viernes, 9 de enero de 2009

El toro de lidia, rey de los páramos


El Comercio, 23 de noviembre de 2008

Cuando empieza el día, Cristóbal Roldán sale a recorrer su hacienda para controlar que todo esté en orden. La crianza de ganado taurino es su pasión y un ritual que cumple con mucho esmero en su hacienda Peñas Blancas, ubicada a 12 km de Papallacta, en Pichincha.Los cuidadores se levantan muy temprano y llevan a los toros el balanceado con que se alimentan. El frío se acentúa conforme avanza la mañana.“La comida es natural, no es para engorde. Está hecha a base de cebada, avena, maíz, pasta de soya, pepa de algodón... en sus componentes no agregamos ningún tipo de químico”, explica Roldán. Este compuesto se pone en las planicies y la fuente de agua se coloca en lo alto del cerro. De este modo, el toro hace ejercicio y se mantiene en forma. Lo tratan como a un verdadero rey, el rey de los páramos.“Esta raza se caracteriza por acometer. Es un toro de combate que, sin lugar a dudas, merece hacerlo en el campo de batalla como es la feria de toros”, asegura José Patricio Espinosa, administrador del ganado de las haciendas Albacerrada, Mirafuente y Vista Hermosa.Para Espinosa, es elemental destacar que esta tradición se mantiene desde la conquista. “No es solamente un espectáculo, sino es también un tejido cultural con matices históricos que se adaptaron en América”.Los toros tienen un pelaje variado. En esta región se destacan los Albahíos, que tienen el pelo blanco amarillento. Además, hay castaños, negros y cárdenos (grises). Sus cuernos, también conocidos como pitones, tienen formas diversas. Las más comunes son los cornidelanteros (con la cornamenta hacia delante), corniabierto (los cuernos a los costados), corniapretado (los cuernos casi juntos) y también está el cornicorto (con pitones pequeños).En la hacienda La Palmira, donde abunda el ganado Vista Hermosa, la neblina permite divisar apenas la manada de toros sobre un paisaje digno de pintura. Allí se crían animales de lidia desde hace décadas.La cercanía del cuadrúpedo crea un ambiente de riesgo que a su vez estimula la adrenalina. Los animales inspiran un profundo respeto.“Este es un animal bravo, robusto y altivo. Cuando uno se le aproxima se experimenta la sensación de estar frente a una bestia de mitología, la cual con solo un toque podría causar una herida muy grave e incluso la muerte”, comenta Espinosa durante el trayecto. Para seleccionar un toro de lidia se toma en cuenta su fisonomía, que en el lenguaje taurino se llama trapío. Cuanto más bravo sea éste, mejor será la corrida. Para esto, se escogen a las vaquillas más temerarias y se las lleva al tentadero de cada hacienda. Allí se mide su energía y si pasa la prueba podrá ser inseminada, pues de seguro parirá un toro de bravura singular.Otro factor que incide es la edad. La más adecuada es de 4 años. Cuando tiene entre 1 y 2 se denomina Añojo; de 2 a 3, Eral; de 3 a 4 recibe el calificativo de novillo y desde ya su participación en el ruedo tiene nombre propio: novillada. “La crianza de toros genera fuentes de trabajo en las haciendas y en las plazas de ruedos. Hay todo un movimiento que se genera con este animal”, dice José Luis Cobo, administrador de la hacienda Huagrahuasi, en Tungurahua. Un toro de 450 kilos puede llegar a costar entre USD 6 000 y 7 000,

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