jueves, 18 de febrero de 2010
Hablar de toros con pasión/ Esteban Ortiz
Por Esteban Ortiz Mena
Es curioso como en un espectáculo tan apasionante logran formar parte del juego tres actores indispensables: toro, torero y público.
El protagonismo lo tiene el toro, eje central y fundamental de la fiesta. El torero es el artista, el creador en esencia que con su técnica e inteligencia cautiva al toro y logra, gracias a la conjunción de ambos, una creación estética que genera emoción y belleza. Y el publico... el público taurino es especial:
Como dice Andrés Amoros, “¿Escribiría algo Robinson Crusoe si estuviera seguro de permanecer siempre, solo, en la isla desierta? Quizá no. Escribimos para alguien. Y también para nosotros mismos, claro está. Las dos cosas no se oponen, en realidad. Cualquiera que haya hecho alguna labor de creación artística lo sabe de sobra. Lo mismo sucede con la tauromaquia. Recordemos la frase impresionante de Rafael el Gallo: Torear es tener un misterio que decir y decirlo”. Y lo que se dice, se lo debe decir con arte.
El público es el receptor directo, quien escucha atento esa música callada del toreo, que con sus compases acompaña el ritmo silencioso del buen torear para disfrutar con cada detalle. Pero hay más.
El público taurino es aquel que se involucra y forma parte de un rito. En ningún otro espectáculo su labor es tan importante como en los toros: se convierte en parte del acto. Así, el público no asiste pasivamente a las corridas de toros y su presencia, activa, condiciona todo el espectáculo: aprecia, exige, valora, impide fraudes, estimula, censura, aplaude, premia.
Hay dos tipos de asistentes: el aficionado y el espectador.
El espectador irá en busca de diversión. El aficionado también, pero es el apasionado conocedor de la fiesta que se involucra: genera opinión, estudia, se interesa. Es un activista taurino. Usualmente se reúne a discutir de toros, busca corridas, intenta crear afición, se preocupa por que la fiesta guarde un rumbo.
De aquí surgen las “peñas taurinas”, aficionados que se agrupan con el fin de fomentar su afición y sobre todo seguir disfrutando de ella, Han existido en el país un sinnúmero de agrupaciones: Corinto y Oro, Ciudad de Quito, La Giralda, entre otras. Entre las peñas jóvenes destaca “El Albero Peña Taurina”, siendo desde hace algunos años la que más actividades realiza.
Ortega y Gasset dice: “La misión de todo aficionado no es hablar de toros seriamente, sino apasionadamente. De no hacerlo así faltaría a su cometido y quedaría amputado todo un hemisferio de la fiesta taurina consistente en la resonancia inacabable de lo que acontece dentro de las plazas, en las tenaces e incesantes discusiones alrededor de las mesas en tabernas y cafés”.
El público se debe dejar sentir, escuchar. Es deber de todo espectador hacer algo más por la actividad que le apasiona, involucrándose: esa es labor para el buen aficionado.
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