domingo, 7 de febrero de 2010

¡Vamos antitaurinos!/ Jorge Arturo Díaz Reyes


Por Jorge Arturo Díaz Reyes

Una tarde, por ejemplo --y eso, mi querido amigo José Barney no me lo deja olvidar porque lo relata muerto de risa cada que le dan oportunidad— subíamos hacia la Santa María, los dos, antes de la corrida; una turba vociferante, frente al Planetario, increpaba de la manera más infame a los resignados espectadores que inermes, humillados, cabizbajos, desfilaban frente a ellos. Niños, mujeres ni ancianos escapaban a las obscenidades, al contrario.

No pudiendo resistir la tentación de aducir algo en defensa propia. Pacíficamente, me aproximé y en mi tono más conciliador les insinué: --Señores ¿No les parece que desperdician energías aquí, donde solo matan seis toros cada ocho días, por qué no se van al matadero municipal donde matan miles y miles todas las mañanas?

¡Para qué fue eso! De no haber sido por la inmediata intervención de los antimotines; José (petrificado más por mi falta de prudencia que por la furia homicida de los apóstoles de “Paz Animal”) y este pobre insensato, hubiésemos quizá sido despedazados en el acto. Le debemos al heroísmo de los policías, haber salido ilesos. Lamentablemente, a nuestras ausentes e inocentes madrecitas no les fue tan bien.

¿Cómo hablar de toros con interlocutores así? No entienden. No son aficionados. ¡Hombre! Digámonos la verdad, si no entienden muchas veces los taurinos, ¿Qué se les puede pedir a seres como aquellos, o como ese pelmazo de Bogotá, director de revista y todo, que grita por televisión su mayor ilusión: --¡Ver a César Rincón destripado por un toro!-- ¿Hablar de toros así, es racional?

No puede serlo. Pero en cambio, sí hay muchos otros temas que los aficionados podríamos tratar con ellos, pues creo que como en muchos antagonismos, analizando las cosas a fondo, podemos tener más coincidencias que contradicciones.

No me refiero, claro, a la capacidad de insultar, de atollar paredes o desoír argumentos. No. Me refiero a coincidencias elementales, como pertenecer al género humano, tener capacidad de raciocinio, y… lo que unos y otros decimos profesar; amor por la naturaleza, preocupación por la ecología, defensa de la vida (principio y fin incluidos, claro). A eso es que me refiero. ¿De verdad, coincidiremos en esto? Vamos a ver.

A Cali la invade hoy el espanto por el arboricidio que han planeado los constructores del MIO (sistema de transporte masivo) contra 130 samanes y ceibas de la calle quinta, entre la Plaza de toros y la Universidad del Valle. Todo el mundo ha tenido que ver con ese atentado al medio ambiente, con ese crimen de lesa ecología. El qué más, el que menos, ha levantado su voz en defensa de los árboles, de la vida, de la estética.

¿Pero saben quienes no han dicho hasta ahora esta boca es mía? Los antitaurinos ¡Increíble! Los antitaurinos, rabiosamente proclamados ecologistas. ¿Andarán muy ocupados? No sé. Lo cierto es que no han dicho ni mú. Bueno, digamos mejor ni pío, para no arriesgar. Pero nunca es tarde, los aficionados a los toros los invitamos a que depongan así solo sea temporalmente sus antipatías, y juntos marchemos en defensa de los queridos y viejos árboles del paraje más bello de la ciudad. ¡Vamos antitaurinos y taurinos de la mano por la ecología! ¿Será posible? ¿O es que ya en verdad, en verdad, tampoco en eso coincidimos?

No hay comentarios: