domingo, 17 de febrero de 2008

LA REGLA DE ORO DEL TOREO/ Jim Verner


Por Jim Verner


Traducido por Paco Fierro


En lo que a dogmas se refiere, el toreo compite con las grandes religiones del mundo. A través del tiempo, los profetas taurinos han subido a las andanadas más altas en búsqueda de los Mandamientos del Toreo. Cada uno ha descendido sosteniendo una versión personal de la Verdad Taurina. Algunos de estos profetas han afirmado que los Cánones son "parar, cargar y mandar" . Otros mantienen que la Palabra se refiere a "citar, templar y rematar". Y hay algunos que creen que sólo "cargar la suerte" es lo que separa al consagrado del profano. Todo eso confluye hacia un sectarismo taurino que rivaliza con el más "fino" sectarismo de la historia de las guerras santas.

Como los sacerdotes de la antigüedad que debatían sobre el número de ángeles que podrían bailar en la cabeza de un alfiler, los aficionados se reúnen en sus templos-bares, con tapas, para discutir con toda clase de detalles y tecnicismos: Si ¿es de frente mejor que de perfil? ¿es el pico una técnica válida o simplemente un truco? ¿la suerte se carga con los brazos o con la pierna contraria? Y si ¿es en verdad la pierna contraria o es la pierna de salida? Las discusiones avanzan sin parar. Y mientras más lejos van, cada participante se "aquerencia" más en sus creencias y preferencias personales.

La eternidad sería demasiado corta para concluir con estos argumentos. En el toreo, como en la religión, el devoto corre el riesgo de resbalar hacia el fanatismo. Aquellos que sostienen puntos de vista diferentes son acusados de herejía en una especie de inquisición taurina. Afortunadamente, la quema en la hoguera ya ha pasado de moda, pero algunos aficionados que se fijan tan intensamente en los detalles pierden a menudo de vista la esencia del toreo. Realmente, sólo hay una regla básica para los toreros: "Respetar al toro". Esta regla podría considerarse como la regla de oro del toreo. La significación de una regla de oro consiste en que supera las limitaciones de las ortodoxias -- en su profunda simplicidad, es el canon supremo. La regla de oro nos permite ver el bosque sin resultar ahorcados en los árboles. Detrás de la regla de oro, todo lo demás son adornos.

En cierto sentido, la regla de oro de la religión -- "no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti" -- se convierte en su contrario en el toreo. Ambos participantes, hombre y toro, tratan de aniquilar al otro y ninguno de los dos quiere ser el que recibe la espada o el cuerno. Pero, en otro sentido, la regla de oro del toreo es idéntica: cuando el torero respeta a su toro, lo trata como él quisiera ser tratado si él fuese el toro. El torero debe cuidar al toro de la misma manera que los padres generosos guían el desarrollo de sus hijos. La habilidad de cada torero puede variar, e incluso los mejores tienen días malos, pero no hay ninguna excusa válida para abusar de un toro, no importa cuán difícil pueda ser. Todos los toreros -- matadores, peones y picadores -- deben hacer lo extremo para conseguir todo el potencial de cada uno y de todos los toros.

Esto nos lleva al corolario de la regla de oro: "cada toro tiene su lidia". Al decir que cada toro tiene su lidia, los aficionados aceptan el hecho de que cada toro es único. Por consiguiente, cada actuación es también necesariamente única. Los toreros no deben ser juzgados simplemente por lo bien que la actuación encaja en un formato pre establecido o en un modelo taurino estándar. Por el contrario, los toreros deben ser juzgados por lo bien que ellos traten al toro y por su habilidad (qué es una combinación de valor, entendimiento y técnica) para dar al toro "su lidia".
Alguien ha dicho que el toreo es como la ortografía en el idioma inglés: pocas reglas y muchas excepciones. Este juicioso personaje se ha dado cuenta que el toreo tiene un médium cambiante. El médium del toreo -- el toro -- es un animal viviente que trae su propia personalidad al espectáculo. Hay una gran proporción de incertidumbre en la interacción entre el toro y el torero. El torero influye en lo que hace el toro y al mismo tiempo el toro está influenciando al torero. Y sus acciones y reacciones, tanto intencionales como involuntarias, continúan amoldando y formando esta interacción a lo largo de la lidia. Nadie puede estar seguro cómo un toro responderá, ya sea ante un nuevo puyazo o en otra serie de muletazos, en todo caso, los toreros buenos comprenden a los toros mejor que la mayoría, así que las más de las veces actuarán correctamente. Los toreros mediocres cortan orejas por lo que los toros les dejan hacer: los grandes toreros triunfan por lo que ellos ayudan a hacer a los toros.

Intentamos a menudo entender el toreo en términos de arte o de deporte. Si bien hay muchas similitudes válidas, ambas comparaciones causan un perjuicio al toreo debido a la diferencia en el control del médium. Imaginemos a un pintor que no confiaría en la consistencia del ámbito de los colores. ¿Qué tipo de concierto escucharíamos si el pianista no estaría seguro de la nota que cada tecla produciría? ¿Cómo jugaría el futbolista si la meta se mueve cuando él corre con la pelota por el campo? Sin embargo, en el toreo es precisamente este médium variable lo que hace tan especial la lidia. Dos corridas de toros nunca podrán ser iguales. Ser aficionado de la fiesta brava no es para quien busca la comodidad de las normas fijas y evalúa todas las actuaciones con el mismo juego de criterios pre-establecidos.

La verdadera calidad de la faena de un torero no es simplemente una cuestión de si está citando de frente o de perfil. Lo importante no es si está utilizando el pico o la panza de la muleta, si el pase es por bajo o por alto. Todas esas son técnicas válidas. Pueden ser buenas o malas. Si se usa o se abusa de ellas depende de la interacción entre el toro y el torero. La calidad de la actuación depende completamente de lo bien que el torero entienda al toro y de la manera que utilice las técnicas del toreo para producir lo mejor que él y el toro son capaces de dar.

Hay otro principio básico del toreo que se relaciona estrechamente con la regla de oro: "se torea como se es". En su sentido positivo, cuando torea como es, el torero aporta a la faena su personalidad y su estilo individual. Está bien que los aficionados prefieran un estilo o una personalidad sobre otra, pero ésta es una cuestión de gustos antes que de calidad. Los verdaderos aficionados aprecian una buena faena, sin considerar el estilo. Desafortunadamente, este principio es a veces relegado por los aficionados. Se lo utiliza mal cuando se lo convierte en una justificación de las preferencias personales. Peor aún, a veces se lo utiliza como una excusa para un torero que desconoce la regla de oro y desperdicia un toro.

La regla de oro del toreo es la que vuelve tan complicado el papel de los aficionados al juzgar una corrida de toros. Por suerte, muy pocos aficionados son santos taurinos. Para la mayoría de nosotros, no importa cuanto lo intentemos, nuestras pasiones y preferencias pueden distorsionar la aplicación de la regla de oro. Pero eso no es tan malo. Sólo imagínense lo triste que sería el toreo sin toda esa división de opiniones.

3 comentarios:

Arañuelo dijo...

Despues de muchos años viendo toros y toreros, no me considero capaz de establecer reglas o criterios para distinguir al verdadero del falso aficionado. No me gustan las reglas que acotan laS posibilidadES de crear o de sentir. Y entiendo que el mejor torero es aquel al que más toros le "sirven". Hoy Enrique Ponce puede con todos los toros. Tanto es así que lleva indultados más de treinta. No hay duda de su mérito, su capacidad, su habilidad, su técnica, su poder. No me importaría considerarle el número uno. Pero, a mí, que, según los criterios de este artículo, no me alcanza la catalogación de "verdadero aficionado", a mí, digo, me gusta más... MORANTE DE LA PUEBLA.

Anónimo dijo...

Ponce no rspeta la regla básica de los toreros: "Respetar al toro". Su técnica defensiva en exceso, crea un desequilibrio a su favor.

Enhorabuena por este escrito.

Saludos desde España.

Roch Matacuervos dijo...

"Cada toro tiene su lidia, mas se torea como se es, cuando esos dos platillos se equilibran, no sólo se hace justicia, dando a cada quien lo suyo, sino que nace la belleza; se da a luz el arte; cuando nace el arte, viene el duende, ese de García Lorca y nos inflama a todos el corazón"