miércoles, 28 de noviembre de 2007
Ponce y el valor de la lentitud/ Nochetriste
Reseña de la primera tarde de la Feria “Jesús del Gran Poder” 2007
Por Nochetriste
Si fuera toro pediría que quien me toree sea Enrique Ponce; si fuera torero lidiar toros de Domecq; si fuera público poder vivir la mayor cantidad de corridas de toros en cualquier plaza del mundo y si fuera aficionado ver a Morante bordar el toreo, una y otra vez, a un toro bravo de Santa Coloma en la plaza de toros de” las Ventas “de Madrid.
Ahora bien, como ni soy toro, ni pude ser torero; ni puedo entregarme la representación en mi sola persona de todo un público, ni creo poder llamarme aún- tras una vida de ver y sentir el torero- aficionado, mejor cuento al lector los detalles que nos dejó este soleado miércoles de noviembre la primera tarde de la feria taurina quiteña del 2007.
Ponce lanceo de capote a su primer toro - el mejor de la tarde por su clase, pero como el conjunto con toques de sosería y falta de bravura y transmisión- y toreo de muleta a su segundo, tan exquisitamente como esperaban todos quienes pagaron sus entradas la tarde de hoy. Estuvo perfecto.
Juli estuvo enrazado con un primero malo y poderoso con el segundo que se apagó pronto.
Albán, inteligente y claro con un mansito clasudo que hizo de tercero, suscitó las mayores emociones de la mayoría y estuvo muy pundonoroso en el sexto al que mató fenomenalmente. Esto le valió una oreja.
Como dije en el párrafo inicial, Ponce fue el matador de toros que todo animal quisiera tener al frente. Los entiende a todos, a todos les da la faena que necesitan. Parecería que con solo mirar al toro entabla una conversación que se alarga hasta que lo despide de este mundo.
Alguien decía hoy en la plaza de Iñaquito que parecería que este hombre tiene energías, extrañas a los ojos racionalistas que escriben esta reseña, que compatibilizan enseguida con los animales, que ni se despeina y que parecería que en todas las vidas que vivió ha ido perfeccionando el toreo.
De la tarde de hoy me quedo con él y el concepto que lo hace figura del torero. Este se divide en dos grandes áreas- estoy consciente de sonar repetitivo, pero si el torero estuvo así de reiterativo toda la tarde, nuestro homenaje es caer en su juego-:
La primera es su inteligencia. Todos los toros le caben en la cabeza y a todos les hace la faena que piden. Por eso parecería que todos en sus manos embisten.
La segunda, su despaciosidad. Todo lo que hace, lo hace despacio. Como torea, este hombre, debe lavarse los dientes, acostarse a dormir, molestarse con su esposa. Para poder torear y estar en la plaza de toros como está, su vida debe ser lo que en la de los comunes mortales es la cámara lenta.
Lo sublime del toreo se hace despacio, acaso igual que en la vida. No nos olvidemos del refrán que dice que las prisas son para los malos toreros, para los ladrones -.y lo que es más grave y difícilmente se cura- para los malos amantes.
Mañana sigue la feria. Hasta entonces.
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