Por Vicente Moreno
Diario La Hora, 12 de julio de 2009
Si partimos de la premisa de que una de las cualidades del hombre es la de hablar, charlar de lo que se ama y de la vida, es como si dijéramos que el corazón se nos sale por la boca. Don Miguel de Unamuno en su libro Contra esto y aquello escribía: “...lo malo no es la corrida de toros en sí, sino el tiempo que pierden los españoles hablando de toros...” Alguna razón tenía el autor de Abel Sánchez y La tía Tula, pues el aficionado que ama los toros habla sin límites en cualquier sitio de compartimiento. El léxico taurino está impregnado en el lenguaje coloquial como expresión del pensamiento y sentimiento. En el siglo XIX Luis Carmena y Millán refiere los modismos y expresiones taurinos empleados en el léxico castellano, frases que por su carácter han llegado a ser adecuadas y, aunque no correspondan al concepto, expresan un sentido figurado y pintoresco.
Leopoldo Vásquez, catedrático lingüista, recoge frases y modismos en su libro ‘Fraseología taurina’, para que los investigadores Wilhelm Kolbe y Willhem Harrish dieran su tesis en el Estudio de las corridas de toros en el idioma español. El literato académico Andrés Amorós, en su libro Toros, cultura e idioma (1999), refiere los términos taurinos que han llegado a formar parte habitual del léxico castellano, incluyendo frases. Por ejemplo, si decimos: “ya está el toro en la plaza”, entendemos que comienza el espectáculo, la reunión. Con: “me lanzo al ruedo” se denota el fondo de la cuestión como algo inevitable. Cuando no se quiere afrontar un problema, es muy común decir: “ver los toros desde la barrera”. A veces escuchamos que fulano o mengano “está hecho un toro”, aduciendo a la ira de la persona.
Hay frases dedicadas al toro en el castellano, al decir sobre el peligro que “es un mal bicho” o tiene “intenciones más malas que un Miura”. En Cuba se dice al intelectual e ilustrado que “es de capa y espada”. Frases como: “se crece al castigo” se refieren a la voluntad y tesón, a pesar de los fracasos. Cuando no se tienen objetivos claros se dice: “farolear”, en el momento de ayuda: “entrar al quite” y trabajar se dice: “bregar”.
El idioma español nace de las entrañas del pueblo y por este motivo el lenguaje taurino adolece de extranjerismos. Grandes políticos han utilizado frases como “coger al toro por los cuernos” frente a decisiones terminantes. Muchos vocablos son de uso diario: “olé” (Por Dios). Cuando un artista tiene algo no común expresamos tiene “ángel”. Don Maríano de Cavia recomendaba a su colega gaditano Dr. Thebussem, Caballero del Hábito de Santiago, usar la palabra “cornúpeta” y no “cornúpeto” pues no se dice “indígeno” sino “indígena”.
Hay vocablos que aluden a toreros y suertes como “chicuelina” y “verónica” a cómo presenta la mujer el paño, al rostro de Cristo camino al Calvario y la forma de presentar el torero la capa al toro. La cornamenta del toro tiene varias acepciones gráficas como: “astas, cuernos, agujas, puñales, defensas” y más.
En fin, que vocablos y frases taurinas forman parte del castellano común que no encierran verdades como “no hay quinto malo”. También “cuando hay toro no hay torero” y tantas otras que se escuchan con agrado cuando sobre todo las expresan personalidades de nuestro ámbito.
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