martes, 2 de febrero de 2010

El novillo es un toro/ José Carlos Arevalo


Por José Carlos Arevalo
6Toros6 No. 795

El toreo es una cuestión de equilibrio. Al toro fuerte, de mucha romana, le subieron el peso del caballo de picar por puro ajuste. A la vara puesta desde un algo caballo muy protegido, hubo que reducirle la dimensión de la puya. Al cuatreño para rejones, menos enrazado y violento que el lidiado en los años setenta, se le clavan uno o dos rejones de castigo, y no tres, como antes. Y al novillero se le echa un utrero y no un toro. Pero ¿el utrero de hoy sigue siendo un novillo?npor su edad, sí. Reglamentariamente lo es aunque le falte un mes para cumplir los cuatro años. Pero morfológicamente y ano lo es. Desde hace más de una década grancias al saneamiento riguroso de las ganaderías de bravo y a los nuevos regímenes de alimentación, el novillo tiene haora el trapío de un toro: por peso, volumen y defensas. Otra cosa es que los aganaderos reserven para lidiar de novillos aquellos ejemplares oc menos cara, pero los presentados en Las Ventas exhiben unos pitones dignos de corridas de toros en plazas de segunda y algunas de primera.
¿Es justo que los novilleros se enfrenten a estos toros que sólo son novillos en su carnet de identidad? ¿No se habrá roto el riguroso equilibrio ético que la Fiesta cumple espontáneamente en casi todos sus aspectos? Puede argüirse que la inusticia, interpretada por algunos como un obstáculo más del camino iniciático del torero o como al prueba más determinante de selección natural entre jóvenes aspirantes, no sea privativa de nuestros de nuestro tiempo. En efecto, antes de que al toro se le marcara la edad a hierro, eran muchas la s novilladas con trapío y mayor agresividad que los ofrecidos por las corridas. Antonio Ordoñez contaba que respiró cuando tomó la alternativa, pues a partir de entonces s eenfrentaba a ejemplares de similar morfología y mejores condicoines para el toreo. Y solían decdir los viejos aficionados de los años sesenta que mucho antes, en tiempos anteriores a la guerra civil, los novillos sólo se diferenciaban de los toros en que eran más defectuosos y de desecho de tienta, aunque en nada más.

Pero aun admitiendo estos testimonios y observaciones, e incluso incluyento las zonas en las que siempre se ha lidiado el novillo-toro / toro, como el famoso "Valle del Terror", situado en la Provincia de Madrid y parte de las de Ávila y Toledo, a las que se deben añadir hoy día los pueblos de Francia, en tiempos pretéritos el utrero era, por lo general, un novillo, como lo atestiguan sobrados documentos gráficos de épocas pasadas. Por el contrario, lo que en el presente acontece es que, no sólo en la plaza de Madrid sino en muchas ferias de novilladas celebradas en pueblos de España y Francia, se está lidiando un novillo que en realidad es un toro. Y tal circunstancia perjudica al futuro desarrollo de la Fiesta.

Dicha conclusión no es sentimental ni se carga de razones por las muchas y graves lesiones que en estos días están sufriendo los novilleros en toda spartes, pues de todos es sabido que el toreo da más cornadas que el toro, y por eso, en la época del utrero y del afeitado, los toreros, novilleros incluidos, iban más a la cama. No, las razones son otras. Por ejemplo, que el toro grande y de muchos pitones favorece el toreo defensivo sobre el torero que se hace poco a poco. Todo ello desemboca en una lidia más aburrida, en un espectáculo más gris, en una especie de corrridas de toros protagonizadas por toreros demasiados imperfectos. No es extraño, en consecuencia, que la novillada haya perdido gran parte de su interés como espectáculo taurino. Nada tiene que ver con aquellas novilladas en las que la sorpresa, el sobresalto, ainenció y la novedad, animaban más a la afición que muchas corridas.

¿Adónde van las novilladas en las actuales circunstancias? ¿Cuántos toreros dotados frustra el que pasarían el reconocimiento como toros en cualquier plaza, si no fuera por los papeles? Urge que los estamentos profesionales de la Fiesta se planteen, de una vez por todas, la reforma del sector de las novilladas. Lo exige la deserción de los aficionados, cargada de razones, y el futuro del tore, que no puede quemar vocaciones como si aquí sobraran vocacioens y que, sin embargo, privilegia la continuidad insoportable de matadores sin otra justificación que la inercia del sistema.

Y todo porque el novillo es un toro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este articulo se deja en el tintero el caracter, segun edad exacta y encastes, de los novillos y toros de ayer y de hoy.
¿Cuanto o a que velocidad aprendian los novillos de ayer en comparació con los de hoy.
Que diferencia hay entre 3 años y una semana y 4 años menos una.
Cual era el caracter de un cuatreño hace 50 años y hoy.
Que diferencia entre 4 años y una semana y 6 años menos una semana.
Hay que afinar mas para escribir en una revista especializada aunque seamos el hijo del dueño.

Anónimo dijo...

Señor Arevalo:
Escuché su charla sobre el libro de Armillita en el programa de Manolo Moles. Realmente me impresionó su gran conocimiento de la evolución del toreo en México, algo muy importante para entender en su totalidad al planeta de los toros en sus dos orillas. He publicado hace pocos años la historia de la plaza de Acho de Lima, que es la tercera en antiguedad despues de la de Zaragoza y Sevilla. Me gustaria tener sus señas en mi email hlm1935@hotmail.com ,con el objeto de tener el gusto de enviarselo como obsequio. Ojalá lleguen ejemplares de su libro sobre Armillita a Lima.

Cordialmente,

Héctor López Martínez
Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Historia