sábado, 27 de marzo de 2010

Un hombre común

Por Pablo Ortiz García

El Comercio, 26 de marzo de 2010


No se destacó por escribir libros, ni por dar discursos ante una aletargada población. Tampoco fue un hombre lleno de títulos académicos. Terminó la primaria, mientras sobrevivía. Fue, simplemente, un ser humano íntegro, cálido y generoso. Transitó por las calles, avenidas y carreteras del país. Trabajó intensamente, no sólo como chofer, sino alrededor de la fiesta taurina. Como toda persona tuvo cornadas en su lidia diaria en este mundo terrenal. Su filosofía fue el resultado de su condición humilde en que se desenvolvió, en la que los valores éticos, la palabra y un estrechón de manos, son más importantes y valederos que la firma en un contrato.

No necesitó del señor poderoso, ni recurrió al insulto para luchar por el pan de cada día, que se lo ganaba manejando su taxi en las calles de Quito.

La primera vez que lo vi fue cuando contraté sus servicios en una carrera desde la cooperativa de la cual él era miembro (al pie del edificio de la Superintendencia de Bancos), hasta mi oficina. En el trayecto hablamos de todo, pero se centró en el mundo de los toros. Me contó que durante la feria taurina Jesús del Gran Poder, a él lo contrataban para desempeñarse como mozo de espadas de algún matador, por lo general español. Los toros eran su pasión, que la transmitía a su interlocutor. Vivía esperando las Fiestas de Quito.

Tiempo después cuando uno de mis hijos decidió vestirse de luces y salir a la Monumental de Quito a torear, lo volví a ver. Fue a mi casa a vestir al “chaval” de 16 años que salía por primera vez a la plaza de toros más importante de Ecuador. Fue a cumplir con el ritual que todo novillero o matador observa antes de dirigirse al albero.

Mientras yo paseaba por la casa, él le hablaba. Le aconsejaba con su experiencia de mozo de espadas. Él le daba fuerza y le relataba experiencias vividas en sus largos años en los ruedos, en palabras fáciles y sencillas. Humanas y sinceras.

Mientras yo conducía hacia la plaza de toros, él monologaba ante la tensión que se apoderó del ambiente del auto. Palabras de aliento, anécdotas taurinas. Chistes. Positivo en un momento de preocupación. Durante la lidia, le habló, dirigió, aconsejó. Yo observaba, dejándolo todo al valor del hijo, y a la experiencia del mozo de espadas.

No escribió obras. No fue político, ni tuvo un cargo público. Fue él, un ser maravilloso, un taxista, un hombre común, un ecuatoriano trabajador que luchó por superarse; un mozo de espadas que aconsejaba a figuras de la tauromaquia. Tuvo la experiencia que da la calle, de la vida difícil. Del hambre.

Nunca supe su apellido, siempre lo conocí como Cristobalito, y ahora que él se fue le doy el mismo abrazo fraterno como aquel en que nos estrechamos la tarde en que mi hijo caon sus consejos hizo la faena de su vida. Cristobalito, ¡va por ti!

lunes, 22 de marzo de 2010

Rebelión en la granja/ Fernando Savater


La civilización humana se basa en el maltrato de los animales. La polémica sobre los toros no revela acercamiento a la naturaleza, sino el predominio humanista de la compasión y la hipocresía

Lo que diferencia el actual episodio del enfrentamiento entre taurinos y antitaurinos en el Parlamento catalán de otras fases de ese cíclico y antiguo debate es que por primera vez parece plantearse efectivamente la abolición de las corridas de toros en una región española. De modo que lo que se discute -o se debería discutir- no es tanto si ese espectáculo es una fiesta artística, portadora de tales y cuales valores, o por el contrario una muestra de barbarie anticuada, sino si debe o no ser prohibida para todos, la acepten o la rechacen. Es perfectamente imaginable que haya personas que sientan desagrado y repugnancia por las corridas pero que consideren abusiva su prohibición; incluso puede haber aficionados contritos que, reconociendo su gusto por ellas, admitan la necesidad de suprimirlas para verse libres de tan pecaminosa tentación, siguiendo el criterio de Pérez de Ayala: "Si yo mandase en España, suprimiría las corridas... pero como resulta que no mando, no me pierdo ni una".

Esplá percibe "aromas inquisidores" en el debate sobre los toros

¡No falta ya más que los Parlamentos decidan lo que es moral y lo que no lo es!

Nadie le pregunta a la merluza si quiere donar su cogote a las sociedades gastronómicas
De modo que ahora el viejo debate alcanza un nivel efectivamente político, como también es político su trasfondo. No ha sido ciertamente Esperanza Aguirre la primera en politizarlo, como aseguran los que siempre miran la realidad con un ojo abierto y otro cerrado: aunque las argumentaciones escuchadas en el Parlament no sean de corte nacionalista, sin una motivación de fondo nacionalista no habría habido iniciativa popular ni probablemente ésta hubiera llegado al punto actual. Lo resume muy bien un chiste aparecido en La Razón: un litigante muestra un rehilete, con el palo decorado con el característico papel rizado rojo y gualda, explicando: "Esto es una banderilla; la parte de abajo causa heridas leves al toro y la parte de arriba hay que reconocer que ha causado esta comisión". Claro que mejor que el debate sea en último término político, pues para eso se lleva a cabo en un Parlamento, que moral, como absurdamente suponen algunos. ¡No falta ya más que los Parlamentos decidan lo que es moral y lo que no lo es! Como parece que había quedado claro en otros casos -por ejemplo, el del aborto- el Parlamento no está para zanjar cuestiones de conciencia individual, sino para establecer normas que permitan convivir morales diferentes sin penalizar ninguna y respetando la libertad individual. Ahora, por lo visto, hay quien reclama del Parlament precisamente lo opuesto...

Lo digo porque en lo tocante a la moral, que es cuestión a la que he dedicado cierta perpleja atención durante bastante tiempo, no hay tanta unanimidad respecto al trato debido a los animales como algunas almas delicadas parecen suponer. Existen más razonamientos éticos en el cielo y en la tierra de lo que la filosofía de Peter Singer supone y no es lo mismo ser bueno que ser guay, aunque el matiz diferencial pueda resultar difícil de captar hoy en países como el nuestro. El repudio de la crueldad (no digamos "innecesaria", porque si fuese necesaria ya no sería crueldad) y del maltrato animal es moneda corriente en los moralistas desde Tomás de Aquino, pero en cambio hay menos unanimidad a la hora de establecer qué diferencia a esas prácticas perversas de otras formas del empleo humano de las bestias. Y ahí es donde esta discusión se hace desde un punto de vista teórico más sugestiva: ¿qué hemos hecho y qué hacemos con los animales?, ¿en qué medida la relación con ellos ha configurado nuestra civilización e incluso nuestra "humanidad"?

Para empezar a comprender estos asuntos es imprescindible retroceder bastante en el tiempo. Digamos hasta el comienzo de la historia. El desarrollo de la sociedad humana se basa desde el principio en la utilización de animales para nuestros fines: nos han servido de alimento ("todo lo que nada, corre o vuela... ¡a la cazuela!"), de fuerza motriz tirando de carros o haciendo girar norias, de transporte y de arma de guerra (¡los escuadrones de Alejandro, los elefantes de Aníbal!), sus pieles curtidas nos han vestido y nos han calzado, han arado los campos, han defendido nuestras casas y nuestros rebaños (¡también formados por animales!) y -supongo que lo más humillante de todo- nos han servido de pasatiempo en circos y otros espectáculos, nos han hecho zalemas como mascotas de compañía y han trinado en jaulitas a la espera de su alpiste. Por no mencionar a los que han donado involuntariamente -y a veces aún vivos- sus cuerpos a la ciencia para el avance de la medicina, la cosmética y hasta la astronáutica (¡Laika, pionera del Sputnik!). Nos han sido imprescindibles para evitar males mayores: el antropólogo Marvin Harris justificó que los aztecas se comiesen a sus prisioneros por la ausencia en su territorio de mamíferos de talla suficiente para poder convertirse en fuente de proteínas y Jared Diamond explica el rezago de ciertas poblaciones africanas por carecer de bestias domesticables que pudiesen servirles para el transporte o la carga. Si tantos y tan variados empleos son formas de maltrato, hay que reconocer que la civilización humana se basa en el maltrato de los animales.

De modo que resulta un poco risible el argumento abolicionista de "que le pregunten al toro si le parece arte que le piquen o le den la puntilla". Tampoco nadie le pregunta a la merluza si quiere donar su cogote a las sociedades gastronómicas o a los bueyes si quieren tirar del arado. Ni a perros, gatos o caballos de carreras si quieren ser castrados por nuestro bien. Porque en el caso del debate actual debe quedar claro que no se trata de introducir en nuestra cultura las corridas, sino de prohibir una práctica secular. ¿Que no sería hoy admisible iniciarlas? Imaginemos si aceptaríamos con los valores vigentes empezar a criar animales para alimentarnos con ellos. Me parece estar oyendo a quienes contemplasen corretear a unos pollos o a unos terneros: "¡Qué ricos son! ¿Verdad? Me refiero a que parecen sabrosos...". Reconocemos que en los mataderos o las granjas avícolas industriales los bichos no lo pasan nada bien, pero se arguye que en tales lugares no se venden entradas para el espectáculo. Sin embargo, el argumento se vuelve contra lo que intenta demostrar, pues si fuera verdad que los espectadores disfrutan con el sufrimiento animal frecuentarían esos dignos establecimientos en lugar de las plazas de toros. Otros se escudan en que no es lo mismo sacrificar animales para atender nuestras necesidades que para satisfacer diversiones o lujos. Pero, como señaló Valéry, "tout ce qui fait le prix de la vie est curieusement inutile". El asunto de fondo sigue siendo el mismo: ¿tenemos derecho o no?, ¿es crueldad o no?

La preocupación por el bienestar de los demás seres vivos obtuvo el patronazgo de notables ilustrados -Montaigne, Jeremy Bentham, Schopenhauer...- pero también el refrendo de algunos que mostraron humanitarismo con las bestias y bestialidad con los humanos: las primeras leyes europeas protoecologistas de protección de la Madre Tierra y de los animales fueron dictadas por el vegetariano Adolf Hitler. En cualquier caso, la sensibilidad hacia el sufrimiento de otros vivientes es un signo de la modernidad. A ella se deben medidas piadosas como el peto de los caballos de los picadores (impuesto por el dictador Primo de Rivera) o el suavizamiento de los obstáculos más peligrosos en la carrera del Grand National de Liverpool. No son desdeñables, pese a que ello implica que los animales van desapareciendo de nuestras vidas urbanas -circos, zoológicos- para hacerse sólo presentes virtualmente en los documentales de la televisión. Es una tendencia que continuará y que sin duda también acabará mañana afectando las corridas de toros, si no son abolidas. No revelan acercamiento a la naturaleza, sino el predominio humanista de dos instancias desconocidas en ella: la compasión y la hipocresía. Ambas, en su dialéctica perpetua, espiritualizan nuestra vida. Yo me quedo con el arrebato de Nietzsche en la plaza Carlo Alberto de Turín, abrazado llorando al cuello del viejo caballo fustigado por su cochero. ¿Síntoma de locura o comprensión abismal de la irreductible desdicha de existir?


Fernando Savater es escritor.

domingo, 21 de marzo de 2010

Toros y antitaurinos




Empezaré diciendo que no soy en absoluto aficionado al mundo taurino, ni me gusta ni lo entiendo. Incluso recuerdo que cuando era todavía muy niño creía que el objetivo del espectáculo era que el toro se llevase por delante al torero y que la gente no disfrutaba si no acontecía este evento durante la corrida en cuestión. Vamos, que no tengo ni pajolera idea ni de toros ni de toreros y supongo que jamás se me ocurrirá gastarme un duro para entrar a una plaza a ver este espectáculo. Dicho esto, y como ya supondréis, ahora toca que me falta a base de bien contra los imbéciles antitaurinos. Que no me gusten los toros no quiere decir que vaya a quemar pasado mañana una plaza ni a colgar de una soga a ningún torero. Oigan, libertad, el que quiera ir que vaya, como los que prefieren el fútbol, un concierto de rock o el sumo. Y ya está, a santo de qué puta mierda tienen que venir cuatro niñatos con los cerebros lavados por ideas violentas y otros tantos politicuchos perturbados a decir que hay que prohibir las corridas de toros. ¿Tan de liberales van y tan fascistoides y tiranos son? La ley del embudo, ¿no, majos? Lo ancho para ellos y lo estrecho para los demás. Eso en mi pueblo se llama ser un HIJO DE LA GRANDÍSIMA PUTA. Y punto.

La tauromaquia es denominada fiesta nacional de España. Ahora queremos ir contra nuestras propias costumbres y tradiciones. Algunos enarbolan la bandera del sufrimiento animal. Supongo que estos mismos serán vegetarianos compulsivos, ¿no? O quizá es que no saben lo que se hace a vacas, pollos, patos, ovejas, conejos, cerdos y demás bichos antes de llegar a nuestros mercados. Eso sí es sufrimiento y no lo que acontece en una plaza de toros. Sin ser demasiado entendido en el tema, insisto, tengo entendido que la vida de un toro de lidia es posiblemente la mejor vidorra que un animal se pueda pegar dentro de este planeta absolutamente dominado por el ser humano. Estos toros son cuidados hasta el último extremo, dándoles la mejor alimentación y condición vital para rendir al máximo cuando llegan a la plaza. Para un ganadero es una deshonra un toro que fracasa en la plaza y ya se preocupan de que lleguen en las mejores condiciones posibles. Podríamos hacer una comparación con los gladiadores de la antigua Roma, que eran cuidados como auténticos reyes para luego ofrecer el mejor espectáculo posible en su combate a muerte para disfrute del pueblo. Hombre, yo para disfrute del pueblo colgaría por las pelotas a Zetaparo, pero bueno, ésa es otra historia.

Los antitaurinos, menudos personajes. Mucho niñato de papá que si sufrimiento animal y tal y cual y luego a jalarse sus buenos filetes y su paté de foie. Enteraos, enteraos cómo se obtiene el paté que tanto os gusta, payasos. Algunos incluso ni hablan del maltrato al toro, simplemente utilizan la fiesta nacional como una excusa para ir contra algo, para volcar contenedores, prender fuego a lo que sea o llamar "facha" al primero que se le cruce. La imbecilidad extrema. El lavado de cerebro en muchos casos, una vez más partiendo de centros educativos, universidades y demás lugares de refugio para psoístas perturbados y neonazisociatas agilipollados. Más estudiar y menos hacer el gilipuertas y joder vidas por simple capricho, imbéciles de los cojones. También llama la atención que estos que tanto se preocupan porque no se mate a un toro, no duden en poner dianas a seres humanos o amenazar de muerte al que no piensa como ellos. Por no hablar ya de su posición con respecto a la "dignidad" de poder matar niños dentro del útero de su madre. No sé, sinceramente, creo que un personaje que antepone la vida de un toro a la de un ser humano está jodidamente mal de la pelota. Aunque mira, ahora que lo digo, preferiría cargarme a unos cuantos de estos hijos de puta antes que a un pobre toro.


Publicado por Thorshavn

Idealización animal/ Jesús Asensi Vendrell



Jesús Asensi Vendrell
Maestro de Religión

En nuestro actual “Estado del bienestar” se ha impuesto la máxima que todo aquello que se nos antoje merece ser protegido y elevado a la categoría de derecho inalienable y eterno, tras la preceptiva presión mediática y social, claro está. Pues por algo ZP no para de repetirnos que es “la libertad la que nos hace verdaderos”.

Y es que Zapatero, más que ampliar derechos, se los ha inventado, siguiendo una hoja de ruta, cargada de hipocresía, ya marcada desde años ha por los “progresistas” norteamericanos y que comenzó con la aprobación del divorcio, del aborto, del mal llamado matrimonio homosexual y que seguirá dando luz verde a la eutanasia y con la tenebrosa pretensión de licitar las relaciones sexuales con menores.

Y mientras tanto, los mal llamados progresistas siguen quedando en evidencia sin pudor alguno, justificando las dictaduras de izquierda y a sus verdugos, promoviendo la censura de todo aquello que se oponga a sus intereses y dejándose la piel en la defensa de animales de todo tipo, a excepción de aquellos seres humanos que habitan en el seno de sus madres.

Porque en el fondo estos progresistas no creen en el ser humano, son esclavos de su ideología materialista e incapaces de apreciar la existencia del alma. Sí, esa realidad espiritual que separa con un abismo de dignidad a la raza humana del resto de los seres de la creación.

Porque a una persona creyente no se le pasa por la cabeza comparar en dignidad y en derechos a un pollo de corral y al empresario que se está forrando con el negocio de los huevos. Porque a una persona que se sabe hijo de Dios no se le ocurre recoger firmas en defensa de los toros y no hacer lo mismo, y mucho más, para conseguir apoyos en contra del aborto. Porque a una persona con tres dedos de frente no desea que de vez en cuando se cambien las tornas y sea el toro el que mate al torero.

Porque, en definitiva, creer en Dios es creer en el ser humano, en su dignidad y… ¡en el sentido común!

Feria del Aficionado Práctico 2010

Por Esteban Ortiz

Especial para HOY, 21 de marzo de 2010



Desde hace dos años, de manera consecutiva, se viene organizando con éxito la Feria del Aficionado Práctico 2010. Este es un espacio de aficionados para aficionados que tienen la oportunidad de torear y demostrar sus habilidades dentro de un ruedo.


Justamente, se presentó esta semana lo que va a ser la Feria del Aficionado Práctico 2010. Este evento, que se incorpora al calendario taurino ecuatoriano, está programado para los días 25, 26 de septiembre, 2, 3, 9, 10 y 16 de octubre. Se realizará en el Tentadero Tambo Mulaló, en Cotopaxi. Para el último sábado, está programada la final con la intervención de los mejores aficionados prácticos.


Según Somos Ecuador, organizadora del evento, la feria estará abierta a cualquier persona. El valor de la inscripción es de $50, más el costo del ejemplar, que deberá cancelarse hasta el 15 de julio. Las personas interesadas pueden ponerse en contacto a través de la dirección de correo electrónico somosecuador@gmail.com.


El año anterior participaron más de 50 aficionados prácticos del país, además de una delegación de aficionados peruanos. El triunfador fue el peruano José Ignacio Bullard.

jueves, 18 de marzo de 2010

EL CONDE DE SANTA COLOMA/ Gregorio Corrochano



POR GREGORIO CORROCHANO
ABC. Madrid, 5 de Marzo de 1917

Continuando nuestra información sobre el toro de lidia, solicitamos hoy la opinión del conde de Santa Coloma.

-Me agrada el tema -habla el conde- y me parece muy oportuno en vísperas de temporada. Estoy de acuerdo con Veragua. No es indispensable que el toro tenga cinco años; basta con que tenga todas las características de la edad: tipo, peso y poder. Es indiscutible que el toro a los cinco años está en la plenitud de su desarrollo. Por esto se fijó esta edad para lidiarlos; pero hoy la ganadería ha mejorado tanto, que a los cuatro anos y cinco hierbas, un toro bien cuidado ha cerrado como si tuviera cinco. Yo he lidiado aquí toros de cuatro años que daban cinco en la boca, hasta el punto de que, para convencer a los veterinarios que aseguraban que los toros tenían cinco años, tuve que recurrir a los libros de la ganadería. Con los toros va ocurriendo en España lo que en el extranjero con los caballos. Hoy corren el Grand Prix de París caballos de tres años y aun de dos y medio a cuya edad nuestros caballos no sirven para nada. ¿Cómo se consigue esto? Cruzando, afinando, haciendo un estudio acabadísimo de las razas.
-¿Usted es partidario de cruzar?

-Mucho; muy partidario; creo que la sangre hay que renovarla para que no degeneren las razas. Por esto cuando yo adquirí la mitad de la ganadería de Ibarra -la otra mitad la compró Parladé- compré también una parte a Saltillo, para refrescar la sangre. Eso sí, tuve muy en cuenta la afinidad, porque ambas ganaderías proceden de la casta de Vistahermosa. A mí no se me hubiera ocurrido cruzar con miuras. Siempre dejó para sementales toros de Saltillo, y así tengo Saltillo puro y mezcla de Saltillo e Ibarra, que cada vez tienen más del primero.

-¿Vende usted sementales? -De lo puro, no; de lo de Ibarra, sí. Ahora voy a enviar uno a Manolo Ateas.

-¿Es muy larga su vacada? -De 900 cabezas; tengo 500 vacas de vientre. Saco de corridas, que vendo a 2000 pesetas toro.

-¿Gana usted dinero con la ganadería? -Si, señor; en contra de lo que creí cuando la compré. Me hice ganadero por afición y sólo aspiraba a no perder dinero; pero me equivoqué en otra cosa: me habían augurado muchos disgustos con empresarios y toreros; no he tenido ninguno. A mí la ganadería no me ha dado más que satisfacciones y dinero.

-¿Cuál ha sido su mayor satisfacción como ganadero?

-Un día, en Sevilla, la gente, agolpada ante un escaparate donde estaba expuesta la cabeza de un toro mío lidiado por Gallito, comentaba la pelea del toro y la labor del diestro. Yo me mezclé con la gente, y allí, de incógnito, oí los elogios más hiperbólicos. Un hombre que había a mi lado me ¡dijo tales cosas de mí, de quien aseguraba que era amigo, que acabé por darle un cigarro puro, so pretexto de que yo también era gran amigo de Santa Coloma y muy partidario de sus toros. Otra vez, también en Sevilla salía yo de los toros; se había corrido ganado mío; los amigos me felicitaban; de pronto se me encara un tío que vendía mojama y camarones, y me dice:

-¿E osté el amo de los toros?

-Yo soy.

Y no hube acabado de decirlo, cuando el hombre había tirado la cesta, me había cogido por las piernas y me llevaba en volandas. Los toreros habían salido a hombros y no quería que yo fuese menos.

-¿Cuál es el toro más bravo que ha lidiado usted?

-El toro Chavito, procedente de lo de Saltillo, que mató Machaquito en San Sebastián. Se dislocó una paletilla al rematar en los tableros, y, a pesar de esto, dio una lidia admirable. En el tercio de varas ha sido el toro que más me ha gustado.

-¿Qué ganado sale mejor, lo puro de Saltillo o lo de Ibarra?

-Pues mire usted; más igual me sale lo de Ibarra; pero los toros más bravos, los que destacan, los de punta, son los otros.

-¿Se emociona usted mucho viendo lidiar sus toros?

-Muchísimo. La emoción más grande que he sentido en mi vida ha sido en el momento de abrirse el chiquero y salir un toro mío. Está explicado. La plaza es el resumen de toda una labor; en un momento nos jugamos el trabajo de varios años, y como no hay una garantía de que el éxito corone el esfuerzo, la curiosidad es enorme. ¡Luego, hay tanto amor propio en esto! ¡Y tanto desengaño! Nunca me olvidaré de una feria de Córdoba. Asistía a los toros acompañado del ganadero, que tenía muchas ilusiones puestas en aquella corrida. Salió el primero, que fue bravo, y el ganadero mandó que le reservaran aquella cabeza. Salió el segundo; se arrancó con bravura y poder a un caballo, y el ganadero, entusiasmado, sin calma para esperar, pidió también a gritos la cabeza de aquel toro. Como si el toro se hubiese dado cuenta de ello, desde aquel momento decidió no tomar ni un puyazo más, y llevó fuego. Tenía que ver al ganadero; desasosegado, hablándole al toro como si se tratara de convencerle, sudando la gota gorda. Total, que en aquella corrida de sus ilusiones le quemaron dos toros. Por la noche, comíamos en el Club Guerrita. A poco, entraron a tomar café las cuadrillas. Se acercaron los picadores al ganadero.

-Sentimos tanto -los picadores- lo de esta tarde. Nosotros no pudimos hacer más, don Fulano.

-¿Cómo que no? -rugió el ganadero-. Con un toro, conforme; pero al otro le pudisteis tapar.

-Que no, don Fulano.

Que SI.

Y esta discusión de si había sido culpa del toro o de los picadores la cortó uno de estos diciendo:

-y sobre tó, ¿pa qué son las banderillas de fuego? Pa usarlas. A lo que contestó, indignado, el ganadero:

-¿Y para qué son el cura y la Extremaunción? Pa usarlos también. Con que a ver si los usáis mañana, que hay miuras.

Y se fueron los toreros tocando hierro y haciendo repetidas veces con la mano el ademán de ¡lagarto! ¡lagarto!

A nosotros -continuó diciendo el conde- nos interesan unos detalles que el público desdeña. Para nosotros un capotazo inútil tiene una importancia excepcional. ¿Pues qué le diré a usted cuando después de tres o cuatro puyazos, en los que entra hasta el palo, se sale un matador abanicando por las afueras y termina juntándole el hocico con el rabo? A mí me duelen hasta los huesos cuando veo eso, y el público, en cambio, aplaude. Y de las puras no hablemos. El modelo de hoy no quiero ni discutirlo. Es necesario que adoptemos una resolución radical en armonía con la índole de la suerte, porque esto no es picar, es matar toros. Un día, por curiosidad, pásese usted por el desolladero, y al ver los boquetes que tienen los toros, se que- dará asombrado de que hayan podido, no ya pelear, sino tenerse en pie, después de un tercio de varas. Es necesario tomar una determinación.

-¿Cómo tienta usted?

-En campo abierto. Yo veo mejor las querencias del campo. Además, temo que dos puyazos -a los machos, no siendo para sementales, no les damos más- en un lugar cerrado los tome cualquier becerro, por manso que sea. Doy más importancia al puyazo que toma el becerro en campo abierto con la querencia libre para escapar.

-¿En qué proporción aprueba usted? -Las becerras, que es donde se apura en un 30 por 100, las doy diez o doce puyazos y lo mismo a los sementales. Para estos tengo muy en cuenta los antecedentes, que en mi ganadería responden en una proporción muy estimable. Los sementales los echó a los tres años, y si me gustan los repito otro; más tiempo no los tengo con las vacas. Después los lidio en novilladas, porque como los apuro en la tienta no me atrevo a lidiarlos en las corridas por temor a que se acuerden y no se acerquen a los caballos. Sin embargo, la novillada que lidié en Marzo el año pasado, y que tanto le gustó a usted, de sementales era.

-¿Es verdad que se ha negado usted a dar toros para la plaza Monumental de Sevilla?

-Sí, señor. Yo soy maestrante y no puedo contribuir a que se perjudique a la plaza de la Maestranza, que es la Beneficencia de Sevilla. Gallito me pidió toros y le contesté: "Están a tu disposición todos mis toros para que los mates tú solo, en cualquier plaza, menos en la Monumental de Sevilla." Mientras el conde nos enseñaba su estupenda casa, entre unas frases de elogio para un cuadro de Pantoja, una armadura milanesa o un tapiz flamenco, derivamos la conversación del toro a los toreros. Admirados estábamos ante un biombo japonés, en el que se comenta nuestro Quijote, mueble curiosísimo de un raro mérito artístico, cuando saltó en la conversación el nombre de Rafael el Gallo. ¿Por qué? No lo sé. Acaso por asociación de ideas, que Rafael tiene mucho de Quijote taurino. Lo cierto es que el conde me refirió que una vez El Gallo le pidió una corrida para Barcelona. Se envió la corrida, y al desencajonar los toros, uno se rompió un cuerno. Telegrafiaron al conde dándole cuenta de ello y le preguntaban ¿qué hacemos? Cuando se recibió el telegrama, Rafael, de pasó para Barcelona, visitaba a ¡ Santa Coloma. -Mira lo que me dicen, Rafael -dijo el conde-, que un toro se ha roto un cuerno, y que qué hacen.

-Dígales osté que a ve si puen haser que se rompan los cuernos los otros sinco.

El currismo como rebelión


Antonio Burgos

¿ Dónde están ahora los que lo hacen tema de sus chistes, los que lo zahieren con sus burlas, los que hacen pronósticos sobre cómo han de ser los carteles del año 2000, los que dicen que cuando le hagan un monumento su escultura habrá de estar en Camas y la del toro en Santiponce? De los que decían que nuestro Curro Romero de nuestra alma, nuestro mito, nuestro héroe contra el tiempo, estaba acabado, ¿qué se hizo? Venga, venga, hablen ahora, después de la gesta de Málaga con el toro de Gabriel Rojas, que los que estuvieron en La Malagueta todavía están por la calle, toreando tal como salieron de la plaza, tratando de perpetuar en el tiempo esa escultura de arena que es siempre el recuerdo de una faena redonda, envolvente, perfecta, genial, como dicen que fue la del ídolo de nuestro culto.
Sí, esto del currismo es un culto como otro cualquiera, es una fe, que se alimenta de revelaciones luego contadas por los profetas y evangelistas, como fue el camino de Damasco de la feria de Málaga. En mundo cada vez más laico y agnoticista, quedamos los curristas con el convencimiento de que somos una secta de una religión en retroceso, que es justamente la negación de todos los ideales de nuestro tiempo. Vivimos en una sociedad donde los que triunfan son los valores justamente contrarios al dogma estético y ético del currismo. Ahora triunfa y es mayoritariamente aceptado todo lo que supone el éxito fácil, a favor de corriente y de los gustos mayoritarios del público. En un mundo informatizado y tecnificado, triunfa lo seguro, lo que tiene más probabilidades de éxito. Todo se hace según las encuestas de opinión, desde los programas de los partidos políticos al diseño de los líderes, pasando por los modelos de lavadoras o los televisores con mando a distancia. Vivimos el tiempo de lo light, de lo que ha dejado de ser lo que era para tratar de sobrevivir. Ni la cerveza sabe a cerveza ni el tabaco sabe a tabaco, como el socialismo no sabe a socialismo y hasta Fidel Castro pide dólares, que es como si el Papa pidiera los cuernos y el rabo de Satanás.

El mundo, además, es de los jóvenes, de los que hacen tabla rasa con el pasado. Cuanto más se ignore la historia, a veces por simple analfabetismo, más moderno se es, y más progresista. Grecia queda muy lejos. Roma es, todo lo más, donde vive Fellini, no la imperial. Los clásicos no eran la perfección, sino unos pesados y antiguos que nadie lee, y de los que además ni siquiera llevan una obra al cine cuyo protagonista sea, cómo no, Antonio Banderas. Todo tiene que ser cada vez más liviano, más productivo, más apto para el consumo de grandes masas. Juventud, dinero, éxito, vacuidad de principios, tales son los nortes de esta sociedad desnortada...
... Y en esto que llega Curro Romero en Málaga, que supone todo lo contrario. Curro Romero es el ídolo de los que no vivimos en el hedonismo del triunfo a cualquier precio, del dinero fácil del mogollón gregario de las encuestas que aseguran la producción masiva de petardos hechos a la exacta medida del mercado que los ha de consumir en gran escala y hacer ricos a todo el mundo. Curro Romero es el reino de la duda en este mundo de certeza, el imperio del acaso, del quizá, del quién sabe, del puede ser. No da dinero. Es más, cuesta mucho dinero invertir en este valor absolutamente improductivo, que hay que asistir muchas tardes, cientos, hasta que se produce el prodigio de la verdad revelada del arte. Y todo, además, en lo más mínimo light, sino duro y con todos sus avíos. Por derecho. Sin adulteraciones ni versiones descafeinadas, acalóricas, en que todo el mundo deja de ser lo que es para tratar de seguir siendo contra las leyes del tiempo.
Ahí la grandeza de Curro. La absoluta certeza de la improbabilidad en el mundo de las seguridades. Con la faena de Málaga, estamos alimentados para muchos meses en nuestra fe. Las leyes del currismo no son de esta tiempo. Clásico es lo que no se puede hacer mejor. Proclamar el clasicismo en un tiempo de modernidades es la suprema rebeldía de nuestro Curro, de nuestro héroe fuera de las leyes de este tiempo.

Serrat, Sabina, Aute y los toros/ Esteban Ortiz



Por Esteban Ortiz Mena
Diario Hoy, 14 de marzo de 2010

Es conocido el vínculo entre la plástica, la música y la estética. Inspiradora la una de la otra, acompañante y complemento básico. Así como tantos han escrito de toros; también le cantan artistas sensibles. No me quiero detener en el género musical que acompaña a los toros; sino en la universalidad de cantautores contemporáneos que, sin dejar de ser lo que son, también disfrutan de un espectáculo lleno de matices. Y lo expresan.
Sabina ha cantado al torero. Lo exalta y lo admira: ser “banderillero en Cádiz”, ha dicho. Fascinación por José Tomás, por un arte lleno de verdad, sonetos, poemas, canciones. Y Serrat también. Hasta ha toreado de salón en Central Park. ¡Hay que tener arte! Tanto, que ha puesto voz y música a poemas taurinos de Miguel Hernández, cantados en su nuevo disco.

También es famoso el disco que Aute grabó con Silvio Rodríguez, quienes empiezan con el tan taurino deseo de suerte. Hace poco también dijo que “ningún aficionado va a las corridas por sadismo, a ver sangre. Todo lo contrario… ese aficionado va en busca de magia, de belleza, de eso que llaman 'instante que detiene el tiempo'; una emoción difícilmente explicable pero que hasta el más lego en la materia, también experimenta”. Sobran las palabras.

EL MORANTISMO EN LA ERA DEL TOMASISMO


Hay cosas que se pueden contar de una forma y cosas que se pueden contar de varias formas. Y toreros. Morante se puede contar sólo de una forma: dice el toreo como nadie puede decirlo. El Pana se puede contar de dos formas. Como Rodolfo Rodríguez: un tipo vividor, bohemiote y jacarandoso (un chamberilero metido a mexicano o viceversa). O como El Pana: no mames güey. Entre estas dos formas de contar, hoy se lleva la palma la segunda. Las palmas de verdad, por bulerías de ánimo, en racimos de ovaciones y olés nacidos de gargantas entregadas, fueron para Morante. Pero sin romper el evento en grandiosidad pues de la corrida terciada de Cuvillo, el lote bonancible y amable fue para Rodolfo Rodríguez. Bueno, para El Pana.

Una vez pasado el fielato de la entrada victoriosa (meter tres cuartos en Vista Alegre no está mal) Morante y El Pana pasaron el del atascazo. Media hora casi de retraso. Primera espera del morantismo, gentes cuyo corazón se acopla al ritmo que marca el torero, el de la espera. Luego hubo otras seis esperas más, hasta la lidia del sobrero y en la salida o adiós a la tarde del regreso, rostros de satisfacción matizada. Sin nada para los anales, hubo cosas para paladear. Bien de ánimo y de actitud Morante, dispuesto y hasta esforzado en cuatro toros que le regalaron un puñadito de embestidas. No más. La de Cuvillo manejó escasa bravura y poca fortaleza.

El segundo le dejó pegar unos lances bien mecidos y con el mentón en el pecho, ganando siempre terreno. Ese es Morante. Como lo es un inicio a dos manos por alto con sello, diferente, jugando los dos brazos de forma cadenciosa. Ya estaban los fieles a punto de iniciar el paroxismo (lo recibieron con una ovación que recordará el de La Puebla) cuando llegó una tanda con la izquierda de un trazo excelente, limpio y hondo, con el cuerpo encajado. Pero apenas nada más pues el toro tuvo el fondo escaso. Como lo tuvo el cuarto, toro que se movió defendiendo su escasez de bravura y en el que Morante se dejó ir sólo en una tanda con la derecha. ¿premio? Tuvo casi en la mano una oreja del segundo, pero no mató a la primera.

Un juego de mus de principiantes le duró el que cerraba corrida. Un rato de lenta y paciente espera en una faena sin guión, de retazos muy buenos con la muleta, pero con el final apagado en las embestidas cada vez más renuentes del toro. Por eso regaló el sobrero, cuestión que pilló a parte del respetable en la boca del metro o al pie del parking. Madrid escapa en desbandada los viernes por la noche. Suelto el toro, mansito, tardó Morante en recoger su abanto movimiento para lancearlo de forma majestuosa, cimbreando cuerpo y brazos. Muy a compás. Toro que marcó querencia y tendía a rajarse. Hasta que esto sucedió, el de la Puebla dejó dos tandas con la derecha de rebosante reposo y de una estética de privilegiados. Por el pitón izquierdo no hubo acople: se venía el toro con la cara alta y Morante se desesperó. Adornos, ayudados, para matar trasero al recibir.

El lote fue el de El Pana. El primero, que se partió un pitón a estrellarse en el burladero y se pegó una vuelta de campana, tuvo calidad y poca fuerza. Muy mejicano, con ese aspecto de indio sabio y veterano, ajado de andares y de rostro popular, El Pana movió por alto el capote al hilo de las tablas, sumó chicuelinas y tafalleras y la faena de muleta fue un irse el toro al suelo y un pedir paciencia el torero al público. Mejor fue el segundo, de menos clase pero más movilidad y allí, por pasar, no pasó nada. Intenciones de ademanes y gestos, un atisbo de tanda. Poca cosa.

El toro de la corrida fue el tercero del mejicano. De los que se van sin irse del todo a la pared, embistiendo por afuera, de los que hacen crecer a los corazones afligidos. De los que hay que buscar entre pase y pase, un poquito. Fue y vino el toro en los primeros cites muy a su aire. Los dos, El Pana y el de Cuvillo. Pero se obró el milagro y hubo una tanda en la que de esa forma tan peculiar, preparadas las piernas hacia atrás, medio de perfil y algo encogido, el bohemio corrió la mano con largura en una buena tanda. Ese es El Pana. No es hombre de combate sino personaje para ver o contar de dos formas. O tres, un personaje de corrido.

Moraleja: que en la era de la religión laica del tomismo de José Tomás, navita de un torero oculto de culto, entrecano y silencioso (religión de hábito) existe también otra que se llama morantismo. Nada escasa sin ser multitudinaria. Fiel. Nace de un torero especial entre alegre, callado e íntimo. Religión torera por todos los palos del flamenco.

Torear es Hundirse

Entre los valores de cualquier torero destacamos siempre algunos principios fundamentales: el valor, la capacidad técnica, el temple, la pureza. Pocas veces hablamos de la inteligencia. Ese rayo que va de la mente a las muñecas. La solvencia que asienta los pies, que da peso al cuerpo para asentarse y fundamento al corazón para que lata despacio. No tiene El Cid una mente despejada, si tiene una izquierda: metal bruñido. Ayer un toro jabonero con cara de buena gente desnudó como en Sevilla a Cid quién no supo resolver esa ecuación de planteamiento de faena, nudo, adorno y estocada. Con la izquierda el torero bailó y no se asentó, con ese danzar de C. Klein, incluso dio algún respingo en el tercer natural temiendo por su integridad. Era complicado distinguir entre el genio y la bravura de ese toro jabornero, pero la medicina era clara: pitón derecho,la muleta adelante, el temple para hilvanar, los toques dulces y a tiempo, muy por abajo y sin violencia, atornillar las zapatillas en la arena de Madrid y esa solvencia y disposición que los toros sienten. Nunca el toro fue hilado y dirigido después del primer natural. Quizá tenga Cid esa nube negra que impida pensar. O quizá no cuente con esa natural solvencia intelectual también de Joselito El Gallo. Decía Fernando Domínguez con la mente de El Gallo, que torear es hundirse. Sumir, acuartelar el charol de las zapatillas en lo hondo de la arena y girar.

entrada de De Purísima y Oro a las 2:17 PM