jueves, 18 de marzo de 2010

EL MORANTISMO EN LA ERA DEL TOMASISMO


Hay cosas que se pueden contar de una forma y cosas que se pueden contar de varias formas. Y toreros. Morante se puede contar sólo de una forma: dice el toreo como nadie puede decirlo. El Pana se puede contar de dos formas. Como Rodolfo Rodríguez: un tipo vividor, bohemiote y jacarandoso (un chamberilero metido a mexicano o viceversa). O como El Pana: no mames güey. Entre estas dos formas de contar, hoy se lleva la palma la segunda. Las palmas de verdad, por bulerías de ánimo, en racimos de ovaciones y olés nacidos de gargantas entregadas, fueron para Morante. Pero sin romper el evento en grandiosidad pues de la corrida terciada de Cuvillo, el lote bonancible y amable fue para Rodolfo Rodríguez. Bueno, para El Pana.

Una vez pasado el fielato de la entrada victoriosa (meter tres cuartos en Vista Alegre no está mal) Morante y El Pana pasaron el del atascazo. Media hora casi de retraso. Primera espera del morantismo, gentes cuyo corazón se acopla al ritmo que marca el torero, el de la espera. Luego hubo otras seis esperas más, hasta la lidia del sobrero y en la salida o adiós a la tarde del regreso, rostros de satisfacción matizada. Sin nada para los anales, hubo cosas para paladear. Bien de ánimo y de actitud Morante, dispuesto y hasta esforzado en cuatro toros que le regalaron un puñadito de embestidas. No más. La de Cuvillo manejó escasa bravura y poca fortaleza.

El segundo le dejó pegar unos lances bien mecidos y con el mentón en el pecho, ganando siempre terreno. Ese es Morante. Como lo es un inicio a dos manos por alto con sello, diferente, jugando los dos brazos de forma cadenciosa. Ya estaban los fieles a punto de iniciar el paroxismo (lo recibieron con una ovación que recordará el de La Puebla) cuando llegó una tanda con la izquierda de un trazo excelente, limpio y hondo, con el cuerpo encajado. Pero apenas nada más pues el toro tuvo el fondo escaso. Como lo tuvo el cuarto, toro que se movió defendiendo su escasez de bravura y en el que Morante se dejó ir sólo en una tanda con la derecha. ¿premio? Tuvo casi en la mano una oreja del segundo, pero no mató a la primera.

Un juego de mus de principiantes le duró el que cerraba corrida. Un rato de lenta y paciente espera en una faena sin guión, de retazos muy buenos con la muleta, pero con el final apagado en las embestidas cada vez más renuentes del toro. Por eso regaló el sobrero, cuestión que pilló a parte del respetable en la boca del metro o al pie del parking. Madrid escapa en desbandada los viernes por la noche. Suelto el toro, mansito, tardó Morante en recoger su abanto movimiento para lancearlo de forma majestuosa, cimbreando cuerpo y brazos. Muy a compás. Toro que marcó querencia y tendía a rajarse. Hasta que esto sucedió, el de la Puebla dejó dos tandas con la derecha de rebosante reposo y de una estética de privilegiados. Por el pitón izquierdo no hubo acople: se venía el toro con la cara alta y Morante se desesperó. Adornos, ayudados, para matar trasero al recibir.

El lote fue el de El Pana. El primero, que se partió un pitón a estrellarse en el burladero y se pegó una vuelta de campana, tuvo calidad y poca fuerza. Muy mejicano, con ese aspecto de indio sabio y veterano, ajado de andares y de rostro popular, El Pana movió por alto el capote al hilo de las tablas, sumó chicuelinas y tafalleras y la faena de muleta fue un irse el toro al suelo y un pedir paciencia el torero al público. Mejor fue el segundo, de menos clase pero más movilidad y allí, por pasar, no pasó nada. Intenciones de ademanes y gestos, un atisbo de tanda. Poca cosa.

El toro de la corrida fue el tercero del mejicano. De los que se van sin irse del todo a la pared, embistiendo por afuera, de los que hacen crecer a los corazones afligidos. De los que hay que buscar entre pase y pase, un poquito. Fue y vino el toro en los primeros cites muy a su aire. Los dos, El Pana y el de Cuvillo. Pero se obró el milagro y hubo una tanda en la que de esa forma tan peculiar, preparadas las piernas hacia atrás, medio de perfil y algo encogido, el bohemio corrió la mano con largura en una buena tanda. Ese es El Pana. No es hombre de combate sino personaje para ver o contar de dos formas. O tres, un personaje de corrido.

Moraleja: que en la era de la religión laica del tomismo de José Tomás, navita de un torero oculto de culto, entrecano y silencioso (religión de hábito) existe también otra que se llama morantismo. Nada escasa sin ser multitudinaria. Fiel. Nace de un torero especial entre alegre, callado e íntimo. Religión torera por todos los palos del flamenco.

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