POR GERARDO DIEGO
ABC. Madrid, 28 de Marzo de 1962
Sobre Antonio Machado y su posición crítica frente a la Fiesta Nacional ya se ha escrito, y entre los aficionados a toros y a poesía a la vez venimos aclarando la cuestión desde hace tiempo. El gran poeta no era lo que hoy entendemos un aficionado a los toros, al menos un buen aficionado. Esto no quita para que de cuando en cuando asistiese a las corridas y para que sospecháramos que en sus mocedades pudo tener también sus veleidades más o menos flamencas. Sin llegar a la auténtica afición de su hermano, el gran Manolo Machado, el que hubiera querido más que nada, más que poeta, ser un buen banderillero.
La posición de Antonio Machado, maduro y espiritualmente desengañado y viejo, desdoblado en su ente de ficción "Juan de Mairena”, está muy clara. He aquí sus palabras: "Por esto las corridas de toros, que, a mi juicio, no divierten a nadie, interesan y apasionan a muchos. La afición taurina es, en el fondo, pasión taurina; mejor dicho, fervor taurino, porque la pasión propiamente dicha es la del toro."
Reflexionando un poco sobre el sentido de esta sentencia, advertimos que cuando Juan de Mairena, esto es, Antonio Machado, alarma que la pasión no es la del espectador, sino la del toro, emplea la palabra "pasión" en su sentido justo, en el de padecimiento o trance de dolor hasta la muerte, tal como un andaluz, por devoción cristiana, está obligado a interpretar con todo derecho. La pasión y muerte es la del toro, y rarísima vez la del torero, como no sea en su imaginación medrosa. Y, por supuesto, nunca la del aficionado que contempla la corrida.
Pues bien: ahora tenemos la prueba de lo que siempre habíamos sospechado de la temprana afición o asistencia taurina de Antonio Machado. Debemos esta revelación y otras muchas de la formación literaria del poeta a Aurora de Albornoz, que publica en Puerto Rico una colección curiosísima de crónicas periodísticas de los hermanos Machado sacadas de una revista de 1892 a 1893, cuando ambos hermanos andaban todavía por los diecitantos sin llegar a los veinte años. La revista era madrileña y su título era La Caricatura. Fueron los hermanos Machado los que lo recordaron contando su vida a Pérez Ferrero y sólo ahora el dato preciso ha sido aprovechado con la publicación de todas las crónicas y artículos del uno, del otro o de los dos juntos en colaboración. Manuel se firma "Polilla", nombre de gracioso de Moreto. Antonio, "Cabellera", y ambos, cuando colaboran fraternalmente, "Tablante de Ricamonte". Con tal clave dada por ellos mismos ha sido muy fácil la atribución, porque si no, la semejanza de humor y de estilo es tan grande que hubiera hecho dudosísima la identificación.
Los apuntes taurinos de Antonio, de "Cabellera", son más bien de crítica o reseña profesional, de costumbrismo satírico y humorístico. No olvidemos que el periódico se llama La Caricatura y que nació como una simple colección de caricaturas, a las que luego se añadió, cuando ya la publicación llevaba varios números, páginas de prosa de buen humor.
Pues bien: justamente el primer artículo de Antonio Machado sobre "La afición taurina". He aquí algunos párrafos que prefiero dejar sin comentar.
"Parece mentira que haya quien se atreva a afirmar seriamente que el arte taurino y la afición del público de Madrid a las fiestas de toros se encuentra hoy en notable decadencia. Porque, no obstante las lamentaciones de los viejos aficionados, que sin cesar evocan aquellos tiempos, de felice recordanza, en que se recibían toros por docenas, y en que Montes, Cúchares y Chiclanero desempeñaban tan importante misión, ajustándose al Código sagrado, cuyos preceptos son de todo punto inolvidables, el número de corridas verificadas al año es cada vez mayor; los tendidos y gradas de las plazas de toros se encuentran de día en día más concurridos, y los verdaderos aficionados, los aficionados enragés, siguen con inmenso interés la suerte de los espadas más notables, reciben telegramas notificando sus triunfos y celebran banquetes en su honor.
"Fácil será, a quien se lo proponga, encontrar alrededor de una mesa de café reunida un clásico aficionado que lleva en sus patillas blancas cincuenta años de toreo desde las gradas de la plaza de Madrid...
"Porque yo he visto, por mis propios ojos -exclama retorciéndose el bigote y frunciendo el entrecejo uno de los contertulios-, y aquí está Cortezo, que no me dejará mentir, la faena empleada por el Chispero en su primer toro, consistente en dos pases naturales, dos pases de pecho y tres pases ayudados y un pase en redondo, y con la res cuadrada, un volapié hasta la mano que hizo innecesaria la puntilla. ¿No es esto una brillante faena? ¿Qué más puede pedirse a una espada de cartel? ... Para que vea usted, don Matías, hasta dónde llega la depravación humana y me diga si no es cosa de hacer una barbaridad. (Por supuesto, que lo mejor es reírse.) El Imparcial y El Liberal califican la estocada de pescuecera, asómbrese usted, don Atilano, ¡de pescuecera!"
2 comentarios:
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