domingo, 28 de febrero de 2010

Comunicación con Joselito/ Gregorio Corrochano



Gregorio Corrochano
ABC. Madrid, 6 de Julio de 1955

Joselito: Desde aquella tarde, en que tú te encerraste en la plaza de Madrid con siete toros de Martínez, no se había producido nada tan parecido en el toreo hasta el 3 de julio de 1955. Cierto que en este tiempo hubo grandes efemérides. Cierto que después de ti hubo toreros muy buenos, de gran personalidad, que aisladamente mantuvieron la afición y volvieron a las plazas el interés perdido al faltar tú. Pero es cierto también que cambiaron el ambiente, con el ambiente los gustos, preparados por una consentida y apoyada propaganda, lo que falseó y vició el toreo -vició muchas cosas- y malogró toreros que hubieran sido de época. Las corridas perdieron unidad, se rompieron, se deshicieron, se desflecaron, fueron otra cosa de lo que fueron en tu tiempo, con un toro y un toreo de "pitiminí". Se inventó un "slogan" -frase comercial, de bazar barato- que dice: "Una cosa es lidiar y otra torear." No sé si te darás cuenta de lo que esto quiere decir, tú que llevabas la tauromaquia en el forro de la montera, bien ajustada a la cabeza. Lo que quieren decir es que para torear no hace falta lidiar, y prescindieron de la lidia. ¿Que cómo se puede torear sin lidiar? Pues te lo voy a decir. Se han desentendido del primer tercio. Nada de "vamos, Camero”, “atrás, Camero”, y tú solo, con el capote de brega, colocando el toro, atento al picador y al quite y a la lidia del toro que tenías que "pesar" con la muleta. No escribo pasar, sino "pesar", que para pasarse todo el toro hay que llevarle pesado, medido, consintiendo y sintiendo el toro en la muleta. El matador no anda por el ruedo con paso de matador hasta que coge la muleta. Para todo lo demás delega en la cuadrilla, "que una cosa es lidiar y otra torear". Cuando cogen la muleta toman un estoque de madera. No es que maten con el estoque de madera, a ese invento no han llegado todavía. Le usan no sé si es porque les pesa menos o porque no quieren acordarse de que tienen que matar. A la muleta, y únicamente a la muleta, han reducido los tres tercios de la lidia. Comprenderás que si hay faenas magníficas, porque coinciden con el estado de un toro del que ellos no se han preocupado, hay equivocaciones a montones; tú sabes que al toro ni se le puede perder de vista ni se le puede dejar a que ande a su antojo por la plaza, es decir, que hay que lidiarlo desde el primer capotazo. Pues en es fecha que te cito, José, 3 de julio de 1955, un torero llamado Antonio Bienvenida lidió y toreó seis toros de Galache, como tú lidiaste y toreaste los siete de Martínez. Deshizo el "slogan" de bazar taurino y juntó lidiar y torear en seis toros, en una misma tarde y, al sumarse lo que habían hecho heterogéneo, el resultado fue tu corrida de Martínez. No cabe pase: resultado más igual, de sumandos más parecidos: lidiar y torear. Tú sabes que los picadores no pueden andar por el ruedo a su albedrío, sino guiados don por el capote de brega del matador. Este torero Bienvenida mandaba colocar al picador y después le ponía el toro en suerte, y le decía al picador: "Anda, ahora." Y cuando había que entrar a quitar el toro, entraba y le sacaba, a veces con ese atropello por las afueras, apretado por el toro, como hacía de vosotros; y después, una vez sacado el toro como fuera, el adorno, pero primero el quite. No sé si en los seis dejó intervenir alguna vez al saliente; creo que le invitó a hacer un quite, pero la lidia la llevaba toda él, tal como tú aquella tarde, que acabaste, por quedarte solo con Blanquet. Y se dio el caso de hacer de unos lances puramente de adorno, de escuela sevillana, una regla de tauromaquia, de una lidia eficaz. Desde el centro, por chicuelinas, se llevó el toro al picador, para que luego digan que una cosa es h: lidiar y otra torear. Otra vez se lo llevó a punta de capote, y con una revolera dejó al toro clavado frente al picador. Sé lo que me contestarías si pudieras: "Que esto lo hacía tu hermano Rafael." Pero ¿quién más lo ha hecho? o Los toros se dejaban abiertos, para ver desde donde se arrancaban, y el picador iba y medía la distancia, acortándola si era preciso, que es lo que debe hacer el picador. Te aclaro esto porque ahora el que acorta la distancia a todos los toros es el peón, llevándole hasta el estribo del picador y quedándose, naturalmente, a la derecha. Como el caballo de un picador se resabiara, y no quisiera ir, Antonio dijo: "Quieto". Y llamó al otro picador: "Ven tú." Esto es llevar la lidia con orden. Te parecerá, Joselito, que yo con los años chocheo al dar tanta importancia a estas cosas que son elementales. Pero es que todo esto, que era elemental y normal en las corridas, ha desaparecido, ya no se usa. Y me preguntarás: "¿Entonces qué queda del tercio de varas, te contestare: a. Cuando los matadores cogen las banderillas -ya las cogen muy pocos- banderillean muy espectacularmente, pero no practican el quiebro que tanto os distanciaba de vuestros banderilleros. En esta corrida que te cuento se fue Bienvenida al toro con un par en la mano; el toro estaba en el tercio bastante cerrado; parecía dudar si iba a salir por fuera o si iba a meter por dentro. Cuando llegó cerca, se arrancó fuerte el toro, y el torero se paró y, con un quiebro casi imperceptible de cintura, le dio salida y le dejó un par de esos que se torea ahora mucho con la mano izquierda, mucho más que en tu época, pero se lleva el pase hecho, generalmente, con la muleta retrasada y un poco de perfil. Así el toro -y el torero- aguanta muchos pases, porque no se quebranta el toro; no tienes idea de lo largas que son las faenas, ni de los pases inútiles que sobran, ni de los toros que se van sin dominar. Pues este muchacho, que mató los seis toros del Montepío, toreó con la izquierda, adelantando la muleta al mismo tiempo que la pierna contraria, que es lo eficaz, difícil y peligroso, y tú sabes la importancia que esto tiene, como arte y como dominio; lo distinto al perfil y al pase hecho sin adelantar la muleta. Todo a la distancia justa, a la necesaria, sin atropellar ni ahogar el toreo, con soltura, con facilidad, con maestría. No domina la suerte de matar, y en esta corrida mató recibiendo; tú también lo hiciste. Ya un toro muy zancudo, delantero, que adelantaba por el lado derecho, le entró solo en los medios con gran valor; le prendió por el pecho y le rompió la rizada camisa y la pañoleta, como se la rompían a Machaquito. Le cogió dos veces al matar. Y se tiraron como lobos a hacerle el quite los viejos del Montepío, sin capotes ni vestido de torear. Gratitud se llama ese quite. Esto ocurría en el cuarto toro. Como ya le habían dado tres orejas, con la emoción y el susto, nadie se acordó de pedir la oreja de este toro, para mí la más merecida. Lo que se vio claramente es que para matar bien necesita Antonio Bienvenida que vengan los toros a cogerle la muleta. Matará pronto si mata "a un tiempo"; al volapié neto, pinchará mucho, aunque pinche bien. En su mano tiene la muerte de los toros, más en la mano de la muleta para obligarles, y también, quizá, en su corazón, en ese corazón que puso en la corrida del Montepío. Te definiré, Joselito, a Antonio Bienvenida en tres palabras: "Humano, torero y hombre". La corrida tuvo sabor añejo, de buena solera. Yo me acordé, José, de la tarde de los toros de Martínez.

No hay comentarios: