domingo, 16 de agosto de 2009

¿Cuántos seres en este mundo son capaces de dejarse matar por lo que creen?/ Nochetriste


Por Nochetriste

¿Cuantos seres en este mundo son capaces de dejarse matar por lo que creen, sueñan, o sienten? Muchos van por la vida dispuestos a matar, eso es sencillo, ya ni hay que desarrollar habilidades de fuerza o talento, sino tener la capacidad de mover un dedo, para disparar o activar aparatos que podrían estar a miles de kilómetros. Pocos ponen el pecho a las balas, las piernas a los pitones, el celibato a las ansias sexuales, ¿o no?

El toreo al natural es tan profundo como la revolución. El torero, ser fuera de este mundo que es capaz de crear arte aún exponiendo su vida, es un animal en permanente extinción que deja en el paladar de los espectadores, entre sangre y seda, el sabor a pólvora disparada por propios ideales. Si no se convencen, regresen a Tomás en la ventisca del Isidro del 2008, no a sus formas, a sus manos, a su cintura sino a su rostro, a sus gestos, a la impavidez que espanta. A la quietud que desvive en correr la mano con el corazón dispuesto a la muerte. Como los samuráis que pelean tranquilos y felices porque pelean contra ellos y conscientes siempre de que la actitud es pelear conscientes de que la muerte sería un honor.

¿Qué sería del mundo de los toros sin los naturales espásmicos de Tomás en Madrid el 5 de junio, como de la historia sin la foto del Ché muerto-mesías entre enemigos cobardes?

¿Qué del toreo gitano de Paula sin Bergamín –intelectual de una izquierda que no abandonó la lucha aún en años de fascismo-cantando su música callada del toreo o del arte sin Picasso y su Guernica dejando toros en las pupilas del último ser humano de esta tierra?

Algunos ingenuos relacionan al toreo con la derecha al ligarlo con los aficionados de trajes de seda que pueblan los tendidos para ser vistos y no para ver nada. Esos son espectadores tan perdidos como los chinos que van a Madrid en verano, ni taurinos, ni aficionados, maniquíes deformes que visten colores. Los taurinos somos los que soñamos con morir entre los pitones de un toro, aún si no podemos hacerlo. Los que vamos a general si no nos alcanza pero sentimos antes de ver un toro la sensación antes de la muerte, el éxtasis o la dicha; los que le bajamos la mano a la vida porque la queremos cambiar, porque queremos que meta la cara y se vaya lejos y mire a los de abajo intentando que suban.

Cuando me decía el viejo torero lo del cura, el guerrillero y el torero, se veía cura, se miraba torero y soñaba ser guerrillero. Los tres de los que hablaba son los zurdos que dieron significancia y significado al idealismo; los que construyeron el camino para que la revolución sea un camino y los que sumaron feligreses, rebeldes y locos aficionados a mundos distintos que construyen desde la izquierda una realidad más igualitaria, solidaria y feliz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Josè Luis Melo

textual "algunos ingenuos relacionan al toreo con la derecha"...

Bueno, otros como en este artìculo lo relacionan ingenuamente con la izquierda.