viernes, 15 de julio de 2011

Maneras de torear


Esteban Ortiz

Me parece que es muy limitado decir que torear es burlar con arte y estética las embestidas del toro porque es un concepto que va mucho más allá. Porque como decía antes, el arte es sentimiento. ¿Quién puede describir un sentimiento? Nadie, sólo hay que cerrar los ojos y sentirlo. Esa es la mejor definición.

Belmonte decía: “Se torea como se es” y quizás en estas pocas palabras se encuentra el sentido de torear para el torero. Es categórico: no se puede torear de ninguna otra forma sino como uno es. Por eso cada cual torea distinto, cada cual hace e interpreta a su manera el toreo y lo expresa de la misma forma: su forma. Por eso hay cuantas maneras de torear y de entender tantas como toreros existen.

Sin duda que estas expresiones se unen con la forma como cada quien lleva su profesión y lleva su vida personal. Por eso es tan importante la torería, para poder torear de verdad.

Como dice Antonio Caballero, cuando hablo de maneras de torear no me refiero a estilos ni a escuelas, ni a técnicas; sino más bien a caracteres: a personalidades. Porque lo que de verdad diferencia a los artistas los unos a los otros es la personalidad, más que el talento o el estilo. Y de todas las artes, aquella en la que más cuenta la personalidad y más huella deja la expresión individual de cada artista es en el toreo.

Por eso, cada cual asume a su manera, pero lo debe hacer de verdad y usualmente tiende a una manera de torear. Tomando y citando la clasificación que hace Antonio Caballero, creo que es importante tomar sus siete pilares del toreo para poder explicar aquí, no que existen siete formas de torear (ya lo mencioné, se torea como se es) pero si características en los que en más o en menos, los toreros siempre tienden a encasillarse:

EL TOREO HONDO: El artista, el toreo clásico en palabras de Paula, si mayor exponente actual. Hoy por hoy, en activo, Morante de la Puebla. Es el toreo fugaz por naturaleza, improvisado, sólo puede expresarse cuando se está ahí, delante del toro: el artista no puede esperar a que la inspiración venga a la cita, como sí puede esperar días y noches su llegada caprichosa un poeta. Eso tiene la consecuencia de que en los toros son muy raras las tardes de arte, y aun dentro de las tardes los chispazos de arte. Porque para que surjan se requiere una casi imposible conjunción de elementos: el torero, el toro y el momento. Es un arte instantáneo, y del instante único y exacto.

EL TOREO NATURAL: como el de Manzanares. La clase, que no es lo mismo que el arte. Da lo mismo si es en una plaza de responsabilidad severa, como Madrid, o Bilbao, o Sevilla; o si es en l aalegría sin consecuencias de un festival benéfico; o si es simplemente en un tentadero en su propia casa, sin testigos. En todas partes, en donde sea, José Mari Manzanares torea como quien respira. ¿Respiran ustedes, de manera distinta en un lugar o en otro, digamos en la Maestranza de Sevilla un Domingo de Resurrección o frente al televisor en la sala de su casa? Si; probablemente, sí. Pero usted no es José Mari Manzanares.

Todo arte es artificio, desde luego, y el del toreo no es una excepción. Pero hay modos del arte en los cuales el artificio es natural. No imita a la naturaleza, sino que es ella misma en su vasto respirar cósmico. Es un don recibido del cielo que distingue ciertos músicos, ciertos poetas: Mozart, a Verlaine. En ellos, el arte sale solo, como desprovisto de intervención humana. Quiero decir, de intervención de la voluntad humana. Así es el arte del toreo de José Mari Manzanares. Un arte natural.

EL TOERO HERÓICO: El héroe, el mito, el gladiador como César Rincón. El toreo es, por supuesto, un oficio de héroes: de hombres muy valerosos que se juegan la vida. Es el único oficio heroico que queda en un mundo obsesionado por la seguridad, con la posible excpeción del de bombero. Pero los bomberos no se juegan la vida por el arte, sino por la necesidad: alguien tiene que apagar los incendios; y en cambio no es necesario que nadie se enfrente a los toros bravos. Antoñete decía que el toreo heroico es el toreo de siempre. Distancia al toro; técnica porque sin ella es imposible el cite de largo; enganchar al toro en la panza de la muleta y llevárselo atrás; y hacerlo templado, rítmico. Eso es dominio, y cuando todo ocurre así, se manifiesta la belleza y se produce arte. Y eso tiene un enorme mérito porque supone contar con un valor a toda prueba. Parece fácil, pero hay que hacerlo.

EL TOREO ROMÁNTICO: Como el de José Miguel Arroyo, Joselito. El romántico, el de otros tiempo. Ese toreo rancio, sabor antiguo muy personal, muy individual. Callado. Toreo asentado, y a la vez relajado. Sin prisas. Todo se hace despacio en el toreo, para que quede bien hecho. Se entra a la suerte sin prisas, se sale sin prisas de la suerte. Clásico: “yo me fijo mucho en las cosas antiguas e intento ser lo más clásico posible” ha dicho Joselito. Como todos los románticos. Porque los románticos tiene la nostalgia del equilibrio clásico.

EL TOREO PERFECTO: el de Enrique Ponce. El toreo a prueba de equivocaciones, el toreo inteligente y completo como torero.

EL TOREO ALEGRE: siendo valuarte de esta categoría El Cordobés. En la alegría de la fiesta está el origen del toreo, y también está su permanencia. Dejen esto solo en manos de los artistas serios, y a ver qué pasa.

EL TOREO ESPIRITUAL: Belmonte decía que el toreo es una actividad del espíritu. El toreo espiritual es el de José Tomás: dictado desde adentro, desde las potencias del alma; o desde arriba, desde Dios; o desde un principio oscuro de inmanencia, como está el árbol presente en la semilla; o, teológicamente, desde un inexorable deber ser.

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