se hace según las encuestas de opinión, desde los programas de los partidos políticos al diseño de los líderes, pasando por los modelos de lavadoras o los televisores con mando a distancia. Vivimos el tiempo de lo light, de lo que ha dejado de ser lo que era para tratar de sobrevivir. Ni la cerveza sabe a cerveza ni el tabaco sabe a tabaco, como el socialismo no sabe a socialismo y hasta Fidel Castro pide dólares, que es como si el Papa pidiera los cuernos y el rabo de Satanás. El mundo, además, es de los jóvenes, de los que hacen tabla rasa con el pasado. Cuanto más se ignore la historia, a veces por simple analfabetismo, más moderno se es, y más progresista.
Grecia queda muy lejos. Roma es, todo lo más, donde vive Fellini, no la imperial. Los clásicos no eran la perfección, sino unos pesados y antiguos que nadie lee, y de los que además ni siquiera llevan una obra al cine cuyo protagonista sea, cómo no, Antonio Banderas. Todo tiene que ser cada vez más liviano, más productivo, más apto para el consumo de grandes masas. Juventud, dinero, éxito, vacuidad de principios, tales son los nortes de esta sociedad desnortada...

... Y en esto que llega Curro Romero en Málaga, que supone todo lo contrario. Curro Romero es el ídolo de los que no vivimos en el hedonismo del triunfo a cualquier precio, del dinero fácil del mogollón gregario de las encuestas que aseguran la producción masiva de petardos hechos a la exacta medida del mercado que los ha de consumir en gran escala y hacer ricos a todo el mundo. Curro Romero es el reino de la duda en este mundo de certeza, el imperio del acaso, del quizá, del quién sabe, del puede ser. No da dinero. Es más, cuesta mucho dinero invertir en este valor absolutamente improductivo, que hay que asistir muchas tardes, cientos, hasta que se produce el prodigio de la verdad revelada del arte. Y todo, además, en lo más mínimo light, sino duro y con todos sus avíos. Por derecho. Sin adulteraciones ni versiones descafeinadas, acalóricas, en que todo el mundo deja de ser lo que es para tratar de seguir siendo contra las leyes del tiempo.

Ahí la grandeza de Curro. La absoluta certeza de la improbabilidad en el mundo de las seguridades. Con la faena de Málaga, estamos alimentados para muchos meses en nuestra fe. Las leyes del currismo no son de esta tiempo. Clásico es lo que no se puede hacer mejor. Proclamar el clasicismo en un tiempo de modernidades es la suprema rebeldía de nuestro Curro, de nuestro héroe fuera de las leyes de este tiempo.