domingo, 28 de febrero de 2010
Comunicación con Joselito/ Gregorio Corrochano
La última faena de "Faíco"/ Fernando Iwasaki
El eco romántico de Paco Camino/ Antonio Díaz-Cañabate
ABC
Madrid, 5 de junio de 1970
Paco Camino es un hombre muy de hoy. Probablemente no tiene idea de lo que fue el romanticismo, de que hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que se vivía románticamente, lo que equivalía a conceder importancia a bastantes cosas que muchas de ellas no reportaban provecho aparente. Por ejemplo, los suspiros de la mujer amada. Los románticos la tenían tomada con los suspiros. En cuando veían a la amada con semblante risueño, le preguntaban alarmados: "¿Qué te pasa? ¿Ya no me quieres? Estás tan contenta que sospecho que quieres a otro." La amada se ponía seria. Suspiraba. Y suspiraba al pensar: "¡Qué pedazo de idiota es este pelmazo!" El pelmazo, al recibir el suspiro, se alborotaba: "¡Oh, sí, perdóname, sol de mis días; el oírte suspirar es la señal de que tu cariño comprende al mío, que somos el uno para el otro hasta más allá de la tumba!" La tumba, los suspiros, las lágrimas, el dolorido sentir y otras zarandajas de este jaez constituían el encanto romántico. El dinero se despreciaba o poco menos. Se cotizaba la melancolía, la tristeza. Entusiasmaban los disgustos.
Paco Camino posiblemente desconoce todo esto. Es un hombre muy de hoy. Eligió la profesión de torero. Ha triunfado en ella. Ha recolectado laureles y dinero. Está en las doradas cimas de la torería, Pero el romanticismo es un diablillo enredador que de vez en cuando hace una de las suyas. El romanticismo es como el picotazo de un insecto que inocula en la picadura un veneno inofensivo, aunque virulento en las consecuencias del picotazo. A Paco Camino le entró la comezón de torear seis toros en Madrid. Hace unas temporadas se malogró el intento. En esta de 1970 el desasosiego del apetito de torearlos se recrudeció. Se ofrece a la empresa para realizar su acuciante propósito en la feria de San Isidro. NO se llega a un acuerdo. El picor no cede. Aumenta en intensidad. Paco Camino se ofrece a torear los seis toros en la corrida de Beneficencia. ¿Dinero? La desazón romántica se imponte. Nada de dinero. Gratuitamente, para que la corrida sea realmente de beneficencia. ¿Toros? Seis de seis vacadas. ¿Cuáles? Las de más abolengo, las de mayor antigüedad. Juan Pedro Domecq, con hierro de Veragua y antigüedad de 1790. La de Carlos Urquijo, los antiguos murubes, 1848; Miura, 1849; Pablo Romero, 1888. Joaquín Buendía, antes Santa Coloma, 1908. Y la más moderna, la de los Herederos de don Manuel Arranz, 1928.
Este cartel se lanza a los vientos de la publicidad. Ha terminado hace unos días la feria de San Isidro. En ella hubo de todo. Toros y toritos. Toreros y sucedáneos. Paco Camino, que es un torero, quedó fuera. Tampoco fue a la Feria de Sevilla. ¿Qué le pasa a Paco Camino? Ni él mismo lo sabía. La picadura del insecto romántico no la notó cuando se produjo. NO dejó rastro en su piel. El veneno del romanticismo se asienta insensiblemente en su ánimo. Ánimo de hombre de hoy. Pero a su alma, a su pensamiento, a su intención había llegado un eco romántico, el eco de unas palabras que decían: "Torea seis toros en Madrid. Es un gesto de ayer, de cuando los toreros eran románticos y ansiaban suspiros de amantes, hazañas para provocarlos. Mata seis toros gratis a beneficio del Hospital Provincial. Torea seis toros, no para el público, para ti, para tu satisfacción de torero, para los amantes de suspiros". Queda señalada la fecha. Jueves 4 de junio de 1970.
A las diez de la mañana del miércoles acudo a la calle de la Victoria. A esa hora se abría el despacho de billetes para los no abonados. Al entrar en la calle de la Cruz, mis ojos atónitos contemplan una larguísima cola que daba toda la vuelta a la muy amplia manzana donde radican las taquillas. Años, largos años que no veía tal aglomeración. La ansiedad se refleja en todos los rostros. Ansiedad que demandaba. "¿Llegaremos a tiempo? ¿Quedarán localidades?". Al cabo de breve tiempo no quedaba un una en los despachos de la empresa ni en los de la reventa autorizada. ¿A qué se debía tal angustia? Al eco romántico que había transmitido el gesto de Paco Camino.
Por la plaza rebosante se extiende un clamor. No es el habitual. No es algarero. No es la bullanga que acompaña siempre a una multitud. Es un rumor sordo, contenido, ancho, dilatado, difuso. Pocos somos los que comprendemos su origen. Sólo los viejales. Es el eco romántico.
Clarinea el clarín. Los alguacilillos llegan a la puerta de cuadrillas. Paco Camino surge. Va vestido de rico carmesí y oro. Una ovación lo acoge. No es la rutinaria. Es la ovación que llega de lejos, de allá de los tiempos en los que un suspiro de mujer era una prenda de amor. A mi lado suspira una mujer de hoy. Su esposo le demanda: “¿Por qué suspiras?” La respuesta son estos dos vocablos “¡Hijo mío!” El eco romántico vibra en todos los ánimos. Los nervios, en tensión.
Todos los nervios, menos los de Paco Camino. Millones de personas han visto la corrida a través del milagro de la televisión. Detallarla es trabajo baldío. Los nervios de Paco Camino estaban serenos. En ningún momento ha fallado esta serenidad traducida en regularidad. No existieron altibajos. Sólo en dos momentos esta regularidad se altera. La estocada al primer toro. La faena de muleta al sexto. La estocada fue bellísima. La faena de muleta, meritísima. El toro no iba por su voluntad. Era el torero el que lo obligaba, de frente, a la distancia conveniente, con el temple unido al mando, con la armonía del ritmo y la textura de la limpieza. Estos dos momentos sobrepasaron la regularidad, alcanzaron lo extraordinario, la pureza y la belleza del arte de torear.
Sólo un toro, el de don Juan Pedro Domecq, sustituto del de Pablo Romero, el más toro de la corrida, rechazado por cojo, se prestó no enteramente a colaborar con el torero. Para mí lo sobresaliente de la corrida fue que Paco Camino toreó a cada uno de los siete toros con arreglo a su condición, Y esto, para mí, y creo que para todo el mundo, es el toreo. Ni la floritura a destiempo, ni el seco clasicismo, ni la falsa espectacularidad, ni la concesión de un público no taurino, ni mucho menos los pases mecánicos y rutinarios. A cada toro lo suyo. A unos más pases y a otros menos, pero siempre los justos, y lo que es mejor, los ajustados a su condición. Facilidad y decisión para matar. En el sobrero de Domecq, dos pinchazos y una estocada citando a recibir, eco romántico si los hay. Un quite por chicuelitas soberbio, hasta el punto que no parecían chicuelitas, sino destellos primorosos del donaire andaluz, es decir, lo que en verdad son.
Podría multiplicar los muy buenos detalles que abundaron en la regularidad de la lidia de los siete toros, pues lidió uno más de don Felipe Bartolomé. Las faenas fueron variadas, así como algún quite que otro. Vimos pases ayudados de pie y rodilla en tierra, lances de capa en esta postura que le resultó muy torera. Vimos, en fin, a un torero desenvolverse con toda desenvoltura en siete toros, sin una caída en el desmayo, ni en lo desgraciado, ni en lo espectacular.
Fue aclamado constantemente y cortó creo que ocho orejas. El eco romántico se convirtió en explosión. Los suspiros en alegría. Había un torero en el ruedo. No se necesitaba más. Por esto suspirábamos hace tiempo los que deseamos una fiesta auténtica. Paco Camino nos ha hecho suspirar hondo. Nos hemos quedado tan a gusto. El eco romántico de Paco Camino ha resonado en toda la España taurina. ¡Adelante con los faroles de las luminarias del verdadero arte de torear!
Los toros en el Quijote/ Santiago Aguilar
viernes, 26 de febrero de 2010
En el blog...
jueves, 18 de febrero de 2010
Hablar de toros con pasión/ Esteban Ortiz
Por Esteban Ortiz Mena
Es curioso como en un espectáculo tan apasionante logran formar parte del juego tres actores indispensables: toro, torero y público.
El protagonismo lo tiene el toro, eje central y fundamental de la fiesta. El torero es el artista, el creador en esencia que con su técnica e inteligencia cautiva al toro y logra, gracias a la conjunción de ambos, una creación estética que genera emoción y belleza. Y el publico... el público taurino es especial:
Como dice Andrés Amoros, “¿Escribiría algo Robinson Crusoe si estuviera seguro de permanecer siempre, solo, en la isla desierta? Quizá no. Escribimos para alguien. Y también para nosotros mismos, claro está. Las dos cosas no se oponen, en realidad. Cualquiera que haya hecho alguna labor de creación artística lo sabe de sobra. Lo mismo sucede con la tauromaquia. Recordemos la frase impresionante de Rafael el Gallo: Torear es tener un misterio que decir y decirlo”. Y lo que se dice, se lo debe decir con arte.
El público es el receptor directo, quien escucha atento esa música callada del toreo, que con sus compases acompaña el ritmo silencioso del buen torear para disfrutar con cada detalle. Pero hay más.
El público taurino es aquel que se involucra y forma parte de un rito. En ningún otro espectáculo su labor es tan importante como en los toros: se convierte en parte del acto. Así, el público no asiste pasivamente a las corridas de toros y su presencia, activa, condiciona todo el espectáculo: aprecia, exige, valora, impide fraudes, estimula, censura, aplaude, premia.
Hay dos tipos de asistentes: el aficionado y el espectador.
El espectador irá en busca de diversión. El aficionado también, pero es el apasionado conocedor de la fiesta que se involucra: genera opinión, estudia, se interesa. Es un activista taurino. Usualmente se reúne a discutir de toros, busca corridas, intenta crear afición, se preocupa por que la fiesta guarde un rumbo.
De aquí surgen las “peñas taurinas”, aficionados que se agrupan con el fin de fomentar su afición y sobre todo seguir disfrutando de ella, Han existido en el país un sinnúmero de agrupaciones: Corinto y Oro, Ciudad de Quito, La Giralda, entre otras. Entre las peñas jóvenes destaca “El Albero Peña Taurina”, siendo desde hace algunos años la que más actividades realiza.
Ortega y Gasset dice: “La misión de todo aficionado no es hablar de toros seriamente, sino apasionadamente. De no hacerlo así faltaría a su cometido y quedaría amputado todo un hemisferio de la fiesta taurina consistente en la resonancia inacabable de lo que acontece dentro de las plazas, en las tenaces e incesantes discusiones alrededor de las mesas en tabernas y cafés”.
El público se debe dejar sentir, escuchar. Es deber de todo espectador hacer algo más por la actividad que le apasiona, involucrándose: esa es labor para el buen aficionado.
En torno a la trascendencia.../ Juan Sebastián Roldán
Los toros de papel/ Esteban Ortiz
Diario Hoy, 28 de febrero de 2010
Hay personajes en el mundo que nos sorprenden cuando descubrimos que forman parte del grupo de aficionados a los toros. Hace algunos fines de semana se publicó en este espacio unas reflexiones de Vargas Llosa, declarado aficionado. Pero, nos sorprendería saber que Julio Cortázar también presenció corridas de toros y dejó para la posteridad, en una de sus cartas, aquello que le llamaba la atención: “Se podrá hablar un día entero de la decadencia de la tauromaquia, de lo mucho que hay de malo, las famosas homilías sobre la crueldad, etc., pero hay algo que queda en pie, que es la hora de la verdad: ese momento en que toro y torero están solos y toda la plaza guarda silencio”. Jorge Luis Borges presenció en Barcelona corridas de toros y Ernesto “El Che” Guevara estuvo en la Plaza de Madrid.
Pero si a estas palabras sumamos lo que el mismo Jaques Cousteau expresó en su momento, comprendemos que este espectáculo tiene sustancia: “Sólo cuando el hombre haya superado a la muerte y lo imprevisible no exista, morirá la fiesta de los toros y se perderá en el reino de la utopía; y el dios mitológico encarnado en el toro de lidia derramará vanamente su sangre en la alcantarilla de un lúgubre matadero de reses”. Y el por qué este espectáculo sigue cautivando.
domingo, 7 de febrero de 2010
¡Vamos antitaurinos!/ Jorge Arturo Díaz Reyes
Cinco argumentos de peso/ Francis Wolff
EL HOMBRE ES UN ANIMAL Y ESTOY DE ACUERDO
UNA VEZ UN ANTITAURINO ME PREGUNTO SI ME GUSTAN LOS ANIMALES, YO DIJE DEPENDE PORQUE NO ME GUSTAN LOS RATONES QUE TRAEN LA PESTE, PERO AMO A MI CACHORRO.
ES IMPORTANTE SABER QUE ENTIENDE EL ANTITAURINO POR “GUSTAR”…
CADA ANIMAL TIENE UNA CATEGORIA DIFERENTE Y UN EFECTO DISTINTO SOBRE MI, YO PUEDO SENTIR AFECTO POR MI GATO, A MI ME PUEDEN GUSTAR LAS OSTRAS…DE HECHO ME GUSTAN TANTO QUE HASTA ME LAS COMO….Y A MI GATO QUE ES ANIMAL, NO LE GUSTAN LAS PULGAS QUE TAMBIEN SON ANIMALES.
NOSOTROS NO SOMOS ANIMALES COMO LOS OTROS, PORQUE AMAMOS DE DISTINTAS MANERAS, LA PEQUEÑA DIFERENCIA ENTRE NOSOTROS ES LA ETICA, QUE SON REGLAS QUE NOS IMPONEMOS POR NOSOTROS MISMOS, Y LOS ANIMALES ACTUAN POR LEYES DE LA NATURALEZA, POR ESO NO TIENEN DERECHOS.
NOSOTROS TENEMOS DEBERES CON ELLOS, PERO DISTINTOS CON CADA UNO , NO SON LOS MISMOS DEBERES CON TODOS, HAY NORMAS, HAY VALORES…
CON LOS ANIMALES SALVAJES TENEMOS EL DEBER DE RESPETAR LA BIODIVERSIDAD .
Y EL TORO? ….ES UN ANIMAL NO ES SALVAJE, NO ES DOMESTICO, EL OBJETIVO QUE EL HOMBRE TIENE CON EL ES DOMESTICARLO, PERO QUE PERMANEZCA REBELDE, DEBEMOS DEJARLO QUE PERMANEZCA BRAVO, ES UNA CREACION HUMANA QUE DEBE PERMITIR QUE VIVA LIBRE COMO ANIMAL BRAVO Y QUE PUEDA MORIR BRAVO, PORQUE SE TRATA DE UN ANIMAL QUE SU DIFERENCIA ES LA BRAVURA.
LA BRAVURA ES ALGO ESPECIFICO DE LA RELACION DEL HOMBRE CON EL TORO
SEGUNDO ARGUMENTO
LA LIDIA ES INJUSTA ES DESIGUAL, ESTOY DE ACUERDO.
NO PODEMOS PONERNOS A IGUALDAD DE CONDICION CON LOS ANIMALES, SE IMAGINAN SI EL 50% DE LAS VECES MUERE EL TORO Y EL 50% EL TORERO.
UN HOMBRE NO VALE IGUAL QUE UN ANIMAL.
EL COMBATE DEBE PERMANECER LEAL.
EL TORO DEBE EXPRESARSE A TRAVES DEL COMBATE, LO CONTRARIO FUERA UNA TORTURA, SIN PERMITIR QUE EL TORO SE MANIFIESTE A TRAVES DEL COMBATE….. INJUSTO PORQUE ES DESIGUAL Y MORAL PORQUE ES LEAL, EL TORO DEBE TENER SIEMPRE LA MISMA OPORTUNIDAD DE HERIR E INCLUSO MATAR AL HOMBRE ESTO A COSTA DEL RIESGO.
TERCER ARGUMENTO
LOS ANTITAURINOS DICEN: EL TORERO ELIJE MORIR EL TORO NO
SI ES CIERTO QUE EL TORERO ELIJE IR AL RUEDO.
EN LA NATURALEZA DEL TORO ESTA EL COMBATIR.
EN EL TORO NO HAY VOLUNTAD, EL TORO NO QUIERE COMBATIR , ES QUE NO ESTA EN EL TORO EL QUERER.
CUARTO ARGUMENTO
LOS ANTITAURINOS DICEN: LA TRADICION NO ES JUSTIFICACION SUFICICIENTE, TIENEN RAZON.
EL SUICIDIO DE VIUDAS ES UNA TRADICION HORRIBLE, LA TRADICION NO ES JUSTIFICACION DE LA RAZON.
LA CORRIDA DE TOROS NO ES LEGITIMA PORQUE ES TRADICION, ES QUE ELLA HA GENERADO UNA TRADICON Y CULTURA QUE LA LEGITIMA.
LA SENSIBILIDAD NO ENTIENDE LA RELACION PARTICULAR QUE LOS PUEBLOS MANTENEMOS CON EL TORO DE LIDIA, LA TRADICION NO ES LA JUSTIFICACION SINO QUE HA GENERADO UNA SENSIBILIDAD QUE LA LEGITIMA.
QUINTO ARGUMENTO
LOS ANTITAURINOS DICEN QUE LOS TOROS YA NOS SON FIESTA NACIONAL ESPAÑOLA – TIENEN RAZON.
QUIZAS CON ESO ESPAÑA HA PERDIDO, SI PORQUE HA HECHO UN REGALO Y LA CULTURA HISPANICA NOS DIO A TODA LA HUMANIDAD Y POR ESO DEBEMOS DECIR QUE YA NO ES UNA FIESTA NACIONAL ES UNA FIESTA UNIVERSAL.
Un decálogo taurino/ Andrés Amorós
Por Dn Andrés Amorós
ABC, Domingo , 07-02-10
En su epílogo al libro de don Gregorio Corrochano «Qué es torear (Introducción a la Tauromaquia de Joselito)», plantea don Emilio García Gómez una cuestión fundamental: la Tauromaquia es, por definición, un arte efímero. (Añado yo: igual que sucede con el teatro o la música en vivo, frente a otros productos «enlatados», reproducidos y reproducibles mecánicamente).
Por ello, no pueden dar cuenta completa de lo que ha sucedido en el ruedo ni la fotografía, ni el cine, ni el vídeo. Pasado el momento mágico, nos queda sólo - y ya es bastante- el recuerdo, con todas sus deformaciones sentimentales. Sin embargo, el escritor tiene la misión imposible pero necesaria de eternizar esa fugacidad con su palabra.
Aumenta el problema por la grave dificultad que supone simplemente «ver» lo que está sucediendo, en la realidad, y no cualquiera de los prejuicios con que solemos acudir a las Plazas. (Ya lo advirtió Hemingway, aunque a él, luego, en la práctica, también le cegara la pasión).
Es bueno, por supuesto que la Fiesta suscite amores y odios, no indiferencia. Pero también es peligroso para la cabal comprensión de este arte singularísimo. Así llega don Emilio, el insigne arabista, al meollo de la cuestión: «En la Plaza, las potencias del alma están tan enceladas con el espectáculo, que si el entusiasmo puede despachar telegramas urgentes al corazón, en cambio los ojos no pueden enviar placas bien impresionadas a la memoria».
El aficionado puede defender, con Pascal, las razones del corazón que la razón no comprende. Pero el escritor puede también reclamar, con Eugenio d´Ors, los sentires de la razón a los que el corazón no alcanza...
Si aceptamos todo ello, no parece inútil resumir en unas pocas frases, lo más claras y sencillas que sea posible, algunos preceptos básicos. El molde tradicional del decálogo - más descriptivo que normativo- puede servirnos para ello.
1- Como cualquier otro arte, la Tauromaquia supone una adhesión libre: a nadie se le puede imponer que aprecie la faena de un torero, igual que una sinfonía o un soneto. No todos los españoles son aficionados a los toros y sí lo son, y buenos, muchos extranjeros. La Fiesta es hoy universal, pero en todo el mundo se la ve como algo nacido en España (igual, por ejemplo, que el Renacimiento en Florencia o el jazz en Nueva Orleáns).
2 - Forma parte la Fiesta del patrimonio cultural de España - y de la Humanidad - en el ámbito inmaterial. Así se pretende ahora que lo reconozca la Unesco. Como cualquier manifestación artística, merece, por ello, respeto y protección.
3 - La Tauromaquia es la Fiesta del toro bravo: sin el toro, simplemente, no existiría. Como afirma Sáenz Egaña, el toro bravo es «la máxima aportación española a la zootecnia universal». Este hermosísimo animal no es «naturaleza» sino «cultura»: el fruto de un delicadísimo proceso de selección, una creación humana. La desaparición de la Fiesta supondría la extinción de este hermosísimo animal.
4- Posee la Fiesta un valor ecológico absolutamente indiscutible, ha permitido la conservación de una gran extensión de dehesas andaluzas, extremeñas, salmantinas: cerca de 400.000 hectáreas de tierras que no permiten otro cultivo se mantienen hoy gracias a la cría del ganado bravo. Según el estudio de Díaz, Campos y Pulido, es «el ecosistema español más apreciado y conocido en el mundo». Sin corridas de toros, surgirían grandes páramos y veríamos nacer nuevas colonias de chalets pareados o ciudades dormitorios.
5- La Tauromaquia ha sido siempre y sigue siendo hoy una Fiesta popular: del pueblo que somos todos. En ella participan libremente aficionados de todas las ideologías, clases sociales y niveles económicos. Resultaría facilísimo señalar nombres concretos que lo demuestran. Es absolutamente falso identificarla con una tendencia política castiza, reaccionaria y antieuropea.
6- Para el pueblo español, el torero es un verdadero héroe: uno de los pocos que quedan, en un mundo cada vez más prosaico. Realiza lo que ninguno de nosotros haríamos por todo el dinero del mundo: domina a una fiera terrible, creando belleza, y afronta con dignidad esa «hora de la verdad» que a todos nos ha de llegar: eso es, por ejemplo, lo que canta García Lorca en su «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías».
7- Como fenómeno artístico y cultural, la Tauromaquia ha ido inexorablemente unida a la Historia de España: es fácil hablar de la Tauromaquia del romanticismo, del 98, del 27, de la guerra, del franquismo, de la democracia... La Fiesta refleja las circunstancias de cada momento histórico. Lo definió de modo tajante Ramón Pérez de Ayala: «En ninguna parte como en los toros cabe estudiar la psicología actual del pueblo español».
8- Como espectáculo popular que atrae a millones de espectadores, la Fiesta supone una importante actividad económica, crea muchos puestos de trabajo y genera muchos ingresos, directos o indirectos. Se suele hablar de cerca de 200.000 personas en empleos directos y de un volumen de dinero anual de unos 1.500 millones de euros. Sin ella, además, no cabe imaginar las Ferias y Fiestas de innumerables ciudades y pueblos de España, con una importantísima repercusión en el turismo. Su hipotética desaparición supondría un muy grave daño para nuestra economía.
9- El léxico taurino impregna nuestro lenguaje coloquial. No es una jerga profesional más - como la de los médicos o los abogados, por ejemplo- porque lo utilizan también los que no son aficionados a la Fiesta. Y lo más interesante, se usa, en sentido metafórico, en todas las esferas de la vida pública; sobre todo, en la política: ¿cuántas veces hemos oído que el Gobierno español debe coger por los cuernos el toro de la crisis cuya existencia negó? De este modo, el lenguaje taurino configura la forma de pensar de nuestro pueblo y es uno de los síntomas más claros de la actitud española ante la vida.
10- Como es bien sabido, la Fiesta ha suscitado infinidad de creaciones culturales de indudable categoría: poemas, novelas, comedias, ensayos, pinturas, esculturas, óperas, música sinfónica, flamenco, canciones populares, películas... Nombres como Goya y Picasso, Hemingway y Orson Welles, Ortega y Alvarez de Miranda, Manuel Machado y Miguel Hernández, Pérez de Ayala y Tierno Galván, Gerardo Diego, Pemán y Agustín de Foxá... Con tales compañeros, no debemos sentir vergüenza sino proclamar con orgullo nuestra condición de aficionados.
Concluyo. En una fotografía de Cano se ve a dos personajes toreando, al alimón, una vaquilla. Cada uno sostiene el capote por un extremo. Uno de ellos es don José Ortega y Gasset; el otro, don Domingo Ortega. No cabe mejor símbolo de la unión de nuestra cultura con la Tauromaquia.
Alguien tan sensible como Federico García Lorca proclamó que la Tauromaquia es «la fiesta más culta que hay hoy en el mundo». En el mundo entero, se la ve como una de las señas de identidad de la cultura española.
Vivimos en «la piel de toro», en el centro del «ruedo ibérico». Y así queremos seguir viviendo.