Por Gregorio Corrochano
Para ver una corrida de toros, es condición indispensable no perder de vista al toro. Es muy importante lo que hace el toro. Donde está el toro, está la corrida. el que sólo mira al torero, ve la mitad. Hay que mirar al toro y al torero, pero primero al toro. Todo gira en el ruedo alrededor del toro. Por él dictó la experiencia de los grandes maestros las reglas de la Tauromaquia, que son las leyes de la gravitación del toreo. El toro, no solamente es el protagonista, es el objeto del espectáculo. El espectador que distrae su vista del toro, en aquel instante deja de ver la corrida. Al mirar al toro, no solamente vemos lo que hace el toro, sino lo que hacen con él los toreros. Y relacionando lo que hace el toro y la intervención del torero, que esto es la corrida, juzgamos. Acabamos de definir la lidia. La posibilidad del toreo, la da el toro. Y de esto depende el conocimiento del espectador.
No olvidemos esta premisa: el toreo es función del toro.El estado del toro no es fácil verlo, suele ser confuso, lo que da lugar con frecuencia a desacuerdo en la interpretación del toreo. El toro unas veces trae resabios adquiridos en el campo por causas varias, que no vamos ahora a analizar; otras veces los adquiere durante la lidia. Si sale con resabios visibles, toda la lidia debe orientarse a corregirlos; se podrá o no, pero debe intentarse. Si no manifiesta resabios en los primeros momentos, toda la lidia debe orientarse a evitar los resabios de una lidia equivocada; a que no “aprenda”, como dice el público, y dice bien, porque los toros “aprenden”. No olvidemos, que todo lo que se hace con el toro es burla molesta, y esto contribuye a desarrollar su instinto defensivo, “aprende” a defenderse. La bravura es el grado superlativo del instinto. El toro no acomete por comer, acomete para defenderse, embiste en defensa propia a lo que teme y tiene más cerca de los ojos. El aprovechamiento de esta condición, única de esta fiera, es la fuente del toreo.
La bravura del toro tiene un gran parecido con el valor del torero. Porque si el toro defiende su temor al hombre que le hostiga y le hiere, acometiendo con bravura, el torero tranquiliza su miedo toreando valerosamente. Sus dos miedos se encuentran, se retan y chocan, el miedo del toro bravo al torero, y el miedo del torero valiente al toro. Este acoplamiento de bravura y valor, al enfrentarse, y temerse, hace posible la maravilla del toreo. El toro abanto que sale huído buscando una salida, y al no encontrarla se para, y se crece al castigo, es un caso tipo de la bravura como recurso del instinto.El toreo tiene su explicación en el movimiento geométrico de dos líneas: una vertical, que es el torero, y otra horizontal, que es el toro. En tanto la línea vertical gira sobre sí misma sin variar de punto de apoyo en el suelo, la línea horizontal tiene que trasladarse, haciendo un recorrido para ir y otro para volver. En aprovechar todo este tiempo empleado por el toro en embestir y revolverse, en ir y venir, que por rápido que parezca, es lento si se compara con el giro del torero, está basada la defensa del torero y la posibilidad del toreo. En esta sencilla lección de geometría nace toda la difícil teoría del arte de los toros.
La bravura, más o menos desarrollada, y más o menos sostenida, es la que sufre cambios, se modifica por el castigo y por los incidentes de la lidia, y a ello deben estar muy atentos, el torero que se enfrenta al toro, y el público que tiene que estimar lo que hace el torero. El error, al primero puede serle fatal; la ceguera del segundo le lleva a la incomprensión o a la injusticia. Aunque no fuera nada más que por esto, la atención al toro la considero capital.De aquí se deduce: que hay que lidiar los toros, que hay que saber lidiarlos y que la lidia es fundamental en la corrida, tan fundamental que da nombre a la condición del toro: toro de lidia. Un toro mal lidiado es un drama donde ninguno sabe su papel. A veces ni el toro. Hacemos hincapié en esto, porque es frecuente en la afición novata entender por lidia: esfuerzo, vulgaridad, trabajo de trotarruedos, toreo de gañanía, torpeza. Lo torpe es entender así la lidia, que es finura de observación, vista, inteligente conocimiento de las reses, facilidad de adaptación, dominio del toro y del toreo. Un gran lidiador es siempre un gran torero, con raíces clásicas, aunque se permita, por las circunstancias, licencias modernas y personales. Si no sé cómo es el toro, no sé cómo es el torero. Si el toro es pastueño, boyante, tranquilo, que se queda donde le dejan, y cuando le llaman va, que deja colocarse tranquilamente al torero, de los que por su bondad extremada, se le compara en las viejas revistas con “una hermana de la caridad”, no con falta de respeto a la hermana, sino como término de comparación inigualable de bondad en bárbara pero expresiva metáfora, entonces, todo lo que se haga con este toro tiene una importancia artística y estética en al que hay que dar su parte al toro, que ayuda y no es peligroso. Este toro tiene la bravura precisa para no parecer manso, para pasar por bravo y dejarse torear.
La bravura, más o menos desarrollada, y más o menos sostenida, es la que sufre cambios, se modifica por el castigo y por los incidentes de la lidia, y a ello deben estar muy atentos, el torero que se enfrenta al toro, y el público que tiene que estimar lo que hace el torero. El error, al primero puede serle fatal; la ceguera del segundo le lleva a la incomprensión o a la injusticia. Aunque no fuera nada más que por esto, la atención al toro la considero capital.De aquí se deduce: que hay que lidiar los toros, que hay que saber lidiarlos y que la lidia es fundamental en la corrida, tan fundamental que da nombre a la condición del toro: toro de lidia. Un toro mal lidiado es un drama donde ninguno sabe su papel. A veces ni el toro. Hacemos hincapié en esto, porque es frecuente en la afición novata entender por lidia: esfuerzo, vulgaridad, trabajo de trotarruedos, toreo de gañanía, torpeza. Lo torpe es entender así la lidia, que es finura de observación, vista, inteligente conocimiento de las reses, facilidad de adaptación, dominio del toro y del toreo. Un gran lidiador es siempre un gran torero, con raíces clásicas, aunque se permita, por las circunstancias, licencias modernas y personales. Si no sé cómo es el toro, no sé cómo es el torero. Si el toro es pastueño, boyante, tranquilo, que se queda donde le dejan, y cuando le llaman va, que deja colocarse tranquilamente al torero, de los que por su bondad extremada, se le compara en las viejas revistas con “una hermana de la caridad”, no con falta de respeto a la hermana, sino como término de comparación inigualable de bondad en bárbara pero expresiva metáfora, entonces, todo lo que se haga con este toro tiene una importancia artística y estética en al que hay que dar su parte al toro, que ayuda y no es peligroso. Este toro tiene la bravura precisa para no parecer manso, para pasar por bravo y dejarse torear.
Si el toro es de bravura revoltosa, que cuando pierde el engaño se vuelve rápido en su busca, y se “come la muleta”, y no deja entrar al torero en su terreno, es intolerable al cite, y de bravura agresiva, todo lo que se haga con este toro hay que apuntárselo al valor, al conocimiento y al dominio del torero. Este toro es verdaderamente bravo de raza. Es peligroso. Hay que saberle torear para no invertir los términos, y que sea el toro el que toree al torero, lo que he visto muchas veces.
Los toros mansos si no son de sentido, no tienen ninguna importancia; si se saben torear son muy lucidos, por contraste, porque el público no espera nada. Si son de sentido, hace falta un torero y un hombre.
Por el estado del toro, por la condición del toro se debe medir al torero. ¿Ese lance es precioso? ¿Cómo es el toro? ¿Esa faena es buena? ¿Cómo era el toro? ¿El toro rueda de la estocada? ¿Cómo entró y dónde dejó el estoque, en las agujas o en los bajos?
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