Por Carlos Ruiz Villasuso
Mundotoro.com
No encuentran la tumba de Lorca. Abrieron una fosa y no estaba. ¿Saben porque no la encuentran? Porque de Lorca les interesa más el muerto que su legado creativo. Les interesa más el pasado ya conocido, juzgado e historiado, que su esencia poética. No lo encuentran porque buscan sólo otro chiringuito político que abra una nueva brecha en la zanja que ya no debería de existir, si es que somos españoles democráticos y maduros: la que divide las lindes de las dos Españas que cierta política se empeña en mantener. Yo quiero que, ahora si, la encuentren. Para peregrinar al Parlamento de Cataluña con su féretro y su poesía. Para leer, alto y claro, frente a los ojos cerrados y las lenguas de serpientes de quienes alientan insistentemente su búsqueda como icono de su “ideología progresista” un texto. Uno que fundamenta mi libertad y mi derecho. Y el derecho a la libertad de cientos de miles de españoles y catalanes. Leer un texto que les llama, directamente, incultos, catetos y fusiladores de la cultura. Leer lo que ellos no han leído en su vida de chiringuiteros. Esto que escribió Lorca. El muerto que buscan:
"El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo"
La clase política de este país que se llama España ha llegado al nivel más bajo de perversión y de obscenidad. Los que buscan a Lorca y que no han leído a Lorca, han dado a sus gentes libertad de voto secreto por primera vez en su historia, escondidos en los escaños. Esta vez no había interés económico o de poder, la Fiesta, como la poesía de Lorca, se la trae al pairo. Qué grandeza. Qué ejemplo de implicación, de coherencia, de responsabilidad. Qué valentía parlamentaria. Qué ejemplo de claridad.
Para más perversidad, mientras sus gentes secreteaban el libre albedrío en Barcelona, la Viceministra del Gobierno de un país que aun se llama España, se declara partidaria de no prohibir. Pero no se aplica democráticamente para que no se prohíban los toros. Desde Madrid se llama cultura y arte en cada Medalla que se concede a los toreros y desde Cataluña el oro de la medalla se convierte, al cambio, sin duda, en chocolate del loro. Ecuanimidad política. Fuera aparte de esta sustancia política, hay que afirmar que el germen de la orfandad del toreo es la propia clase política. La misma que es propietaria a través de sus administraciones de las plazas de toros. Plazas que regenta una clase empresarial taimada y cautiva de los que les puedan dar y quitar. Quizá por eso no ha habido un planteamiento coherente frente al vandalismo antidemocrático y antitaurino que vivimos. Lo mismo reza para un sector atomizado y reiterado en su incapacidad, que se empeña en mostrar a José Tomás como si fuera el santo que se sacaba en peregrinación, bajo palio, en los tiempos de sequía. Pero ya no hay santo que nos haga lluvia. Hay una acción que reclama ya, que exige ya, una acción de lo sociedad civil para defender jurídicamente un derecho y una libertad. El fondo de esta cuestión es más grave que el toro si o no. No importa que ya se hayan cavado trincheras de una y otra parte. Forman parte de la balacera que defiende cada chiringuito. Pero son fuegos de artificio que esconden la esencia de lo que sucede. Que en Cataluña se está cometiendo una acción ilegal e inconstitucional tan evidente como se estaba cometiendo en muchas ciudades de Francia en los años sesenta. Y que se zanjó en los tribunales y en el parlamento de esta nación apelando al derecho legítimo del ciudadano francés a conservar sus tradiciones. La del toro bravo. Con este precedente europeo, se entiende poco y mal que ni el propio sector taurino ni la clase política que dice apoyar al toreo, haya sido capaz de orquestar una batalla jurídica en las más altas instancias para que este derecho sea el mismo en España. En Cataluña se está pasando el derecho a la tradición y a la costumbre (ésta última una de las fuentes del Derecho) por el forro de sus partes. La Ley del Patrimonio Histórico Español de 1985 que obliga a las administraciones a preservar tradiciones y costumbres de nuestros pueblos, la raíz misma de Código Civil respecto a la costumbre como base esencial de nuestras leyes, la Constitución como garante de todos estos derechos y libertades. En la propia Ley de Potestades Administrativas de Espectáculos Taurinos se afirma (Exposición de Motivos) que se aprueba dicha norma para adecuar al toreo con el nuevo ordenamiento jurídico nacido bajo el impulso de la Constitución. Estos textos legales y otros más atropellados sin que nadie haya hecho nada para ser amparados por un Tribunal de Justicia. Es hora de acudir a ellos, pues un debate de gustos, morales o éticas, no debe dirimirse en un Parlamento. Ningún voto da derecho a que nadie me imponga su moral o su ética si cumplo la ley. Si metemos la moral en los parlamentos, avanzamos de facto hacia un nuevo fascismo. La democracia es, entre otras cosas, el derecho a mi propia moral si ésta no viola la ley. Por eso hay que ir de visita a los tribunales. A las leyes. Y sobre leyes, los jueces. Porque, afortunadamente hay un precedente europeo en Francia. Porque vivimos en un Estado de Derecho. Y porque esta es la fiesta más culta gestionada por las manos más incultas. Porque si Federico García Lorca ve la fauna que son los buscadores de su tumba, se esconde para que no lo encuentren.
(PS. Este artículo jamás ha pretendido herir sentimientos o emociones legítimas de los familiares e íntimos del poeta, reconocido aficionado y partidario de la fiesta más culta del mundo)
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