Antonio Burgos
El Recuadro, elmundo.es
Venían don Álvaro Domecq y su cuadrilla de torear una corrida sabe Dios en qué plaza, en aquellas temporadas en que el modelo de caballeros se hartó de rejonear con el exclusivo fin de donar sus honorarios hasta terminar de construir a sus expensas, como prometió e hizo, un centro para acogida de niños desvalidos en el Jerez de la Frontera que luego lo tuvo de gran alcalde. Y en el coche de cuadrillas de aquella noche de España, sacó don Álvaro su rosario, como católico a machamartillo que es, hasta el punto de que su gran amigo Miguel Criado, el veedor de toros bravos, suele decir:
-Álvaro, de cintura para abajo, ha sido Lola Flores... Pero de cintura para arriba... ¡monseñor Escrivá de Balaguer!
El caso fue que en el coche de cuadrillas, el devoto y muy católico Álvaro sacó el rosario, y los misterios que vamos a contemplar hoy son los gozosos, y Dios te salve María llena eres de gracia que te crió, carretera adelante. Y al terminar los últimos padrenuestros a San José, bendito esposo de la Virgen, fue cuando cuentan que Bernardo Muñoz Marín, Carnicerito de Málaga, que iba de banderillero con el rejoneador, le dijo, en plan adulador:
-Venga, don Álvaro... Vamos a echarnos otro rosario...
Apócrifa o verdadera, la historia pertenece a la riquísima tradición oral de los dichos de Carnicerito, de quien aseguran los que lo conocieron que fue uno de los españoles con más gracia de su tiempo, 1895-1969, si el Cossío no miente, que a veces la enciclopedia taurina pone más embustes que La Gaceta... Carnicerito, nacido en Málaga pero recriado en Jerez, a los pechos nutricios de la Casa Domecq, tuvo gran cartel como torero en España y América, desde su alternativa en 1920, que se la dio el mismísimo Rafael el Gallo, hasta su retirada como matador en vísperas de la guerra civil, cuando pasó de banderillero con los hijos de dos mitos, con José Ignacio Sánchez Mejías, Huevo Frito, y con Juanito Belmonte Campoy. Siguió luego como fijo en la cuadrilla de Manolete, hasta la tarde trágica de Linares, tras lo cual Álvaro Domecq lo tomó como algo propio y querido, llevándolo de banderillero en su cuadrilla de rejoneador, yo creo que mayormente para partirse de risa con las ocurrencias y sentencias del bueno de Bernardo, con cuyas anécdotas ha llenado páginas y más páginas de sus tan bien plumeadas Memorias a caballo. Bernardo Muñoz era, por cierto, primo del recitador Guillermo Marín, que tanta fama tuvo en lo España de aquel tiempo. Y por no salir de sus parentescos, diremos que fue también Bernardo suegro de Rafael de Paula. El gitano de Jerez se casó con una hija de Carnicerito, la que motivó que pasara de ser personaje de Bergamín a protagonista de romance de García Lorca, con navajas de Albacete y prendimientos que no fueron precisamente el Cristo al que llaman El Prendi.
Me he acordado de Carnicerito porque, de vivir hoy, Bernardo estaría desolado. Hombre elemental pero de una sola pieza, en sus muchos viajes como matador o como banderillero de Manolete por la América hispana y taurina, se hacía siempre un lío con el cambio de moneda, con los dineros que Alvaro Domecq le escatimaba dárselos en crudo, porque lo sabía tan rumboso que corría el riesgo de no llevar un duro de vuelta a su casa de Jerez. Entre dólares, bolívares, pesos y escudos, Carnicerito se hacía un lío, por lo que tenía más que decidido llamar sucre a toda moneda extranjera, quizá como recuerdo de sus actuaciones en el Ecuador en los años 20 y 30. Hasta el punto de que al regreso de una corrida en Portugal, llevó Álvaro a su cuadrilla a rezar ante la Virgen de Fátima un día que le había escatimado no sé qué cantidad de escudos, porque sabía que Bernardo se los quemaba. Y al salir de la basílica y preguntar Álvaro a sus banderilleros y mozo de espaldas qué le habían pedido a la Virgen, cada cual le fue diciendo su ruego mariano.
- ¿Y tú, Bernardo, qué le has pedido a la Virgen? -preguntó Álvaro a Carnicerito.
-Pues yo, don Álvaro, que a ver si sube el cambio del sucre de aquí, de Portugal...
Ecuador ha enterrado oficialmente al sucre, y ha adoptado como moneda nacional, del tirón, el dólar americano. Ole. Ahí no hay riesgos. Ojalá España hubiera hecho igual y se hubiera dejado de euro. Pero Carnicerito hubiera quedado completamente desorientado, en la división mundial de las monedas que hacía: lo que no era peseta, era sucre. Ya no hay sucres. Lo malo es que, aunque dicen que existe, tampoco hay pesetas. La peseta es una advocación devaluada del euro que va a durar, y nunca mejor dicho, menos que una perra gorda en la puerta de una escuela. No hay posibilidad de que la Virgen de Fátima nos haga el milagro de que suba el cambio del sucre de aquí, de España. Al fin y al cabo, España también ha enterrado su sucre, como los flamencos y toreros de Jerez enterraron con lágrimas a Bernardo Muñoz. Ya el mundo monetario no puede dividirse, a su manera, en dos grandes partes, peseta y sucre. Lo que no es euro es dólar. Mejor dicho: lo que no es dólar, no es casi nada...
1 comentario:
En hora buena!. Cada vez se va tomando mas gusto y se va haciendo un habito de todas las mañanas el darle un vistazo a este blog.
Muy entretenida la lectura.
Ole por "El Alvero" y su persistencia en el cultivo de la afición.
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