viernes, 6 de julio de 2007

LA MARAVILLOSA ALEGRÍA DE LO QUE ES TOREAR

Esteban Ortiz Mena

Hay que partir explicando, como cuando se abre plaza y quedan esas pisadas en la arena como única constancia del inicio de aquel rito, que la óptica de esta charla girará alrededor del entendido. Sí, el entendido como aquel aficionado profesional (en palabras de Mario Solano) que vive intensamente. Es aquel individuo al que le brillan los ojos intensamente cuando comenta y explica una faena de Morante; cuando viaja kilómetros enteros, descubre que La Maestranza no es un sueño y se le llenan los ojos de lágrimas no más comprobarlo; cuando va a un bar, una casa, un rincón y descubre fotos de toreros colgadas en la pared y empieza a explicar, con la voz conmovida, el ángulo que forman la muleta, la pantorrilla y la cabeza del toro, y aunque alguien que pase por ahí no vea nada de extraordinario en todo ello, queda convencido, al escucharle, que el ángulo, sin duda, es algo especial… Exacto, al entendido no hay nada en el mundo que le apasione tanto como los toros.

Además, no es fácil conversar ni sentarse detrás de esta mesa y hablar con entendidos. Estoy convencido de que todavía tengo mucho por aprender: el entendido es un erudito y cuando es bueno, es un referente. Por eso les voy a contar (ya me inventaré cómo) lo que yo siento, que es mejor que intentar dar una charla magistral.

Decía que el entendido es aquel que se preocupa por leer de toros. NO sabe otra cosa más que hablar de toros. El único dinero que logra ahorrar de su trabajo se lo gasta en toros, (y queda endeudado para el resto del año) en comprar el abono, en viajar, en ir de plaza en plaza. Su vida gira alrededor del mundo del toro.

En fin… creo que ya nos hemos ubicado.

Esta charla, sin duda, es desde la perspectiva de la persona: no es desde la perspectiva del aficionado de tendido, sino del entendido en términos generales: aquel torero que siente, el ganadero que cría… en fin.

Iniciemos: La maravillosa alegría, pero ¿qué es lo que lo produce? ¿Por qué nos apasionan tanto los toros? ¿Por qué estamos aquí sentados oyendo hablar de toros? ¿Por qué vamos a una plaza sabiendo a priori que el resultado puede ser malo.

Si bien ya sabemos la respuesta final y personal (la maravillosa alegría), creo que es importante valorarlo y darnos cuenta de los porqués:

· Por qué nos apasionan tanto los toros si es un espectáculo bastante crudo, que denota una fuerte dosis de crueldad. Cruel sin duda. Es un acto en el que emana sangre de verdad, la del toro (no la metafísica cristina del cuerpo y la sangre de Cristo). Puede ser un espectáculo cruento, pero NO ES VIOLENTO. Por ejemplo, el fútbol lo es, pero los toros no. En el fútbol ha habido más muertes que en los toros. Y no estoy exagerando. Hay datos al respecto. El fútbol genera violencia porque la rivalidad genera pasiones y esas pasiones encontrones. Cuando dos hinchas de equipos distintos se encuentran a la salida de un estadio puede ser catastrófico: peleas callejeras, hospitalizados, vandalismo y hasta muertos son el saldo frecuente de enfrentamientos entre equipos de fútbol. ¿En qué campeonato, por más pequeño que sea (el de los estudios jurídicos, el de los compañeros de colegio, etc) no termina en pelea, batalla campal, expulsados y agresiones?

· En el toreo no hay rivalidad. Hay conjunción. Cuantas veces hemos salido de una plaza de toros llenos, con el alma repleta de arte, de esas sensaciones que son tan difíciles de describir. Porque en los toros no nos parcializamos por el toro o por el torero. Quizás un gusto particular. Pero jamás salimos a las calles a enfrentarnos entre aficionados. Pero salimos de la plaza, luego de momentos sublimes, abrazados. Otras veces llorando; siempre con el alma conmovida. Aunque no haya pasado nada. Alegres, llenos… porque la experiencia misma de ver toros ya nos enseña. Y claro, el entendido es el eterno esperanzado que vive siempre soñando en la faena que nunca va a ver. Y eso nos llena de alegrías, eso nos llena de felicidad.

· Hay que entender que esas alegrías son personales. Íntimas desde todo punto de vista, porque cada quien lo vive a su manera: yo no creo que existan familias de aficionados que tengan la exclusividad de la fiesta; o incluso entendidos que crean tener el monopolio de la sabiduría y el conocimiento; ni empresas que impongan términos a los aficionados por intereses económicos o de cualquier índole; (o autoridades que por favorecer a sus amigos decidan por el resto de aficionados). Creo que, parafraseando al gobierno, todos somos socios.

· En el mundo del toro TODOS SOMOS SOCIOS. Para ayudarnos, complementarnos y tener muchas alegrías. Si perdemos la perspectiva, el empresario se queda sin empresa porque el público no va a la plaza; y el ganadero no alimentará a los toros porque la empresa no le compra y el torero se quedará sin profesión por no tener un espectador que le aplauda.

· Hay otro factor: LA SENSIBILIDAD. Yo creo que este es uno de los elementos más importantes de todo aficionado. Si no abstraemos este concepto para poder captar tantas sensaciones y tantas alegrías, no estaríamos a nada de diferenciar entre una carnicería y un arte. Porque la delgada línea entre lo uno y lo otro es la sensibilidad para poder apreciar con los sentidos… con el alma, el espectáculo que estamos viendo.

· Bergamín ya lo decía: “sin sensibilidad… no hay entendimiento de ningún arte o juego” (Bergamín, El Arte del Birlibirloque).

· Miren que incongruencia: los antitaurinos se dicen sensibles… yo creo todo lo contrario. Hay que tener una sensibilidad especial para poder ver toros. Esa que abstrae la crudeza del espectáculo (que lo es) y que busca en lo profundo su entendimiento.

· Pero no sólo los antitaurinos. Me acuerdo que Santiago Cano comentaba una conversación que tuvo con aquel gran aficionado Fausto Cano, su padre. Me parece que estaban tomando un café o caminando por la calle, no lo recuerdo bien, y habían estado viendo a la gente pasar. Seguro les ha pasado que se ponen a pensar ¿en qué estará pensando esa persona?; ¿qué hará de su vida?; ¿qué problemas tendrá? En fin. Pero estos dos pedazos de aficionados iban más allá. Pensando lo mismo, llegaban a la conclusión de que les parecía sumamente triste que ellos no sean aficionados. ¡Qué será de la vida de ese pobre diablo!, decían. Pobre, llegar a la casa, ver a la mujer, estar con los hijos… ¡y no tener toros! No tener una pasión que le distraiga de la rutina, que le llene el alma, que le brinde alegrías.

· Bergamín: “El poder conceptuar tan rápidamente lo sensible es propiedad de finísimas sensibilidades: las sensibilidades torpes, rudimentarias, carecen de esta facultad; por eso para ellas el espectáculo es sensacional y repulsivo; porque les es, sencillamente, inconcebible. El toreo es un juego vivo de inteligencia, tan exclusivamente inteligente, que el error más mínimo contra la exactitud en la ejecución de sus suertes le puede costar al lidiador la vida”.

· Por eso es importante hablar de esto. ¡Qué no daría yo para poder compartir con aquel que pasa por la calle tanta felicidad! Si supiera de lo que estoy hablando, seguro sería aficionado.

· La sensación de torear no acepta contemplaciones, ni poses, ni mentiras. Fingir no es una opción. Es tanta la pasión, que yo no he visto que a ningún otro profesional le llamen por lo que es cuando hace bien las cosas. Me explico: el momento de mayor algarabía en una plaza, el público llama al grito de ¡torero!, ¡torero! Yo jamás he visto gritar ¡taxista!, ¡taxista! (a menos que sea para insultar); o ¡arquitecto!, ¡arquitecto!

· Pero veamos qué sensaciones nos produce el ver torear:

¡MORANTE! (VIDEO)

Miren qué alegría produce, que me voy a permitir un extraordinario artículo, lleno de sensibilidad que describe lo que un entendido siente cuando ocurre el milagro. Se refiere a Morante. LA CANONIZACIÓN ¡YA!

· Conchita Cintrón, en su libro ¿Por qué vuelven los toreros? dice algo que es muy cierto: ¿Parar, templar y mandar? El toreo no es eso, el toreo abarca mucho más. El toreo es emoción, sentimiento, pasión, entrega… lógicamente conocimiento, pero no se limita a parar, templar y mandar. Si un torero para, templa y manda… pero no emociona; no le queda más remedio que irse a los tendidos. Y disfrutar de distinta manera.

· Los siete pilares del toreo, como lo describió Antonio Caballero.

Maneras de torear

¿Qué es torear? Me parece que es muy limitado decir que torear es burlar con arte y estética las embestidas del toro porque es un concepto que va mucho más allá. Porque como decía antes, el arte es sentimiento. ¿Quién puede describir un sentimiento? Nadie, sólo hay que cerrar los ojos y sentirlo. Esa es la mejor definición.

Belmonte decía: “Se torea como se es” y quizás en estas pocas palabras se encuentra el sentido de torear para el torero. Es categórico: no se puede torear de ninguna otra forma sino como uno es. Por eso cada cual torea distinto, cada cual hace e interpreta a su manera el toreo y lo expresa de la misma forma: su forma. Por eso hay cuantas maneras de torear y de entender tantas como toreros existen.

Por eso, cada cual asume a su manera. Tomando y citando la clasificación que hace Antonio Caballero, creo que es importante señalar siete formas de interpretar el toreo. Sin duda, no que existen siete formas de torear (ya lo mencioné, se torea como se es) pero si características en los que en más o en menos, los toreros siempre tienden a encasillarse:

EL TOREO HONDO: El artista, el toreo clásico en palabras de Paula, si mayor exponente actual. Hoy por hoy, en activo, Morante de la Puebla. Es el toreo fugaz por naturaleza, improvisado, sólo puede expresarse cuando se está ahí, delante del toro: el artista no puede esperar a que la inspiración venga a la cita, como sí puede esperar días y noches su llegada caprichosa un poeta. Eso tiene la consecuencia de que en los toros son muy raras las tardes de arte, y aun dentro de las tardes los chispazos de arte. Porque para que surjan se requiere una casi imposible conjunción de elementos: el torero, el toro y el momento. Es un arte instantáneo, y del instante único y exacto.

EL TOREO NATURAL: como el de Manzanares. La clase, que no es lo mismo que el arte. Da lo mismo si es en una plaza de responsabilidad severa, como Madrid, o Bilbao, o Sevilla; o si es en la alegría sin consecuencias de un festival benéfico; o si es simplemente en un tentadero en su propia casa, sin testigos. En todas partes, en donde sea, José Mari Manzanares torea como quien respira. ¿Respiran ustedes, de manera distinta en un lugar o en otro, digamos en la Maestranza de Sevilla un Domingo de Resurrección o frente al televisor en la sala de su casa? Si; probablemente, sí. Pero usted no es José Mari Manzanares.

Todo arte es artificio, desde luego, y el del toreo no es una excepción. Pero hay modos del arte en los cuales el artificio es natural. No imita a la naturaleza, sino que es ella misma en su vasto respirar cósmico. Es un don recibido del cielo que distingue ciertos músicos, ciertos poetas: Mozart, a Verlaine. En ellos, el arte sale solo, como desprovisto de intervención humana. Quiero decir, de intervención de la voluntad humana. Así es el arte del toreo de José Mari Manzanares. Un arte natural.

EL TOERO HERÓICO: El héroe, el mito, el gladiador como César Rincón. El toreo es, por supuesto, un oficio de héroes: de hombres muy valerosos que se juegan la vida. Es el único oficio heroico que queda en un mundo obsesionado por la seguridad, con la posible excpeción del de bombero. Pero los bomberos no se juegan la vida por el arte, sino por la necesidad: alguien tiene que apagar los incendios; y en cambio no es necesario que nadie se enfrente a los toros bravos. Antoñete decía que el toreo heroico es el toreo de siempre. Distancia al toro; técnica porque sin ella es imposible el cite de largo; enganchar al toro en la panza de la muleta y llevárselo atrás; y hacerlo templado, rítmico. Eso es dominio, y cuando todo ocurre así, se manifiesta la belleza y se produce arte. Y eso tiene un enorme mérito porque supone contar con un valor a toda prueba. Parece fácil, pero hay que hacerlo.

EL TOREO ROMÁNTICO: Como el de José Miguel Arroyo, Joselito. El romántico, el de otros tiempo. Ese toreo rancio, sabor antiguo muy personal, muy individual. Callado. Toreo asentado, y a la vez relajado. Sin prisas. Todo se hace despacio en el toreo, para que quede bien hecho. Se entra a la suerte sin prisas, se sale sin prisas de la suerte. Clásico: “yo me fijo mucho en las cosas antiguas e intento ser lo más clásico posible” ha dicho Joselito. Como todos los románticos. Porque los románticos tiene la nostalgia del equilibrio clásico.

EL TOREO PERFECTO: el de Enrique Ponce. El toreo a prueba de equivocaciones, el toreo inteligente y completo como torero.

EL TOREO ALEGRE: siendo valuarte de esta categoría El Cordobés. En la alegría de la fiesta está el origen del toreo, y también está su permanencia. Dejen esto solo en manos de los artistas serios, y a ver qué pasa.

EL TOREO ESPIRITUAL: Belmonte decía que el toreo es una actividad del espíritu. El toreo espiritual es el de José Tomás: dictado desde adentro, desde las potencias del alma; o desde arriba, desde Dios; o desde un principio oscuro de inmanencia, como está el árbol presente en la semilla; o, teológicamente, desde un inexorable deber ser.

6 de julio de 2007

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