martes, 13 de octubre de 2009

La poesía/ Antonio Caballero


Por Antonio Caballero
Revista 6toros6 No. 789, agosto 2009.

Parece ser que están filmando en California una película sobre una torera lesbiana. Y en una entrevista cuenta la actriz protagonista que lo más difícil para ella no fueron las escenas de sexo (a estas alturas, hasta el Dalai Lama...), ni los desnudos (si son exigencia del guión…), sino “aprender a torear”. Al llegar a este punto de las declaraciones de la artista me detuve, estupefacto. ¡Ah! ¿Es que se puede aprender?

La señorita en cuestión dice que sí, y que lo único que hace falta para eso es atreverse.

No sé. No estoy seguro. Me parece a mí que no. Una vez un excelente aficionado (taurino, por supuesto: es la única palabra que nos pertenece de verdad sólo a nosotros) me dio a leer unos poemas de su propia cosecha (taurinos, por supuesto). Palidecí. Pero en fin, los leí de cabo a rabo. Cuando iba por la tercera o cuarta estrofa me acordé de la anécdota de un malhumorado crítico a quien un poeta entusiasta le había pedido su opinión sincera sobre cuál era mejor de sus poemas que había compuesto. El crítico le echó una ojeada al primero y dijo sin vacilar:

-Es mejor el otro.

De la docena que a mí me tocó leer no era mejor ninguno. Con precaución, con dulzura, como quien el habla a un amigo gravemente enfermo, se lo dije al poeta. Y alegó en su defensa:

-¡Pero si son taurinos!

Sí, sí: por supuesto. Pero no eran poemas. Quiero decir que no eran poesía. Los aficionados (a los toros, por supuesto) tienden a creer que lo sublime de su adicción basta para ennoblecer todo lo que al respecto les salga de los cojones: pasodobles, cuarteles de feria, estatuas de toreros, fotos, crónicas, elegías. Y no es así. Se trata de un error antiguo, es cierto: en él cayeron los maestros de la retórica clásica, que juzgaban la calidad de una obra artística a la luz de la elevación de su tema. Y no es así. El arte no está en el tema. Va, por ejemplo, Sánchez Cotán, y en vez de pintar una escena edificante tomada de la Historia Sagrada pinta un bodegón con un repollo y un nabo. O le escribe a Quevedo una elegía en endecasílabos al ojo del culo. La cosa es al revés: los temas “pintorescos” no suelen ser buenos temas pictóricos, y por añadidura en general son cursis. Y los temas “poéticos” producen mala poesía, salvo cuando quien los trata es un poeta de verdad: y de esos sólo hay uno o dos en cada generación y en cada lengua. Góngora, pongamos por caso, es capaz de hacer maravillas con recursos tan ostentosamente “poéticos” que parecen de caricatura, como pueden ser un clavel, la aurora, el seno:

Caído se lo ha un clavel
hoy a la aurora del seno…

Pero déle usted los mismos elementos a uno que no sea Góngora, digamos a Julio Iglesias, y a ver qué pasa.

Con lo cual vuelvo a los poemas taurinos de mi amigo el aficionado, y a las declaraciones de la actriz de cine que aprendió a torear para representar a una torera lesbiana. En todos los casos el problema es el mismo. Es necesario atreverse a ser poeta para ser poeta, y es necesario también atreverse a torear para ser torero. Pero no basta con atreverse.

Un gran poeta, Rainer María Rilke –uno que, con todo y ser alemán, una vez se atrevió a escribir un poema taurino nada menos que en Ronda- dio un consejo sabio en sus “Cartas a un joven poeta”:

- Si no es absolutamente necesario, no escribas.

A mi amigo el aficionado poeta, o poeta aficionado, le cité el consejo de Rilke. Se lo tomó muy en serio conmigo. Y ahora pinta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parecen excelentes y muy inteligentes sus comentarios. Y ya que estamos hablando de escribir, sería usted tan amable de preguntar a los responsables de "el Albero", qué ha pasado con el concurso de cuentos taurinos 2009, que al parecer se ha quedado en el más absoluto olvido.