Antonio Burgos
¿ Dónde están ahora los que lo hacen tema de sus chistes, los que lo zahieren con sus burlas, los que hacen pronósticos sobre cómo han de ser los carteles del año 2000, los que dicen que cuando le hagan un monumento su escultura habrá de estar en Camas y la del toro en Santiponce? De los que decían que nuestro Curro Romero de nuestra alma, nuestro mito, nuestro héroe contra el tiempo, estaba acabado, ¿qué se hizo? Venga, venga, hablen ahora, después de la gesta de Málaga con el toro de Gabriel Rojas, que los que estuvieron en La Malagueta todavía están por la calle, toreando tal como salieron de la plaza, tratando de perpetuar en el tiempo esa escultura de arena que es siempre el recuerdo de una faena redonda, envolvente, perfecta, genial, como dicen que fue la del ídolo de nuestro culto.
Sí, esto del currismo es un culto como otro cualquiera, es una fe, que se alimenta de revelaciones luego contadas por los profetas y evangelistas, como fue el camino de Damasco de la feria de Málaga.
En mundo cada vez más laico y agnoticista, quedamos los curristas con el convencimiento de que somos una secta de una religión en retroceso, que es justamente la negación de todos los ideales de nuestro tiempo. Vivimos en una sociedad donde los que triunfan son los valores justamente contrarios al dogma estético y ético del currismo. Ahora triunfa y es mayoritariamente aceptado todo lo que supone el éxito fácil, a favor de corriente y de los gustos mayoritarios del público. En un mundo informatizado y tecnificado, triunfa lo seguro, lo que tiene más probabilidades de éxito.
Todo se hace según las encuestas de opinión, desde los programas de los partidos políticos al diseño de los líderes, pasando por los modelos de lavadoras o los televisores con mando a distancia. Vivimos el tiempo de lo light, de lo que ha dejado de ser lo que era para tratar de sobrevivir. Ni la cerveza sabe a cerveza ni el tabaco sabe a tabaco, como el socialismo no sabe a socialismo y hasta Fidel Castro pide dólares, que es como si el Papa pidiera los cuernos y el rabo de Satanás. El mundo, además, es de los jóvenes, de los que hacen tabla rasa con el pasado. Cuanto más se ignore la historia, a veces por simple analfabetismo, más moderno se es, y más progresista.
Grecia queda muy lejos. Roma es, todo lo más, donde vive Fellini, no la imperial. Los clásicos no eran la perfección, sino unos pesados y antiguos que nadie lee, y de los que además ni siquiera llevan una obra al cine cuyo protagonista sea, cómo no, Antonio Banderas. Todo tiene que ser cada vez más liviano, más productivo, más apto para el consumo de grandes masas. Juventud, dinero, éxito, vacuidad de principios, tales son los nortes de esta sociedad desnortada...
... Y en esto que llega Curro Romero en Málaga, que supone todo lo contrario. Curro Romero es el ídolo de los que no vivimos en el hedonismo del triunfo a cualquier precio, del dinero fácil del mogollón gregario de las encuestas que aseguran la producción masiva de petardos hechos a la exacta medida del mercado que los ha de consumir en gran escala y hacer ricos a todo el mundo. Curro Romero es el reino de la duda en este mundo de certeza, el imperio del acaso, del quizá, del quién sabe, del puede ser. No da dinero. Es más, cuesta mucho dinero invertir en este valor absolutamente improductivo, que hay que asistir muchas tardes, cientos, hasta que se produce el prodigio de la verdad revelada del arte. Y todo, además, en lo más mínimo light, sino duro y con todos sus avíos. Por derecho. Sin adulteraciones ni versiones descafeinadas, acalóricas, en que todo el mundo deja de ser lo que es para tratar de seguir siendo contra las leyes del tiempo.
Ahí la grandeza de Curro. La absoluta certeza de la improbabilidad en el mundo de las seguridades. Con la faena de Málaga, estamos alimentados para muchos meses en nuestra fe. Las leyes del currismo no son de esta tiempo. Clásico es lo que no se puede hacer mejor. Proclamar el clasicismo en un tiempo de modernidades es la suprema rebeldía de nuestro Curro, de nuestro héroe fuera de las leyes de este tiempo.
1 comentario:
Yo, Juan de Dios; tú, Romero;
tú, capote; yo, sonanta;
tú, el arte que se levanta
y se viste de torero.
Yo, toque cascabelero
con jirones de poesía;
tú, crisol y morería;
yo, toque por soleares;
tú, timón en esos mares
de toda la torería.
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