martes, 28 de agosto de 2007

La gran tarde de Manolete

Por Giraldillo
ABC, Madrid 7 de julio de 1944

-¡Pues todavía no lo han visto ustedes en Madrid!- afirmaban los incondicionales de Manolete, que le siguen por las principales plazas de España.
Yo, que no salgo de la de Madrid, sino en ocasión muy rara, le dije ayer a uno de esos admiradores de Manolete:
-Hoy creo que lo he visto. Ha sido su mejor actuación entre todas sus triunfales actuaciones ante nosotros. El más completo y puro triunfo.
-Pues tampoco habéis tenido la fortuna de verle. En Bilbao con un pablorromero... En Barcelona, el domingo, con un miureño castizo, de 309 kilos, cortó las orejas... ¡Eso es ver a Manolete!
Yo, como aficionado madrileño, soporto el sino de nuestra plaza. El maleficio, diría más bien. Y, como sé que aquí ni Manolete, "ni nadie que sea alguien" va a torear miureños ni pablorromeros, me doy por satisfecho con los salmantinos, esos toros que creen muchos -¡craso error de los que se pasan de listos!- que salen con las orejas pendientes de un hilito ofrecidas al torero. Pues ayer salieron los de D. Alipio con las orejas no ya firmes, sino reforzadas y bien defendidas por los cuernos, que punteaban broncos. Tuvieron genio defensivo. Con esto, digo de muy fina manera lo que tuvieron. Lo que nadie pueden negar es el cuidado, el celo y afición de los excelentes ganaderos salmantinos, pero estas virtudes taurómacas no puede garantizar el carácter continuo de un producto. Y yo me conformo con lo que veo, y, ante Manolete, cuando le observo, comprendo que lo que hace aquí lo puede hacer en Barcelona- donde sea.
Seamos sinceros, señores. Hay que respetar la historia. Hay que repetar los nombres gloriosos, que antecedieron al gloriosísimo de Manolete. ¡No faltaba más! Pero reconozcamos que nadie como él. ¿Se torea así de capa? Toreó más y mejor que nunca con el capote. ¿Hay que eliminar la mano izquierda? Pues casi todos los pases fueron con esa mano. ¿Hay que ligar las faenas? Pues ligazón perfectan en el empalme de pase a pase y en el engarce de tiempo a tiempo -en un espacio mismo, podríamos decir también- hubo en el sexto, bis. ¿Se mata así? Pues dos estocadas de perfecta ejecución dieron relieve a lo más fundamental de la personalidad de Manolete, "a la primera piedra que se puso en su cimiento" a su personalidad de matador. ¡ah! -dirá alguno-, ¡pero Manolete no pone banderillas!
Brindamos el argumento a los enemigos del torero más barato de cuantos se visten de luces.
¡Polémica! ¡Regateo, negaciones a todo trance! ¡¡Manolete!! Manolete, sobre todos los tiempos dando cuerda a los relojes enmohecidos que se pararon en tal o cual año. Manolete parando el viento. Manolete contra el viento y la marea clavado como un maravilloso triunfo de San Rafael en los ruedos de España para la gloria cordobesa del toreo.
Veintidós mil almas estremecidas retardaban el momento de abandonar la plaza. Los ojos se clavaban aún en la arena, cuyos oros se apagaban en sombra de noche. Allí todavía las huellas de Manolete. Quedaban en el pautado convencional con que dividimos el ruedo en convenionales geometría las huellas solemnes de aquella orquestación de pases a compás, majestuosos. ¡Si viviera el wagneriano maestro de críticos D. Antonio Peña y Goñi!
Allí quedó la partitura, redonda, rotunda. A ver quien se la canta al coro de 22.000 voces que distendían los nudos de 22.000 gargantas pasmadas en tanto toreaba el solemne maestro cantor del Guadalquivir alto.
Estudiante. Toda la extensión valerosa de su toreo, que tantas apsionadas simpatías promueve, quedó contraída a la faena del primero. Cortó una oreja. Con esto no lo hemos dicho todo, porque él fue uno de los pilares de la corrida de toros, sosteniendo con el cordobés el fuego de la emulación, no ya de torero a torero sino de espectador a espectador. Siempre dispuesto a aprovechar el quite, intervino con mucho lucimiento. Se le aplaudió, y fue lucida a conciencia su actuación. Estudiante sigue firme en la posición ganada.
Juan Belmonte tuvo toros broncos. Además, recientes percances no le han permitido aún la recuperación precisa. Hasta el límite de la honrada actuación que a su figura corresponde, se mantuvo en los linderos discretos. Valientes en quites, fue ovacionado. Bien, en el estilo templado que empleó al abrir las faenas, cortado luego ante el cabeceo de las reses. A Belmonte habrá que verlo otra vez estimando que nada más que como voluntarioso ensayo su labor en la tarde de ayer.
Y, toda una tarde, toda una noche -y muchos días- llenos por el comentario: Manolete.
-Yo he visto a Manolete. En Madrid, Manolete no miraba el toro. Con vaga sonrisa -hasta donde él puede sonreir-, miraba a los tendidos que crujían estremecidos por la emoción inenarrable. Tenía dominado al Destino. Era la epopeya que no quiere palabras. El toro le seguía dócil. El torero sonreía al Destino. Al "Epos de los Destinos" -¡qué caramba, ilustre D. Eugenio, gran aficionado! Al destino heroico del Séneca más senequista de todos los sénecas que se han enfrentado con todo el terrible Destino sin salida de los ruedos. ¡Menuda epopeya! Nada más que eso.


Nota del compilador: artículo escrito en el periódico ABC de Madrid luego de la famosa Corrida de la Prensa del año 44 en la que Manolete se consagra y su leyenda crece. Sin duda Manolete no fue únicamente el torero caído en Linares un día como hoy, sino un torero de época como lo muestra la crónica. El héroe y el mito surge en un ruedo toreando y así creo que hay que recordar la historia; y no saciar el morbo que produce la sangre de Islero en las páginas escritas.

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